Lunes, 30 de noviembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › SIMILITUDES EN LA TRAYECTORIA DE MACRI EN BOCA Y LA FUNCIóN PúBLICA
Por Gustavo Veiga
¿Quién hubiera pensado que, veinte años después, ese joven deseoso de emanciparse de su padre, confiado en que su llegada a Boca estaba destinada a hacer negocios con los amigos, hoy sería presidente electo de los argentinos? Hay un dato significativo que se repite de aquel diciembre del 95 en estas vísperas de su arribo a la Casa Rosada. Un radical apuntaló a Mauricio Macri en su camino hacia el poder. Enrique Nosiglia lo hizo para que ganara su primera elección en el club donde obtuvo todos los títulos gracias a Carlos Bianchi y sus jugadores. Ahora Ernesto Sanz, su socio en la alianza de la UCR con el PRO en Cambiemos, le allanó el camino hacia la Presidencia de la Nación. El Coti, coherente, volvió a elegir para sí el mismo lugar que hace dos décadas. Apostó por el primer político de derecha que accede a la Presidencia sin el peronismo proscripto y sin golpear a las puertas de un cuartel.
Ni Alvaro Alsogaray había llegado tan lejos, ese cuadro del liberalismo más dogmático al que Macri votó cuando lideraba la UCeDé. Pero él lo superó y, en buena medida, se lo debe al fútbol, las copas ganadas en Boca y la imagen de empresario exitoso que supo instalar, no sin sobresaltos judiciales, o sin denuncias de corrupción. El hombre que se transformó en el primer presidente de la historia boquense en 40 años al que le rechazaron un balance por irregularidades es el mismo que llega procesado a la primera magistratura del país. Salvadas las distancias, es una segunda semejanza.
La primera etapa de su trayectoria pública, ya no como empresario y sí como dirigente, fue aquella de Boca entre 1995 y 2007. Doce años con rereeleción incluida. En ese rubro, también superó a otro de sus referentes políticos: Carlos Menem. El riojano lo intentó como presidente de la Nación, pero fracasó. El ingeniero, en sus tres períodos consecutivos al frente del club, disfrutó de la gloria deportiva que maquilló el efecto de sus traspiés económicos, sus negociados turbios, la política elitista de los avales que implementó para ser directivo y la iniciativa privatista de entregarle el patrimonio social de Boca al mercado.
Macri definía su visión de la conducción deportiva sin anestesia: “Si tenés problemas para llegar a fin de mes, no podés ser dirigente de fútbol”. ¿Pensará lo mismo hoy sobre la política? La pregunta es pertinente si se evalúa que aquella etapa le sirvió como plataforma para llegar a la Jefatura del Gobierno porteño primero y ahora a la Presidencia de la Nación.
El estilo de la topadora del brigadier Osvaldo Cacciatore, el intendente porteño de la última dictadura que siempre entusiasmó a Macri, lo empezó a aplicar en Boca apenas asumió el 13 de diciembre del 95. El ingeniero remodeló la Bombonera a su antojo. En los primeros meses, se tiró abajo la torre de homenaje, se demolieron los palcos sin la autorización de la asamblea de representantes del club, se cortó un caño troncal de gas porque su gestión no presentó a tiempo los planos en la Municipalidad y se angostó el campo de juego para hacer nuevos palcos VIP. Cualquier semejanza con la cementación de la Ciudad de Buenos Aires sin la aprobación de los planos pertinentes, es pura coincidencia.
Un dato curioso y casi desconocido en el laberinto de datos que tiene una trayectoria como la de Macri es incluso anterior a su paso por la presidencia de Boca. Dos años antes de ganarle las elecciones al radical Antonio Alegre, intentó comprar el club Deportivo Español. Había conversado sobre las condiciones de la operación durante una reunión en la Quinta de Olivos con el ex presidente Menem y Francisco Ríos Seoane, el polémico ex titular de aquella institución de la colectividad española.
El joven empresario no pudo avanzar en su proyecto, el club quebró en 2003, pasó a manos de la Corporación del Sur y cuando Macri llegó al gobierno porteño en 2007 le encontró otra utilidad: hoy en gran parte de su predio del Bajo Flores están las academias de la Policía Metropolitana.
Durante su primer tramo de gestión en Boca, el actual presidente electo de los argentinos pasó varios sobresaltos. En octubre de 1997 le rechazaron su primer balance y su gestión fue auditada por una comisión investigadora, la primera en la historia del club. La conclusión a que arribó mencionaba “errores de gestión”, que comprometía “el futuro de la institución” y transgredía “las normas estatutarias en vigencia”. En 1998, después de dos fracasos sucesivos con las contrataciones de Héctor Veira y Carlos Bilardo como técnicos, acertó un pleno. Eligió a Carlos Bianchi y la gloria deportiva se instaló en la Boca con varias copas internacionales ganadas en serie.
Los títulos en fútbol taparon todo. Un fondo común de inversiones para comprar jugadores de dudosa legalidad y solo concretado gracias a una medida extraordinaria de Raúl Granillo Ocampo, ministro de Justicia de Menem. Su proyecto para transformar clubes del fútbol argentino en sociedades anónimas que fracasó en la AFA. La aventura en el Badajoz de España asociado con Marcelo Tinelli. La tercerización en la compra-venta de futbolistas juveniles a través de la empresa ACE sociedad anónima, que recibía una paga de Boca por los servicios prestados y otros emprendimientos privatistas por el estilo.
En aquel encuentro realizado en el predio de la AFA en Ezeiza, donde la postura a favor de las sociedades anónimas de Macri resultó derrotada, el ingeniero atacó con una frase que hoy cobra de nuevo vigencia: “Aquel dirigente que sea procesado no puede ejercer su cargo”. En esas condiciones legales acaba de ser elegido para gobernar el país.
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