EL PAíS › TRAS EL FINAL DE LA VISITA DEL JEFE ITALIANO MATTEO RENZI

Ahora, a medir la concretezza

El primer ministro de Italia prometió que no pasarían otros 18 años hasta el próximo viaje de un sucesor suyo a la Argentina, como había ocurrido desde Romano Prodi. Mercosur y derechos humanos.

 Por Martín Granovsky

Lo dijo el propio visitante: “Que no pasen otros 18 años para que un primer ministro italiano vuelva a visitar la Argentina”. Tras la promesa de Matteo Renzi y la asistencia de los dos a un acto por el soterramiento del Sarmiento, el presidente Mauricio Macri insistió en su idea de que la Argentina debe ser “el supermercado del mundo”. Y un diplomático europeo que conoce bien la jerga de los italianos dijo a este diario que en estos casos lo que hay que medir a futuro es la “concretezza”, palabra intraducible por una sola en español pero que remite a los hechos concretos y la solidez.

Las declaraciones del jefe del gobierno italiano y del Presidente argentino, acompañados por la embajadora Teresa Castaldo y el embajador argentino en Roma Tomás Ferrari, cerraron una visita marcada por un ingrediente: los dos gobiernos están muy interesados en un acuerdo rápido, o en el menor tiempo posible, entre el Mercosur y la Unión Europea. Como se sabe, la última propuesta está en manos de la UE. Son los europeos, y no los sudamericanos, los que están demorando un proceso de negociación que interesa al gobierno brasileño por las cadenas de valor en la industria automotriz y que fue señalado como un objetivo tanto por Macri como por su canciller Susana Malcorra.

Italia siempre tuvo una ventaja sobre buena parte de los otros miembros de su bloque, sobre todo Francia. Su bandera no es el proteccionismo agrícola. No lo es en política internacional y no lo es como bandera de la política interna. Desde ese punto de vista, al menos en los papeles tendría menores trabas para impulsar un acuerdo con el bloque que forman la Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela.

El gobierno italiano también tiene un matiz diferente en materia de deuda externa argentina. En septiembre pasado la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas aprobó por 124 votos contra seis (hubo 41 abstenciones) un marco normativo sobre deudas soberanas impulsado por el entonces canciller Héctor Timerman. Uno de los criterios es que si en el futuro una mayoría de acreedores llega a un acuerdo, ese acuerdo será obligatorio para todos. Los que votaron en contra fueron Estados Unidos, Israel, Canadá, Japón, Alemania e Inglaterra. Italia no se plegó a esa media docena de países que, por tomar los europeos, incluía a la locotomora alemana y a los británicos. En las negociaciones, incluso, los diplomáticos argentinos recuerdan que los italianos estuvieron entre los más receptivos a comprender el proyecto argentino incluso aunque no se sumaran a la mayoría de votos positivos.

“La cooperación en la ONU es buena desde hace mucho tiempo, y muy buena en temas de derechos humanos”, dijo anoche a este diario un diplomático que pidió reserva de su identidad.

Los gobiernos de centroizquierda de Italia impulsaron el juicio en ausencia contra el represor Carlos Guillermo Suárez Mason, el premier Romano Prodi en su visita de abril de 1998 prometió que el Estado sería querellante y luego, en el ciclo kirchnerista, desclasificaron archivos de la embajada italiana en la Argentina y los entregaron a la Cancillería. En esa decisión, concretada en 2012, fue clave el papel del entonces número dos en la Argentina y actual embajador en Panamá, Marcello Apicella, un diplomático de carrera que dejó Buenos Aires en medio del reconocimiento de dirigentes de derechos humanos como Vera Jarach, Lita Boitano y Damián Loreti. Los papeles italianos están en el Archivo Nacional de la Memoria de la ex Escuela de Mecánica de la Armada y registran las protestas y las reuniones en la embajada de Italia. Los textos engarzan con el proceso de investigación encarado por la propia Cancillería a través de una comisión especial de búsqueda de documentación sobre el período dictatorial que encabeza María Teresa Piñeiro.

Aunque Macri no habla de la cuestión de los derechos humanos en sus discursos públicos, él mismo está comprobando en cumbres como la que mantuvo con Renzi que el tema acerca a Estados como Italia y la Argentina por el trabajo previo de otros gobiernos, y lo mismo ocurre en la relación con Francia.

Primer ministro desde hace casi dos años, Renzi, que pertenece al Partido Democrático, un descendiente frágil y pálido de aquel poderoso eurocomunismo italiano que en plena Guerra Fría ganaba Bolonia por el 75 por ciento y dinamizaba consultas populares sobre el aborto y el divorcio, subrayó el compromiso de su gobierno con la igualdad de género, la lucha contra la pena de muerte y el rechazo al terrorismo.

–¿La negociación con los bonistas cuyo jefe es Paul Singer fue un tema de conversación entre Macri y Renzi? –quiso saber Página/12.

–Usted sabe que para Italia nunca resultaron un problema fundamental –fue la respuesta.

Italianos y argentinos acordaron impulsar viajes de empresarios, empresas conjuntas, transmisión de conocimiento sobre firmas pequeñas y medianas y desempleo, un rubro este último que no es para lucimiento de Italia. Con un promedio general del 11 por ciento, menor que el 20 por ciento de España y el 24 por ciento de Grecia, sin embargo comparte con esos países el talón de Aquiles a futuro. Tiene una tasa del 38 por ciento de desempleados entre los menores de 25 en condiciones de trabajar.

“Las relaciones hace mucho que habían dejado de ser frías pero hacía falta una señal política fuerte para marcar el comienzo de una etapa de vínculos en el primer nivel de las autoridades”, comentó uno de los diplomáticos. En marzo vendrá el ministro de Cultura y en junio 300 hombres de negocios. Renzi les dijo a sus empresarios: “Deben dotarse de la misma inteligencia y la misma pasión que la familia Macri”.

No dio detalles.

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Matteo Renzi y Mauricio Macri, quien insistió en su idea de que la Argentina sea “el supermercado del mundo”.
Imagen: Bernardino Avila
 
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