EL PAíS › ALEGATOS DE LOS FISCALES EN EL JUICIO POR SECUESTROS Y TORTURAS EN LA PERLA Y LA RIBERA

Crímenes con saña y con cinismo

Los fiscales están desarrollando los casos de las 716 víctimas del juicio. “No dejamos de sorprendernos de las atrocidades cometidas por los imputados”, afirmó Facundo Trotta, al narrar secuestros de niños y torturas de todo tipo.

 Por Marta Platía

Desde Córdoba

“Fuimos crueles, pero no sádicos, ni integramos una asociación ilícita”, dijo Jorge Rafael Videla cuando ejerció su derecho a defensa antes de que lo condenaran a prisión perpetua en el juicio que se le hizo en Córdoba en 2010 por el asesinato de 31 presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo (PEN) en una cárcel estatal. También, en esa alocución, señaló que “lo hicimos en el marco de crueldad que impone toda guerra por su propia naturaleza”. Una guerra que no existió, ya que se trató de un Estado terrorista que ejerció represión ilegal contra grupos más o menos armados y población civil. A poco más de un lustro de ese juicio, y ya con Videla muerto, su afirmación aún resuena en la sala donde se viene desarrollando el megajuicio La Perla-Campo de La Ribera, y se cae de a pedazos en cada caso que es expuesto. El equipo de fiscales liderado por Facundo Trotta e integrado por Virginia Miguel Carmona y Rafael Vehils Ruiz, viene alegando desde diciembre por cada una de las 716 víctimas cuyas causas pudieron llegar a juicio tras casi 40 años de reclamar justicia.

“Aun con el tiempo que lleva este juicio, no dejamos de sorprendernos de las atrocidades cometidas por los imputados, de la saña demostrada para torturar, violar, matar y desaparecer –afirmó Trotta ante el juez Jaime Díaz Gavier del Tribunal Oral Federal Nº 1–. Torturaron, violaron y mataron chicos y chicas de la escuela secundaria. Adolescentes de 16, 17, 18 años. ¿Contra ellos estaban en guerra? Es incomprensible. Hubo personas a las que torturaron hasta matarlas. Eso, señor presidente, aunque algunos imputados digan que en La Perla no murió nadie, o incluso que ni siquiera hubo torturas; sino uno que otro bofetón”. El palo fue directo al gallinero del represor Ernesto “Nabo” Barreiro, quien en juicio llegó a discutir con el querellante Claudio Orosz “el significado de la palabra tortura” y, en el clímax de su cinismo, subió la apuesta negando fusilamientos y muertes en una entrevista en radio Mitre-Córdoba, y en la cual no fue rebatido ni repreguntado.

Del espanto por la extrema crueldad del ejército de Videla y Luciano Benjamín Menéndez dio cuenta el fiscal Vehils Ruiz cuando alegó por la matanza de Félix Roque Giménez, de 24 años, a quien atraparon en la calle el 15 de marzo de febrero de 1976, poco antes del golpe. La patota comandada por Héctor Pedro Vergez lo llevó al Campo de La Ribera –aún no estaba en funcionamiento La Perla– donde lo “interrogaron” por su supuesta pertenencia al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

“Lo torturaron de un modo especial: Lo colgaron de un pie y le colocaron en la cara la resistencia al rojo vivo de una plancha eléctrica. Eso le hicieron, señores jueces –resaltó el fiscal–. Después lo sacaron al aire libre hasta que como consecuencia de lo que padeció, murió”, narró Vehils Ruiz, aún azorado por semejante tormento.

Mientras su madre lo buscaba en comisarías, hospitales, la D2 (la Gestapo cordobesa) y le negaban haberlo detenido; al joven Félix le infligieron de las más encarnizadas torturas que se hayan detallado en este juicio. Las sobrevivientes Graciela Geuna y Liliana Callizo coincidieron en sus testimonios: “Callizo relató que luego de picanearlo y golpearlo y quemarlo con cigarrillos, lo estaquearon al suelo, al aire libre con la resistencia de la plancha en el rostro. Allí estuvo horas y horas. Ahí, cubierto de insectos y hormigas, murió”.

“Miren, señores jueces –insistió Vehils Ruiz con tono duro, grave– yo recuerdo que (cuando hablan en juicio) los represores mencionan a Dios cada vez que pueden. Y pregunto: ¿qué clase de cristianos son los que aplican esta tortura?”.

Testigos –y también víctimas– de esa ferocidad fueron los padres y familiares de Rosa Assadourián y de Susana Luna: ambas secuestradas, torturadas y cuyos cadáveres fueron devueltos a sus familias en tal estado de mutilación que les ordenaron velarlas a cajón cerrado. “A Rosa le sacaron los ojos, le cortaron la nariz, la mitad de la boca... –enumeró su hermana María Sonia–. La reconocimos por unos lunares en su piel que era muy blanca, muy rubia”. En cuanto a Susana, luego de las sesiones de tortura y vejaciones en las que laceraron su cuerpo, la terminaron ahorcando con un cable y la arrojaron desnuda a una cuneta cerca del Jockey Club. En un papel que cruzaron sobre su pecho ensangrentado, la horda del Comando Libertadores de América (CLA.) escribió: “Ajusticiada”, como para que el crimen se le atribuyera a Montoneros o al ERP: una modalidad que denunció como “una práctica común” de los meses previos al golpe, el sobreviviente Carlos Raimundo “Charlie” Moore en su declaración en San Pablo, Brasil, luego de su fuga en noviembre de 1980.

Claudia Hunziker tenía 21 años cuando fue secuestrada el 23 de julio de 1976. Era militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. El 7 de agosto, luego de los días y noches de torturas y vejaciones, Claudia fue trasladada en un camión, vendada, maniatada y amordazada. La fusilaron y desaparecieron en los campos que rodean a La Perla.

En 2010, cuando Videla dijo lo que dijo, era consciente de cada palabra. De la crueldad, del sadismo y de la asociación ilícita que había comandado junto a Menéndez. De hecho, su ex colega Alejandro Agustín Lanusse ya lo había repudiado y rebatido en el Juicio a las Juntas de 1985, cuando dijo que no era su ejército el que “salía disfrazado por las noches a secuestrar y desaparecer gente”.

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El represor Luciano Benjamín Menéndez, máximo responsable de los crímenes cometidos en La Perla.
 
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