Jueves, 19 de mayo de 2016 | Hoy
EL PAíS › DOS MIRADAS SOBRE LA RELACIóN BILATERAL
Opinión
Por Emir Sader
Argentina, Brasil y otros países de America Latina han cambiado mucho en este siglo. Han cambiado para mejor, son más diversos, menos injustos, más conscientes, no caben más en la forma estrecha en que las viejas oligarquías los quieren meter. Los procesos de restauración conservadora que trascurren en Argentina y Brasil se proponen retrocesos en términos de derechos de las personas y en retrocesos en el tiempo, en países que ya no caben en sus proyectos. De ahí la apelación a la violencia, arma de los que no tienen razón.
¿Quién puede imaginar que esos países puedan volver a ser gobernados por representantes de los banqueros, para los intereses de los bancos? ¿Quién puede imaginar que gobiernos puedan promover el desempleo a rajatabla, sin respetar el derecho de los trabajadores y sin capacidad de organización y de lucha?
¿Cómo puede ocurrir que las viejas oligarquías, disfrazadas de nuevas, puedan hacer de países como Argentina y Brasil en el siglo XXI subsidiarias de las políticas norteamericanas en el continente? ¿Cómo pueden creer que pueden dar vuelta atrás en el combate a las desigualdades, a la miseria y a la exclusión social, que tanto han avanzado en esos países, a contramano de las tendencias del capitalismo mundial? ¿Cómo pueden creer que pueden hacer de Argentina y de Brasil ejes de los proyectos neoliberales y de los intereses imperiales de Washington en América Latina?
Pero parece que lo creen, por el tipo de gobierno, el tipo de ministros, el tipo de política que anuncian y tratan de poner en práctica. Cambia poco o nada que en un país retomen el gobierno por elecciones y en el otro por un golpe blanco. El objetivo es el mismo: retroceder en lo que se ha avanzado en cuanto a la superación del neoliberalismo.
Pretenden achicar el tamaño del Estado y, sobre todo, de los derechos garantizados por políticas públicas. Buscan abrir el mercado interno y profundizar los procesos de desindustrialización y desnacionalización de las economías. Reducir los países al tamaño del mercado.
¿Es eso lo que el neoliberalismo, lo que las fuerzas conservadoras, tienen para proponer para América Latina? Es a eso lo que quieren llegar.
Buscan políticas externas que desarticulen los procesos de integración regional, abriendo camino hacia la reanudación de las viejas fórmulas de subordinación económica, política e ideológica al Imperio. De reanudación de lo que fueron las políticas externas de nuestros países en la década de 1990, de ningún protagonismo internacional. Países que solo atraían la atención cuando había procesos de privatización y cuando había crisis, para venir en el primer caso, para huir en el segundo.
¿Quieren hacer retroceder Argentina y Brasil a las experiencias trágicas que han vivido en los 1990 y que han costado tantos años y esfuerzos para superar sus herencias malditas? ¿Que volvamos a políticas que excluyan a la gran mayoría de la población para hacer políticas que atendían a los intereses de la minoría del país?
No es posible reimponer esos cauces. Nuestras sociedades no lo soportan y las grandes movilizaciones de rechazo de los gobiernos de Mauricio Macri y de Michel Temer lo desmuestran. Se puede ganar una elección, en un caso, se puede dar un golpe blanco en el otro, pero eso no basta para construir un gobierno legitimado por el apoyo popular, capaz de dirigir el Estado atendiendo a todos, representando a todos.
Lo que se vive no es el final de los gobiernos que avanzan para superar el neoliberalismo, pero un paréntesis, en que se acumulan más fuerzas, se agregan más sectores populares, se corrigen errores y se adecuan orientaciones. Porque nuestras sociedades no aguantan más ser comandadas por el poder del dinero, han aprendido que la democracia está estrechamente vinculada al derecho de todos. Derechos sociales, derechos políticos, derecho a la palabra.
La segunda década del posneoliberalismo no es su última, sino la preparación de su continuidad, de la superación definitiva del neoliberalismo.
Opinión
Por Oscar Laborde *
Se ha consumado un poco disimulado golpe de Estado en Brasil. Faltará ver si el Senado en seis meses ratifica la destitución de Dilma Rousseff, pero la violación al sistema democrático y el desconocimiento a la voluntad popular ya se produjo.
Grave antecedente que dejará huellas en la región, que venía enfrentado estos intentos, a veces evitándolo, y en otros sancionando a los golpistas como el caso del Paraguay, cuando fue desplazado su presidente Fernando Lugo. Nada hizo el Mercosur, ni la Unasur, excepto alguna expresión de su secretario general Ernesto Samper. Grave, porque abre una puerta a la desestabilización democrática, que costó mucho cerrar.
Se ha hablado mucho de lo insostenible de los argumentos para sancionar a Dilma, pero ¿cuáles serán las consecuencias para la región y para nuestro país?
El gobierno de Michel Temer está basado en una alianza entre banqueros e industriales de San Pablo y está promoviendo algunos trazos en materia de política económica que traerá consecuencias inmediatas. Con la crisis de Brasil, provocando que su producto bruto caiga por tercer año consecutivo, su mercado interno se desplome y el consumo de autos caiga prácticamente a la mitad, el primer punto que tenemos que analizar es cómo va a afectar a nuestra industria automotriz y al intercambio comercial esta situación considerando la significación que tiene su cadena de valor agregado.
El segundo punto es la industria alimenticia. Brasil es un gran productor de soja y aceites, pero Argentina es el segundo productor mundial de aceites. Ambos países tienen un alto grado de colaboración en este plano. Luego hay otras complementariedades como lo son el turismo, los servicios bancarios y una cantidad de actividades que se fueron dando en los últimos años en el marco del Mercosur.
¿Qué viene ahora? La discusión por un acuerdo de libre comercio con Europa, que hace muchos años viene exigiendo insistentemente que el Mercosur no le aplique un arancel a los productos de firmas europeas.
Brasil está dando muestras de que va a acceder al pedido europeo de bajar ese arancel y Mauricio Macri empezó a analizar la posibilidad de sumarse, lo que implica bajarle el precio al Mercosur y empezarlo a pensar como una unión aduanera más pequeña, con lo que se replantea de hecho todo su funcionamiento, con el impacto que tendrá sobre nosotros pues nuestro principal complejo industrial es el automotriz y el segundo es el agroindustrial.
Si Brasil deja de ser un mercado objetivo para Argentina hay una parte de nuestros complejos industriales que caerán irremediablemente. En la medida en que Brasil demore su salida de la recesión lo que hará es flexibilizar el Mercosur, porque querrá colocar aquí los excedentes de exportación que no ubican en otros países. Sin ir más lejos, en estos cinco meses ha aumentado el déficit comercial de nuestro país con Brasil. En este contexto, se aumentará el ingreso de productos brasileños en nuestro mercado, lo que ya se puede ver en rubros como pollos, cerdos, transportes y servicios, que naturalmente van desactivando la producción local.
El tema central es que parte de esta situación de Brasil fue conversada por Barack Obama con Macri durante la visita que el presidente estadounidense realizó en marzo. ¿Cuál es la lectura que debiéramos hacer? En el contexto en que evoluciona la Argentina, se viene un proceso de libre comercio donde volvemos a una suerte de Alca con nombre distinto, que es el acuerdo Transpacífico, donde lo más probable es que Brasil y Argentina arrastren al Mercosur a firmar un pedido de ingreso a esa estructura donde ya nuestro país está como observador.
José Serra es el nuevo canciller de Brasil y tiene posiciones muy duras en la interpretación de cómo debe comportarse el Mercosur de aquí en adelante, además de apoyar las posiciones de los industriales de San Pablo que no comparten el enfoque del Mercosur tal como vino funcionando hasta aquí .
Por el lado argentino, Alfonso Prat-Gay también se expresó por reformularlo y modificar las relaciones bilaterales con Brasil. Esto abre las puertas a un nuevo escenario que tendrá consecuencias desestructurantes para nuestro aparato productivo porque si Brasil liberaliza las relaciones comerciales con el mundo, Argentina pierde un mercado objetivo muy importante para una parte relevante de su complejo industrial.
Como se verá, las perspectivas son poco alentadoras.
* Director del Instituto de Estudios de América Latina-CTA.
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