Jueves, 28 de julio de 2016 | Hoy
EL PAíS › HOMENAJES Y DEBATES ORGANIZADOS POR LA UBA
Hoy y mañana habrá actividades para conmemorar la Noche de los Bastones Largos. Dos investigadores que participan de las jornadas reflexionan sobre los alcances e implicancias de la represión de 1966.
Hace 50 años, la policía de la dictadura de Juan Carlos Onganía reprimió a cientos de docentes, estudiantes y autoridades de la Universidad de Buenos Aires. El hecho pasó a la historia como la Noche de los Bastones Largos y marcó un quiebre en la vida de la UBA. Hoy y mañana, la casa de estudios convoca a una serie de actividades para reflexionar sobre aquellos episodios, y también para homenajear a los profesores, investigadores y alumnos que los sufrieron directamente. Habrá charlas, mesas de debate y homenajes en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en la Manzana de las Luces (ver aparte).
“Que la universidad conmemore estas fechas es un reconocimiento a esos docentes e investigadores que fueron un ejemplo”, reflexionó Pablo Buchbinder, director del programa de Historia y memoria de la UBA.
Historiador e investigador del Conicet, Buchbinder recordó, en diálogo con Página/12, qué era aquella universidad atacada el 29 de julio del 66: desde el cambio de estatuto en 1958, la UBA había empezado a tener más autonomía y le había otorgado a la ciencia “un lugar que nunca antes había tenido, ya que hasta entonces el perfil era mucho más profesionalista”. La extensión cultural empezó a tener un papel más importante y, en ese sentido, destacó a la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba). Sin embargo, observó Buchbinder, la renovación fue relativa en algunas facultades, mientras que “Exactas fue el epicentro del proceso de transformación”, seguida de cerca por carreras como Sociología o Arquitectura, entre otras.
“Había un proyecto de modernización de la educación. Desde fines de la década del 50 había empezado a haber docentes con dedicación exclusiva, promoción de la investigación y democracia interna”, dijo a este diario Raúl Carnota, uno de los coautores del libro Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Pero también dejó en claro que no todos los sectores de la universidad querían ese rumbo; el decano de la Facultad de Derecho en ese momento, Marco Aurelio Risolía, apoyó públicamente la intervención –tuvo su premio: fue nombrado por Onganía como miembro la Corte Suprema de Justicia–.
En ese contexto fue que las autoridades académicas, junto con docentes y estudiantes, rechazaron la intervención de las universidades decretada por Onganía. “Hubo una protesta frente al avasallamiento, porque violaba la autonomía universitaria –explicó Buchbinder–, y ahí se dio la represión.”
Carnota y Buchbinder –que participarán de las jornadas de hoy y mañana– coincidieron en que aquella noche marcó una ruptura histórica para la universidad. De los 1378 investigadores y docentes que renunciaron, alrededor de 300 se exiliaron, la mayoría en países de Latinoamérica, otros en Estados Unidos y Europa.
“Uno de los principales objetivos de Onganía era –según Buchbinder–, lograr la despolitización de la universidad, que era vista como un ‘nido de comunistas’, por eso perseguían estudiantes y agrupados”. Pero “esos intentos fracasaron”, sostuvo, y citó como ejemplo el Cordobazo, “una rebelión obrero-estudiantil”.
Para Carnota, las bases de aquel proyecto académico “fueron minadas”. Esa base era la búsqueda de reunir “la excelencia académica con un proyecto político que incidiera y aportara a la realidad social y nacional”. Si bien el investigador cree que en lo académico la universidad pública ha recuperado mucho de lo que perdió, sobre la arista social su visión es otra: “No parece que hoy haya una inquietud de los principales actores universitarios por mirar hacia afuera”.
Informe: Gastón Godoy.
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