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Una reunión de gala en el comedor de la asamblea popular de San Telmo

El canciller de Francia, Dominique de Villepin, hizo un lugar en su apretada agenda en Buenos Aires para visitar ayer el comedor popular de la asamblea de San Telmo-Plaza Dorrego.

 Por Luis Bruschtein

Las sirenas comenzaron a aullar como si medio departamento de policía se abatiera sobre el lugar y los integrantes de la asamblea de San TelmoPlaza Dorrego sintieron que sus reflejos les ordenaban poner los pies en polvorosa. “¿Rajamos?” se preguntaron en broma dos veteranos del 19 y 20 de diciembre. Pero en realidad las sirenas anunciaban el arribo de Dominique de Villepin, canciller de Francia, la quinta potencia planetaria, a esa esquina barrial, en Piedras y San Juan, donde funciona un comedor popular y microemprendimientos de desocupados.
Como sucede con las asambleas, nada es fácil, ni nada es más o menos normal, como podría ser la visita de una actriz, o de un intendente, por ejemplo. La presencia de De Villepin en el local de la asamblea de San Telmo terminó de certificar el carácter imprevisible o insólito que puede resultar de una reunión de vecinos porteños.
Antes de que llegara el canciller, los vecinos trataban de explicarle a Alain Fohr, el consejero de cooperación cultural de la eEmbajada de Francia en Argentina, la forma en que habían reunido los fondos para construir el edificio del comedor. Le mostraban un bono fileteado que tiene la forma de billete, con el logo de la asamblea, un escudo con el “Que se vayan todos” y un letrero copiado de los billetes que dice “Un ladrillo” o dos o cinco, según el valor del bono. “Con esto juntamos parte del dinero para construir el comedor”, le explicaron y el diplomático, que veía un billete fileteado, respondió “Ah, sí: un patacón”. Los vecinos no entendieron la conclusión de Fohr, y Fohr, evidentemente tampoco lo que le decían a él, pero todos asintieron totalmente de acuerdo.
La asamblea comenzó a funcionar el 5 de enero de 2002 en la Plaza Dorrego y, luego de muchas discusiones, algunas que fueron comunes a todas las asambleas y otras particulares de ésta, decidieron la construcción del comedor. Para eso tuvieron que discutir si ocupaban el solar que se encuentra en esa esquina, o si lo negociaban con el CGP, lo cual les daba más garantías de permanencia. Luego de mucho discutir optaron por esta vía y se lanzaron a reunir fondos. Organizaron festivales y debates, consiguieron aportes de los vecinos y de fundaciones como Antorchas y L’Observatoire, una asociación civil de franceses y argentinos residentes en Francia (ver recuadro). A su vez, L’Observatoire difundió el trabajo de la asamblea de San Telmo, que así se hizo famosa en Francia y fue uno de los motivos de la visita de De Villepin.
“La verdad, que discutimos mucho todo, pero al final lo hacemos”, reconoce Estela, que fue la encargada de dirigir la visita del canciller de Francia. Además del comedor, allí funcionan talleres de costura, de pan, de cuero, un ropero y se dan clases de apoyo escolar. En este momento iniciaron la construcción del segundo piso, que piensan utilizar para actividades culturales, debates, radio comunitaria, talleres literarios y ciclos de cine.
De Villepin, un hombre alto y elegante, llegó con el embajador en Argentina, Francis Lott, tan alto como su canciller y con la misma presencia garbosa de los diplomáticos. Ingresaron al local donde hay carteles que dicen “Que se vayan todos”, o una frase del educador brasileño Paulo Freire: “El destino críticamente se reemplaza como proyecto”, “No al ALCA” y demás consignas de marchas y acciones en las que participó e impulsa la asamblea. El canciller se acercó a una nenita y le preguntó qué era el dibujo que estaba haciendo. “Un fantasma canchero” fue la respuesta no exenta del realismo mágico urbano que suele merodear por las asambleas. En otra mesa daban clases de matemáticas para el primario. “Yo siempre tuve dificultad con las matemáticas”, expresó De Villepin. “Entonces puede sumarse al grupo”, le indicó Ignacio, el profesor.
Para los vecinos de la asamblea, la presencia de De Villepin constituía también un problema. Sabían que su visita coincide con la discusión sobre aumentos tarifarios de las empresas de servicio privatizadas, algunas de las cuales son de capitales franceses, y si bien estaban agradecidos porla ayuda para el comedor, se veían en la necesidad de dejar en claro su posición al respecto. Discutieron mucho y finalmente delegaron la difícil misión en uno de ellos. “El 19 y 20 de diciembre salimos a la calle para terminar con un modelo económico que empobreció a los argentinos y enajenó a nuestro país –comenzó Santiago, o Santi, el elegido– y nos organizamos como asamblea porque entendimos que hasta los espacios políticos de participación estaban privatizados.” Y luego de agradecer la presencia de De Villepin y hacer una breve historia de las asambleas, señaló que “nosotros luchamos para que nuestro pueblo viva mejor y con dignidad y por eso nos parece muy importante lo que pase con las empresas de servicio privatizadas, porque fueron construidas con el sacrificio de nuestro pueblo para su servicio y creemos que deben mantener esa función con la más alta calidad y sin costos gravosos sobre nuestro pueblo”.
“Para mí es un placer visitar este lugar –respondió De Villepin de manera afable–, porque es una prueba, un testimonio de que de los momentos más difíciles de la historia es posible salir con fuerza y solidaridad, solidaridad entre ustedes y entre ustedes y nosotros: Argentina y Francia.” Los vecinos le iban a obsequiar un cuadro, pero no apareció cuando lo necesitaban, así que finalmente prometieron que se lo alcanzarían a la embajada.

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El ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Dominique de Villepin, en su visita de ayer a San Telmo.
 
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