SOCIEDAD › LA JUSTICIA INVESTIGA UN SERVICIO
PARALELO DE CIRUGIAS ESTETICAS EN EL FIORITO
A la mañana gratuito, por la tarde arancelado
A partir de la muerte de una paciente a raíz de una lipoaspiración, médicos del Fiorito denunciaron el uso irregular, en horario vespertino, de los quirófanos del hospital de Avellaneda para hacer cirugías estéticas.
Por Mariana Carbajal
Un gran escándalo sacude al Hospital Fiorito, de Avellaneda. A raíz de la muerte de una paciente, de 42 años, como consecuencia de una lipoaspiración saltó a la luz la presunta utilización de los quirófanos del hospital por la tarde para hacer cirugías estéticas. Según denunció a la Justicia un testigo de identidad reservada y el presidente del Consejo de Administración del Fiorito, Santiago Spadafora, las operaciones eran “aranceladas” y “abonadas” en mano a los médicos intervinientes y se practicaban “con insumos” del Fiorito a pacientes que “no ingresaban por los mecanismos establecidos por norma en el Hospital”. Esta organización “paralela” tenía lugar –detallaron en la denuncia– mientras “se postergaban” cirugías programadas de pacientes con enfermedades prioritarias por “falta de insumos y personal”. El caso está siendo investigado por el fiscal de Lomas de Zamora Oscar Acevedo, quien en los próximos días citará a prestar declaración testimonial a personal médico del centro de salud.
Tanto Spadafora como la Asociación de Profesionales del Fiorito denunciaron la existencia del “hospital paralelo” y otras irregularidades administrativas ante el Ministerio de Salud bonaerense, y responsabilizaron por ellas a la directora ejecutiva del Fiorito, Adriana D’Astek. Hasta el momento las autoridades sanitarias sólo ordenaron un sumario administrativo. El escándalo salpica al gobierno provincial. La gestión de D’Astek cuenta con el apoyo de tres integrantes del Consejo de Administración designados por el gobierno bonaerense, que son miembros de la familia Fiorito –ex dueña del Banco Quilmes–, y parientes cercanos del secretario general de la Gobernación y cuñado de Felipe Solá, José María González Fernández.
Consultada por Página/12, D’Astek negó todas las denuncias. “No son estéticas, son cirugías reparadoras”, respondió a este diario sobre las operaciones programadas durante la tarde, en un horario en el que habitualmente no se hacen en el Fiorito otro tipo de intervenciones quirúrgicas de acuerdo con diversos testimonios recogidos por este diario. También negó que los profesionales que las practican cobren honorarios, tal como denunció Spadafora en la UFI Nº 9 de Lomas de Zamora.
Sin embargo, “nunca antes hubo cirugías programadas por la tarde. Sólo se realizaban las de urgencia, que ingresaban por la guardia”, señaló a Página/12 Isabel Masso, presidenta de la Asociación de Profesionales del Fiorito. Según detalló, quien fue jefe de Cirugía General hasta hace un par de meses, Rafael Inzeo, “pidió permiso a la directora para practicar en horario vespertino operaciones programadas en su servicio, para achicar la lista de espera de más de doscientas personas, pero la respuesta que obtuvo fue negativa”. Spadafora precisó que las estéticas vespertinas vendrían practicándose desde hace casi dos años, pero habrían cesado a partir del revuelo que generó la muerte de Sara Margarita Gallo, el 6 de octubre último, y de la investigación que se abrió en la UFI Nº 9 de Lomas de Zamora para determinar las causas de su fallecimiento.
La muerte
Soltera, sin hijos, Sara Gallo tenía 42 años cuando ingresó al Fiorito el 1º de octubre para realizarse una cirugía correctora de su labio leporino. Era la segunda operación de una serie para reparar un defecto de nacimiento. La primera había sido en mayo en el mismo hospital. Pero a diferencia de aquélla, en ésta acordó someterse al mismo tiempo a una lipoaspiración de las piernas y una dermolipectomía o plástica del abdomen. Según su hermano, Alberto Gallo, los cirujanos plásticos que la atendían “la indujeron a hacerse una dermo y una lipo. ‘Aprovechás la misma anestesia, es una horita más’”, dice que le dijeron”. Quienes conocen el mundo de los consultorios de cirugía estética saben que frasescomo ésa suelen ser usadas por médicos inescrupulosos para convencer a las pacientes de hacerse alguna operación más y así aumentar su facturación.
Sara nunca fue dada de alta: falleció a los cinco días por una infección. Semejante desenlace llevó a su hermano, propietario de dos estaciones de servicio en Lanús, a presentarse a la Justicia el mismo día de su muerte para pedir que se investigue si hubo mala praxis en la atención de la mujer. En el marco de esa causa, el 3 de noviembre se presentaron Santiago Spadafora, presidente del Consejo de Administración del Fiorito, también designado en ese cuerpo colegiado por el gobierno provincial, y un testigo de identidad reservada. Ambos dieron cuenta de la existencia de “un sistema paralelo hospitalario” en el marco del cual habría sido operada Sara. Estos testimonios derivaron en otra investigación en manos del fiscal Acevedo: la presunta malversación de caudales públicos por el supuesto uso irregular de los quirófanos para hacer estéticas, por fuera del circuito administrativo legal del Fiorito.
Habitaciones VIP
Alberto Gallo todavía no puede creer que su hermana haya muerto como consecuencia de una cirugía estética. Ya pasaron más de tres meses, pero mantiene fresco el dolor de la pérdida. “En ese momento me llamaron la atención varias cosas. Después fui atando cabos”, contó a este diario, en una pequeña oficina pegada a la estación de servicio que la familia explota hace 50 años en la esquina de Lavalleja y Moreno, en Lanús Oeste.
Con la incorporación de las dos estéticas en el mismo acto quirúrgico, dice Gallo, cambiaron varias cosas en relación a la primera operación a la que Sara se sometió en mayo:
- El horario de la intervención: fue programada para la tarde (a las 15.30) y no a la mañana como la primera. “Por la tarde se veía que sólo entraban las urgencias y funcionaba la guardia”, recordó.
- La rapidez con que consiguió una cama para internarse cuando aceptó hacerse las cirugías estéticas: “Cuando le ofrecen la dermolipectomía y la lipoaspiración y las acepta aparece la cama. Si se hacía la operación de labio leporino solamente, los pasos eran mucho más lentos”, señaló.
- La forma cómo ingresó Sara al hospital: “Entró directamente al quirófano. No pasó por la mesa de entradas como la primera vez”.
- Las características de la habitación asignada: “Le adjudicaron la 121. Está en un pabellón hecho a nuevo. La habitación parecía de la Clínica Bazterrica, estaba empapelada, tenía el baño completamente nuevo. Era para dos personas nada más. A mí me operaron en el Sanatorio Mitre y no tuve un cuarto tan lujoso. En la primera operación le tocó una habitación común de hospital, vieja, con azulejos viejos en las paredes, para cuatro personas, separadas por biombos de madera viejos”, describió. Consultado por este diario, Spadafora confirmó la existencia de “habitaciones VIP asignadas discrecionalmente a los pacientes de cirugía estética”. Isabel Masso, presidenta de la Asociación de Profesionales del Fiorito, dio a Página/12 otros detalles: “Nos ha pasado que no hay camas (para otros pacientes) y esas no se abren”. Justamente, una semana atrás un diario zonal de Avellaneda dio cuenta del caso de un joven que denunció que perdió la fecha para una operación en el Fiorito por no tener cama “cuando hay varias habitaciones VIP vacías”. En el hospital confirmaron que esos cuartos son 32 en total, agrupados en el pabellón Aráoz del Fiorito.
- El arancel de la operación: “Para el labio leporino nunca pagó”. Según pudo saber este diario, Sara ingresó al quirófano con un bolso con dinero, unos 1500 pesos, supuestamente para abonar las estéticas. A su hermano no le consta que haya pagado. Pero el dinero no lo vio más. Obviamente, tampoco encontró ningún recibo.
La pantalla
“Una operación que debía durar dos horas y media, según nos habían informado, duró seis horas y media. El médico le había dicho que le daban de alta al día siguiente”, señaló Alberto Gallo. Pero las cosas se complicaron. A poco de salir del quirófano, Sara tuvo fiebre alta (llegó a 41 grados) y se descompuso: tuvo taquicardia, presión baja, diarrea, se quejaba de dolor abdominal y tenía dificultades para respirar, describió Alberto. El 3 de octubre, a dos días de la operación, fue trasladada de urgencia a la Unidad de Terapia Intensiva. Sus familiares pidieron una interconsulta con el equipo médico del infectólogo Daniel Stamboulián. La infectóloga que la vio, doctora Vázquez, les dijo que “el foco infeccioso estaba en el estómago” y que “de seguir así iba directo a la muerte”, según consta en la denuncia judicial. El cuadro se agravó. Sara nunca se recuperó.
Según su hermano, no recibió la atención médica adecuada. “Era como que ella no estaba en el hospital”, comentó. Una fuente del Fiorito señaló a Página/12 que la habitación asignada a Sara estaba fuera del circuito habitual de controles médicos y que esa situación pudo haber influido en una atención tardía de su infección.
Sara fue operada por Marcelo Mackfarlane (el labio leporino) y María Elena González Biancardi (las estéticas), dos médicos del equipo encabezado por Claudio Angrigiani, un reconocido cirujano plástico especializado en microcirugía, que está a cargo del servicio de Plástica del Fiorito. “El servicio de Plástica nunca hizo cirugías estéticas”, aseguró a este diario Masso, titular de la Asociación de Profesionales del Fiorito y como tal, integrante del Consejo de Administración del Hospital, conformado por un total de siete miembros (ver aparte).
En 1998, D’Astek y Angrigiani pusieron en marcha el Programa Integración Rotaplast 4910 con el aval del entonces ministro bonaerense de Salud, Juan José Mussi, y el apoyo del Rotary Club, por el cual desde el Fiorito se empezaron a practicar intervenciones quirúrgicas a niños y adolescentes con fisura de paladar, labio leporino, secuelas de quemaduras y deformaciones maxilofaciales. Desde entonces un equipo médico encabezado por Angriagini ha realizado ese tipo de operaciones reparadoras en forma gratuita en distintos puntos del país. Según Spadafaro, el “servicio paralelo de estética” se habría creado bajo la pantalla del programa solidario de cirugías reconstructivas.