EL PAíS › OPINION

Derechos humanos o “relaciones carnales”

Por Atilio A. Boron *

La reciente votación en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas agrega una nueva página de deshonra para los paladines de la democracia y la libertad, al postrarse ante las órdenes de Washington y respaldar la iniciativa –planteada por un gobierno de una tradición democrática tan ejemplar como Honduras– para “condenar” a Cuba. Aparentemente Estados Unidos se salió con la suya: la votación terminó con 22 votos a favor de su propuesta, 21 en contra y 10 abstenciones. Un muy elemental análisis político demuestra que en realidad la propuesta presentada por el sirviente del Tío Sam –recuérdese que el año pasado ese triste honor le correspondió al inimputable Jorge Batlle, del Uruguay– fue derrotada, porque la mayoría no acompañó la iniciativa.
Para obtener este resultado Bush exigió con un descaro pocas veces visto en la arena internacional el apoyo a la propuesta “hondureña”. Muchos gobiernos no se dejaron intimidar y votaron a conciencia. Lamentablemente, en América Latina sobraron las muestras de genuflexión. La Guatemala de cien mil muertos y desaparecidos sin un solo militar condenado votó contra Cuba. Lo mismo El Salvador de las matanzas indiscriminadas, seguro refugio de los asesinos de monseñor Romero y de miles de inocentes. O la Honduras que atiende la salud de su población gracias a los miles de médicos cubanos que trabajan gratuitamente en esas tierras indiferentes. Pero sin duda la indignación se agiganta ante los casos de Chile y México, países que por su gravitación podrían haber adoptado una conducta decente ante la prepotencia norteamericana. Es cierto que poco se puede esperar de Vicente Fox, que preside el gobierno más pronorteamericano de la historia de México. Pero había razones para esperar un gesto de dignidad del gobierno de la Concertación en Chile. ¿Cómo olvidar que Salvador Allende, ese dignísimo y valiente presidente socialista, murió en La Moneda rodeado de un puñado de cubanos? Y fue Cuba la que, haciendo caso omiso de las restricciones económicas impuestas por el bloqueo, acogió a los miles de chilenos que tuvieron que abandonar su país para salvar su vida. La ingratitud no es buena consejera en los asuntos internacionales, y eso debería saberlo el gobierno chileno.
De todos modos, estos campeones de los derechos humanos gozarán de una oportunidad para enmendar su conducta. Esta semana en la misma Comisión de la ONU se votará una iniciativa cubana proponiendo la condena a los Estados Unidos por el criminal tratamiento otorgado a los prisioneros capturados en Afganistán y aherrojados en la base de Guantánamo. Ahí se verá si los severos jueces que condenaron a la isla se atreven a hacer lo mismo con los Estados Unidos, ante una situación que constituye un atropello ético, jurídico y político sin precedentes. ¿Tendrán la dignidad y valentía suficientes como para condenar al imperio? ¿O prevalecerán las “relaciones carnales”, develándose de este modo el carácter absolutamente hipócrita de su preocupación?

* Politólogo. Profesor de la UBA y secretario ejecutivo de Clacso. Autor, entre otros libros, de Estado, capitalismo y democracia en América latina.

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