EL PAíS › OPINION

Lariz Iriondo, en Libertad

 Por Osvaldo Bayer

Anteayer, en los oscuros juzgados de Comodoro Py se escucharon gritos de alegría, viva la Libertad y cánticos libertarios. El juez Bonadío le dio la libertad al vasco Lariz Iriondo, preso desde siempre, y le dio un rotundo no a la Justicia española y a su ministro socialista.
El juez, en más de tres horas, explicó todo, para que no quedara ninguna duda. Las acusaciones vencidas por el tiempo y las que todavía podían tener vigencia, rechazadas por versiones dudosas del juez Garzón. Lo vimos al juez Bonadío desandar todos los caminos y citar todos los códigos y los artículos de las leyes. Mientras el preso lo seguía con ojos de esperanza y miraba cada diez segundos a su mujer, que esperaba emocionada. Quedó latente en la gente el espíritu exigente de los españoles, su rabia a los vascos –a todos, sin excepción, los que son y los que no son– y su oficio de mandar, aprendido en el largo período de las colonias. Además las acusaciones de torturas y malos tratos ejercidos en los últimos tiempos por la policía hispana. De todo se habló, de todo se trató, en el larguísimo discurso jurídico. El público todo nervios hasta que se oyó: “por lo tanto no se hace lugar al pedido de extradición de la Justicia y el gobierno español”. El vasco, que había entrado con boina, al estrado donde fue juzgado, miró al público y sonrió, incrédulo. El abogado defensor, el “negro Suárez”, tuvo que secarse unas lágrimas. Como todos. La Argentina se abría a los libertarios perseguidos. La gente se paró mientras la policía de siempre manoseó las armas. No, nada más que eso, la alegría inmensa de ver a un amigo y conocido volver a la libertad, volver a ver el cielo sin rejas. La Argentina, de país de desaparecidos, a eso, un juzgado donde no se llevaba por órdenes y mandatos sino por una interpretación diferente. ¿Bonadío? Sí, Bonadío. Algunos creyeron que habían malentendido el veredicto. Pero era así. Libertad para Josu Lariz Iriondo. Todos los brazos se abrieron cuando él pudo marchar hacia el público. Y cuando salió a la calle, lo primero que hizo fue a ir a visitar la Casa de las Madres.
Allí hubo abrazos largos y sentidos. Y se escuchó otra vez la palabra Libertad. Tan rara de oír en las últimas décadas en esta tierra de pampas sin horizontes.

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