EL PAíS › LA POLICIA FEDERAL DETUVO A LOS SECUESTRADORES Y LIBERO A LA MUJER RAPTADA
Un final sin pago y con la víctima sana
Por primera vez luego de las instrucciones presidenciales de presionar a los secuestradores una vez producido el rapto, una de las tres fuerzas federales de seguridad interceptó el pago y luego liberó en Escobar a Roxana Elizabeth Yevara, secuestrada el viernes.
Por Raúl Kollmann
El rescate de Roxana Elizabeth Yevara, la mujer secuestrada en el barrio de Once y liberada por la mañana tras varios operativos policiales en Escobar, anoche seguía levantando una enorme polvareda. El fiscal Jorge Alvarez Berlanda y la Policía Federal impidieron el pago del rescate, detuvieron a una parte de la banda mientras tenían a Yevara cautiva y terminaron irrumpiendo en la casa de Escobar donde la mujer estaba maniatada. Esa estrategia, respaldada por el presidente Néstor Kirchner la semana pasada, apunta a no esperar el final de las negociaciones entre familiares y secuestradores y a detener a cualquier integrante de la banda lo antes posible, aun si siguen teniendo a la víctima del secuestro en su poder.
El caso tuvo ribetes muy crueles. Una de las pruebas de vida fue un video enviado a la familia de Yevara en la que la mujer aparece siendo golpeada reiteradamente con un palo de escoba. La segunda prueba de vida también fue dramática: Yevara fue puesta al teléfono llorando mientras imploraba que no la mataran. Según los investigadores, el secuestro tiene una historia detrás. Dijeron a Página/12 que el trasfondo es que existirían dos grupos que podrían conocerse entre sí y desarrollar una disputa todavía no aclarada. Alegan que la madre de la secuestrada, de origen boliviano, habría estado presa por venta de estupefacientes y, además, tenía un puesto en la feria de La Salada. Entre los detenidos, diez del total de doce son peruanos.
“Igual, estas son informaciones que hay que tener en cuenta, pero de ninguna manera hacen que un secuestro sea diferente de otro y que se confundan secuestrados con culpables”, aclaró uno de los protagonistas de la pesquisa ante la consulta de si no corría el riesgo de culpabilizar a una víctima.
Roxana Yevara fue abordada el viernes cuando salía del supermercado Coto cercano al Abasto. Los investigadores aseguran que el grupo de origen peruano y el de origen boliviano vivían en esa zona y se conocían. Inicialmente, la familia de Yevara, argentina nacida en Salta, de padres bolivianos, no hizo la denuncia, pero el sábado recibieron la indicación de que frente al Hospital Británico podían encontrar un video como prueba de vida. En la macabra filmación aparece Yevara llorando a los gritos, maniatada y con los ojos vendados, mientras recibía golpes con un palo de escoba. Después de ver el video, el domingo, la familia de la secuestrada resolvió hacer la denuncia, en la que intervino el fiscal Alvarez Berlanda y la División Antisecuestros de la Policía Federal, que para el caso puso a cargo al comisario Raúl Britez, bajo la supervisión del titular del área, comisario Francisco Coppola. Inicialmente la familia de Yevara sostuvo que les pidieron 500 mil dólares de rescate más una cantidad de cocaína. Los investigadores no creen demasiado en esta versión porque se trata de una suma sideral. En cuanto al inusual pedido de cocaína, serviría en la línea de mezclar actividades de narcotráfico.
A partir del domingo se produjeron varios llamados al celular del marido de la secuestrada y finalmente se acordó el pago de 80 mil pesos. Los familiares de Yevara fueron sometidos a una especie de sistema de postas. Los secuestradores les ordenaron que fueran al Obelisco. De allí tuvieron que trasladarse a Córdoba y Callao. Luego de nuevo al Obelisco. Después caminaron por Corrientes hacia Once. El pago se haría en la plaza, frente a la estación de trenes.
Pero en ese momento la Policía Federal y el fiscal, que venían supervisando todos los movimientos, detectaron dos vehículos que aparecían en las sucesivas postas: un Ford K y una camioneta Grand Cherokee. El fiscal ordenó la detención, lo que se logró allí mismo, tras un intercambio de disparos con los que estaban en el Ford, y en Constitución con los que huyeron en la camioneta. El fiscal Alvarez Berlanda de inmediato ordenó los allanamientos de los domicilios de los detenidos, donde la policía dijo haber apresado también a algunos de los encargados de la negociación telefónica. Uno de los detenidos condujo la investigación hasta la quinta Tunquelén en Escobar. El fiscal dictó la orden de allanamiento y los efectivos liberaron a la mujer, muy golpeada, a las 7.30 de ayer.
Los investigadores seguían anoche en la búsqueda de los elementos que explicasen el trasfondo de esta historia. Desde ya, se daba por probado el enfrentamiento entre dos grupos que se conocían. Además figuraban los dos datos sobre la madre de Yevara. Uno, que tenía un puesto en La Salada, la feria que motivó violentos enfrentamientos el mes pasado. El otro, que había estado detenida por seis meses en Morón por un caso de venta de drogas. Esto, según la Justicia, orienta la sospecha de que el secuestro podría estar motivado en alguna deuda, una disputa por espacios o un vuelto en una operación.
Las características del caso quedan a la vista con otro elemento: la mujer estaba cautiva en una quinta en la que algunos integrantes del grupo peruano vivían desde hace tiempo. En lugar de tener lo que se conoce como aguantadero se los llevaron a su propia casa, lo que señalaría la escasa profesionalidad de la banda. A ello hay que agregar que el pago de un rescate en Plaza Once tampoco es típico las organizaciones de secuestradores.
Pero el caso de ayer pone también sobre el tapete la estrategia respecto de cómo combatir los secuestros. Desde hace rato existe una polémica entre los dos métodos planteados:
u Por un lado, están quienes sostienen que debe permitirse a la familia negociar con los secuestradores, no interferir en el pago, hacer un seguimiento de todo lo que pase, esperar que la víctima sea liberada y recién después actuar deteniendo a los responsables. Juan Carlos Blumberg es uno de los adherentes a esta postura, ya que considera que a su hijo lo mataron después de que un grupo de la SIDE y la Bonaerense le disparó al auto en el que iban los secuestradores a cobrar el rescate. El criterio es que esta estrategia es la que más cabalmente garantiza la vida del secuestrado, aunque todos reconocen que tiene varios puntos débiles, entre ellos que los secuestradores cobran el rescate –en la mayoría de los casos no se recuperó– y ello les permite financiar el siguiente golpe. Quienes respaldan esta estrategia dicen que lo que hay que corregir, y que tiene que ver con el mal funcionamiento policial, es justamente que los secuestradores después se escapen con el dinero. Es más: existe la sospecha de que efectivos policiales podrían haberse quedado en algunos casos con el dinero del rescate a cambio de dejar escapar a los secuestradores.
u La otra estrategia es la que se llevó adelante ayer, con la salvedad de que cualquier paso debe contar con la orden del fiscal. Se trata de detener lo antes posible al primer integrante de la banda que aparezca en escena, ya sea cuando está en plena negociación o en el momento del pago del rescate. La teoría es que la banda, presionada por esa detención, prefiere liberar al secuestrado, no cargar con un homicidio tan grave –la pena es de reclusión perpetua– y fugarse para tener la oportunidad de planificar otro secuestro sin la policía siguiéndole los pasos. Esa teoría probó su eficacia en tiempos del fiscal Jorge Sica, incluso con la arriesgada operación en la que se irrumpió en la quinta donde tenían cautivo al padre de Jorge “Corcho” Rodríguez. Sin embargo, el caso Blumberg cambió los criterios, porque Axel fue asesinado después del intento de detener a los secuestradores.
Quienes defienden igualmente esta estrategia creen que a Axel no lo mató la banda del Oso Peralta por el tiroteo sino porque los secuestradores estaban totalmente drogados y el joven se les escapó luego de verle la cara a alguno de ellos.La Policía Federal actuó a la ofensiva luego de que la semana pasada el Presidente Néstor Kirchner instruyó a las fuerzas federales a no esperar “en medio de la pasividad” la solución de los secuestros una vez que se produzcan. Kirchner reclamó maniobras de cerrojo y luego presión sobre los captores, aunque en ningún momento ni los funcionarios políticos ni los jefes de las fuerzas de seguridad establecieron una doctrina única y detallada para todos los casos.
El debate no termina allí. Están quienes dicen que si en el caso Blumberg no hubieran disparado contra aquel auto, los secuestradores habrían cobrado el rescate y Axel estaría con vida. Por el contrario, los que creen que hay que actuar deteniendo a la banda, aunque tenga al secuestrado aún cautivo, insisten en que cualquier víctima de secuestro está en peligro de que lo maten simplemente si ve la cara de un secuestrador. Además, argumentan, se cortaría la secuencia de esa banda hacia el siguiente secuestro. “Tenemos que probarles que no pueden hacer negocio con los secuestros”, afirmó ayer cantando victoria uno de los responsables del operativo de la Federal.
Los especialistas, sin embargo, se resisten a los modelos homogéneos y excluyentes. “Hay que ver en cada caso”, aseguran. Estos especialistas evalúan que en un caso como el de ayer era mejor actuar por dos razones: la banda no era profesional y, además, estaba sometiendo la víctima a terribles sufrimientos. En otros casos, en cambio, habría que actuar con mayor cautela, asegurarse de tener ubicados a los secuestradores y recién detenerlos cuando hayan dejado libre a la víctima. Se trata .-dicen-. de respetar también lo que pide la familia, que es evitar de la mejor forma posible el riesgo para el secuestrado.
Anoche, Roxana Yevara, shockeada y golpeada, dormía en su casa tras cuatro noches en cautiverio. La polémica sigue. Y la investigación también.