EL PAíS › OPINION - LA POLITICA, LA JUSTICIA, LA SOCIEDAD FRENTE A LA TRAGEDIA
Combatiendo en Capital
Mientras la sociedad discute, la política se reacomoda. Un choque de culturas autóctonas en el gobierno de la ciudad. Los consejos de Kirchner a Ibarra. Una mirada al expediente judicial. Y algunas reflexiones sobre gobernabilidad, derechización y otras palabras largas.
Por Mario Wainfeld
Las secuelas más inmediatas y brutales del incendio de República Cromañón no han cesado ni lo harán durante largo tiempo. El número de víctimas fatales puede no ser definitivo, pues quedan muchos heridos en estado desesperante. Los psicólogos que atienden a deudos y sobrevivientes comentan que –literalmente– miles de personas afectadas bien de cerca tendrán padecimientos presentes y futuros requirentes de atención especializada. Distintos tramos de la sociedad elaboran como pueden el duelo y el trauma. Por lo visto, hasta ahora, son los jóvenes y el mundo del rock quienes están más cerca de una introspección madura. El escenario político en estos días parece haber alejado la (perversa e innecesaria) amenaza de la crisis institucional, pero sigue adeudando respuestas que estén a la altura de las pérdidas. Una semana es un corte arbitrario para analizar la evolución de un tema cuyas implicancias se perpetuarán. Con esa salvedad, inevitable, vayan a cuenta algunos apuntes sobre estos días.
u Consejos de un aliado: El gobierno nacional acompañó a Aníbal Ibarra desde el comienzo. El presidente Néstor Kirchner, a quien le parecía un riesgoso retroceso una crisis institucional, en la Capital volvió a reunirse con el jefe de Gobierno este miércoles. En diálogo cordial, Kirchner brindó un par de consejos. El primero es presentarse pronto en la Legislatura a debatir sobre la tragedia. El Presidente admitió la (discutible) movida de Ibarra para rechazar la interpelación el 7 de enero, pero piensa que “Aníbal debe dar la cara”, quizá antes de que termine enero. Kirchner explica que Ibarra tiene argumentos para esgrimir. Y agrega que las encuestas demuestran que quienes –como Mauricio Macri y Patricia Bullrich– quisieron pulverizarlo sufrieron un altísimo rechazo ciudadano.
Ibarra anticipó anteayer en conferencia de prensa que analiza cuándo y cómo presentarse ante el Parlamento local sin dar otras precisiones.
La otra sugerencia presidencial fue de ir retomando la gestión y de ir enriqueciendo la agenda ciudadana no con explicaciones sobre la tragedia sino con nuevas medidas útiles para los vecinos. El gabinete de Ibarra piensa muy parecido.
u Choque de culturas: “Es un choque de culturas”. La frase del sociólogo norteamericano Samuel Huntington, repetida con asiduidad en la Jefatura de Gobierno porteño, no alude ahora al conflicto entre el Islam y el capitalismo avanzado sino a las diferencias entre Juan José Alvarez y casitodo el equipo de Aníbal Ibarra. No es simple el trato entre “progresistas” de la Capital y un peronista bonaerense.
Alvarez centró en sí casi todas las cámaras, lo que desvió la atención pero puso en estado de alerta a la gente de Ibarra. La condición de “interventor” atribuida al duhaldista desde el peronismo encolerizó y puso en guardia a los ibarristas. Hubo durante estos días, cuentan fuentes cercanas al jefe de Gobierno y a su colaborador más prominente, discusiones fuertes acerca del rol de Alvarez y su protagonismo. Incluso, en un par de ocasiones Alvarez amenazó con presentar su renuncia, sin que la sangre llegara al río. Como informó ayer Página/12, Raúl Fernández, jefe de Gabinete de Ibarra, es el principal interlocutor cotidiano de Alvarez; ambos han compartido varias cenas en estos días de fronda. La conferencia de prensa conjunta del viernes buscó ser un gesto consensual para demostrar que esa etapa borrascosa ha terminado. Los ibarristas creen que se está corriendo esa página. El tiempo determinará la validez de ese veredicto.
En la Casa Rosada observaron con poco agrado la hiperquinesis de Juanjo en estos días, su hiperexposición mediática. “Claro que desde acá quisimos tirar un ancla para la situación de Ibarra –explican cerca del jefe de Gabinete, Alberto Fernández–, pero ese ancla no es Juan José Alvarez individualmente sino el apoyo de Kirchner y Duhalde.”
De todos modos, a ambos extremos de la Plaza de Mayo se lee que esta semana se descomprimió bastante la situación política.
u Good bye, Cafiero: Propugnar el traslado de la Policía Federal y los bomberos a la competencia del gobierno porteño fue una de las primeras declaraciones de Alvarez. Se trata de una necesidad entorpecida por la taimada política del peronismo que siempre buscó debilitar al gobierno de la Capital. Pero, andando los días, el viejo sentido común parece impregnar aun a las huestes de Ibarra, Alvarez incluido. Desde la Rosada se les vino advirtiendo de las dificultades que causaría zamarrear ese reclamo, odioso a la Federal y a los gobernadores peronistas, en un año electoral. Así las cosas, lo más factible es que la discusión se circunscriba al cuerpo de bomberos. Un paliativo que no soluciona un entuerto esencial que empobrece las posibilidades de gobernar de veras Buenos Aires.
u La causa judicial: Con un desusado perfil bajo, la jueza María Angélica Crotto avanza en la instrucción de la etapa sumarial. Hasta ahora no citó a funcionarios. Algo sensato, pues es lógico ir armando la causa para interrogarlos cuando haya (si es que hay) un caso consistente en su contra. Crotto, dicen funcionarios nacionales que siguen con interés el expediente, se ha mostrado eficiente y da la impresión de llevarse bien con el fiscal del caso. La magistrada no ha dialogado, cuentan en Gobierno, con funcionarios nacionales ni locales, aunque sí ha pedido apoyo del Ministerio de Justicia para bucear en el insondable universo de las empresas off shore.
u La anomia y la responsabilidad: El espectro del “que se vayan todos” sigue sobrevolando al punto de distorsionar a veces las lecturas políticas. En estas horas se habla, en surtidos despachos oficiales, de canibalismo político y hasta de anomia social, quizá con demasiada frecuencia. El panorama general aconseja no exagerar.
La reacción de los deudos y allegados a las víctimas ha sido ejemplar. Las movilizaciones son mayoritariamente pacíficas y conmovedoras. Según las encuestas, aun las que midieron percepciones demasiado en caliente, “la gente” nunca llegó a pedir mayoritariamente la renuncia de Ibarra (sin contar que no es lo mismo hablar con un encuestador que votar). Una parte importante del espectro político (Elisa Carrió y Ricardo López Murphy para empezar) se mostró extremadamente cauta. Sólo el macrismo (valdría puntualizar que ni siquiera en su totalidad) y algunas fuerzas de izquierda buscaron, por un rato, pescar en río revuelto.
Muchas voces de la sociedad se interrogan y se reprochan por la falta de respeto a la vida, por el desdén a las reglas, por algunas tendencias de la cultura de la noche. Cunde la admisión de que lo de Cromañón tuvo múltiple causalidad, que se resume en la desaprensión criminal de Omar Chabán, la insensatez de quien arrojó la bengala y la carencia de control mínimo por parte de las autoridades. Pero es ostensible que un factor que fue central en la magnitud de la tragedia, la puerta de emergencia clausurada, alude sólo a la (ir)responsabilidad del empresario y de las autoridades.
Los gobernantes no pueden prevenir todas las conductas arriesgadas o delictivas de los ciudadanos y sería una injusticia exigírselo. Pero, en un país donde ocurrió lo de la Puerta 12 y donde proliferan los empresarios truchos, el Estado no puede ignorar el riesgo de no controlar, in situ, la desidia o la perversión de empresarios previsibles en su desidia y perversión. El Estado no puede presumir a priori que todos tendrán conductas delictivas, más vale. Pero frente a violaciones conocidas y recurrentes, tampoco puede proponerse como el cornudo que es el único en no enterarse.
La judicialización de la política y el canibalismo, dos riesgos argentinos, dan la traza de estar bajo control. La calidad del sistema democrático para proponer respuestas y cambios que guarden alguna proporción con la magnitud de la tragedia está por verse.
u ¡Vista a la dere... cha!: “Preocupa –confiesa un ministro de la nación– que cada crisis se resuelva con giros a la derecha”. En el caso que nos ocupa, alude a la entrada del duhaldismo a Capital y también al giro del debate público sobre controles, límites. Crecen reproches a la cultura juvenil, sus códigos, sus ritos, sus desafíos, su desaprensión, su creatividad. El Presidente deslizó ante sus allegados más cercanos una prevención: “La derecha quiere avanzar, imponiendo límites a la cultura de los pibes. Hay que evitar esa avanzada. Lo que tenemos que hacer es garantizar seguridad, pero no dejarnos arrastrar a las prohibiciones y limitaciones”. Algo válido de señalar y arduo de lograr.
Lo cierto es que el actual gobierno nacional viene haciendo equilibrio entre un intento de politización de la sociedad, con una agenda progresista en la mano y una gobernabilidad en la que tiene como aliado al peronismo, al duhaldismo en especial. Se trata de una combinación bien dialéctica, que alberga en su interior contradicciones y hasta antagonismos.
Apremiado por las circunstancias, el transversal Aníbal Ibarra debió ir en pos de una gobernabilidad análoga, algo que da que pensar acerca de tendencias, si no inexorables, potentes. Habrá que ver cómo resulta en Buenos Aires esa alquimia que, por ahora, Kirchner controla sin que le estalle entre las manos.