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“Jugar con la vieja política salió mal”

La derrota de Figueroa quedó anoche huérfana de figuras nacionales. El oficialismo se mantuvo al margen de Santiago, aunque en privado crecían las quejas por la candidatura de Figueroa.

 Por Martín Piqué

El triunfo del radical Gerardo Zamora en Santiago del Estero alteró los planes del Gobierno, que imaginaba una victoria en el primer test electoral del año. En la Rosada querían acompañar el canje de la deuda externa con otro triunfo, para generar un efecto dominó sobre el resto de las provincias. No pudo ser. Anoche, mientras el Correo confirmaba la victoria de Zamora, no había demasiados funcionarios de primer nivel con ganas de meterse en el escenario santiagueño. La derrota peronista, más amarga por ser la primera elección del año, abrió una discusión sobre la elección del candidato, la forma en que éste realizó la campaña y el compromiso que mostró el Ejecutivo. Además, la victoria de Zamora no permite mostrar el final de una etapa, como soñaron alguna vez en la Rosada: el vencedor es un dirigente muy permeable al empresario Néstor Ick, principal factor de poder económico del caudillo Carlos Juárez. “El experimento de jugar con la vieja política salió mal”, se lamentó ante Página/12 un funcionario del oficialismo que siguió de cerca el proceso santiagueño.
En la última semana y media, casi todo el Gabinete había visitado Santiago para fortalecer las chances de José “Pepe” Figueroa. Desde el ministro de Salud, Ginés González García, hasta el vicepresidente Daniel Scioli. Sin embargo, y a pesar de que se sabía que Figueroa necesitaba descontar una ventaja inicial, Néstor Kirchner nunca viajó. Fue una decisión sugestiva, que el Presidente dedica a los candidatos que no terminan de gustarle. Por su condición de menemista declarado, Figueroa no terminaba de encajar en el estilo K. Pero la posibilidad de ganar –y la garantía que los senadores y diputados electos votarían las iniciativas del Gobierno– terminó pesando en la bendición de Figueroa.
Luego de que Zamora festejara su victoria, en el Ejecutivo comenzaron las especulaciones. Los análisis, compartidos con la intervención de Pablo Lanusse, intentaban explicar la derrota en una provincia históricamente peronista. Algunos recordaban que hace tres semanas, Figueroa estaba 24 puntos por debajo de Zamora en las encuestas. Las conclusiones eran que a pesar de la buena imagen de Kirchner, la “nacionalización” del comicio no había alcanzado para que Figueroa lograra seducir a los sectores medios de la capital provincial y de La Banda. “No sé si tuvo el discurso que la sociedad estaba buscando. Zamora fue más prolijo”, analizó un miembro del Gobierno desde el lugar de los hechos.
Algunos datos sorprendieron al Ejecutivo. Hasta el cierre de esta edición, el peronismo parecía perder en Termas de Río Hondo –enclave justicialista– y en Suncho Corral, de donde es oriundo Figueroa. También había sospechas acerca del acompañamiento del resto del peronismo. En la intervención se quejaban porque el peronista que había perdido en las internas, Roberto Cantos, un empresario muy cercano al gobernador de Salta Juan Carlos Romero, había favorecido a Zamora a través de su multimedios. Cantos es el propietario del periódico Nuevo Diario y de la radio LV 11. “Hasta ahora Figueroa está sacando menos votos que los que sacó en la interna. Es como si Cantos hubiera mandado a votar por Zamora”, advertían desde la capital santiagueña, pura suspicacia.

Lo viejo o lo nuevo

El triunfo de Zamora reavivó las diferencias que existían en el Gobierno acerca de la política a seguir con el Santiago post-Juárez. Con el resultado puesto, algunos funcionarios se lamentaban por no haber presentado un candidato que se diferenciara más del pasado. En los días previos a la frustrada asamblea constituyente algunos miembros de la intervención habían pensado en un candidato “joven” y que tuviera más sintonía con el estilo K. Entre los nombres barajados estuvo Osvaldo Ríos Olivero, candidato a intendente de La Banda. La idea entusiasmaba a dos miembros de la intervención, Luis Ilarregui y su sucesor, Daniel Gurzi,hombre del ministro Aníbal Fernández. Pero ambos se pelearon con el interventor y se volvieron a Buenos Aires. La candidatura no prosperó por falta de apoyo pero también porque Ríos Olivero recibió acusaciones de pedir dinero para la campaña a los comisionados municipales.
En ese momento Pablo Lanusse no quiso bendecir al candidato. Y tiempo no tuvieron porque la Suprema Corte no aceptó que las elecciones fueran en octubre. Además, tampoco había garantías de que el Congreso aceptara ampliar el mandato de la intervención. Eso obligó a Lanusse a convocar a elecciones antes del 23 de marzo. El Gobierno, entonces, se vio obligado a elegir entre las opciones políticas existentes: Zamora o Figueroa. Al principio hubo apoyo para ambos. El propio Lanusse imaginó una fórmula encabezada por Zamora y secundada por un peronista.
El problema fue que el radical aparecía muy cercano del chaqueño Angel Rozas. En las últimas semanas Rozas había instado a sus correligionarios a endurecer su posición hacia Kirchner. Entonces apareció otra opción, impulsada por uno de los “operadores en las sombras” del PJ: el mendocino Juan Carlos “Chueco” Mazzón. Como ya había hecho en otras provincias, Mazzón proponía fortalecer lo existente dentro del PJ, aun con el riesgo de apuntalar un perfil ideológico opuesto al de Kirchner. Menemista confeso, ex secretario de Acción Social del riojano, Figueroa era el único peronista con posibilidades de ganar que se había enfrentado con Juárez. Por otro lado, “Pepe” había logrado un acuerdo con Humberto Salim, otro peronista e intendente de Frías, quien a su vez había cosechado el apoyo de los intendentes del PJ. Pero no alcanzó.

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El primer festejo de Gerardo Zamora, a las diez de la noche, cuando las proyecciones confirmaban la boca de urna del consultor Enrique Zuleta.
 
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