EL PAíS

POLEMICA VILMA IBARRA-HORACIO VERBITSKY

Vilma Ibarra.
“Pido disculpas”:

“Según afirman periodistas que trabajaron estrechamente con Horacio Verbitsky y que pidieron reserva de su nombre, éste es un rufián de la pluma dispuesto a venderla por dinero, y algo de reconocimiento público.”
Yo me pregunto qué pensaría o qué sentiría Verbitsky si algo semejante publicara Van der Kooy, Joaquín Morales Solá o algún otro editorialista, un domingo, en un conocido matutino. Así, sin más.
Sé que varios colegas que trabajaron con Verbitsky afirmarían tal cosa. Yo, sinceramente, creo que no es cierta. Pero estoy segura que ni Morales Solá, ni Van der Kooy, ni ningún editorialista serio sería capaz de escribir semejante barbaridad en forma tan liviana.
Sin embargo Verbitsky, en su editorial del domingo, no tuvo empacho en escribir que “según ex íntimos colaboradores de Ibarra que pidieron reserva de su nombre” (consagrando anonimato, cobardía e impunidad), yo manejaría, junto con otros, supuestas “cajas negras de la ciudad”. O sea, que yo sería una delincuente, una ladrona, una recaudadora. Eso dijo Verbitsky de mí, escudado en supuestos ex colaboradores de Ibarra que pidieron reserva de su nombre.
¿Habrá registrado una cuenta en Suiza a mi nombre? ¿Habrá encontrado suculentas cuentas bancarias que me pertenecen? ¿Habrá observado que mi nivel de vida se volvió exorbitante? ¿Que armé una estructura política enorme, con locales y clientela? ¿Que mis declaraciones juradas tienen datos falaces que esconden fortunas mal habidas?
Lo cierto es que allí me vi, en el editorial de Horacio Verbitsky, tratada de ladrona. Que el dolor no me impida ser clara. Horacio Verbitsky ha cometido una acción deleznable. Ruin. ¿De qué debo defenderme? ¿De un insulto lanzado en el anonimato por ex colaboradores de Ibarra? Porque digamos las cosas como son. Una acusación semejante que se escribe por un editorialista en un diario tiene que tener algún fundamento. Alguno.
Horacio Verbitsky ha dedicado ríos de tinta a escribir sobre las garantías y los derechos, pero no ha tenido miramientos en destrozarlos todos juntos en cinco renglones.
El daño ya está hecho. Y seguramente habrá más. De izquierda a derecha del arco ideológico me han querido persuadir para que yo no escribiera estas líneas. “Horacio te va a destrozar. Vos escribís sólo una vez, y él tiene la pluma todos los domingos.” Es verdad. También es verdad que quienes conocen al periodista en cuestión, los que lo quieren bien y los que no lo quieren, sostienen que jamás reconoce un error y que su resentimiento cuando lo critican no tiene límites. O sea que con estas líneas me estoy confinando a que me difame cuando quiera, de aquí al futuro.
Mentiría si dijera que no me importa. Sí me importa. Y me duele. Pero no puedo aceptar que diga cualquier cosa de mí impunemente. El me conoce hace años. El CELS, organismo que él preside, trabaja codo a codo conmigo en decenas de proyectos parlamentarios. Víctor Abramovich, Andrea Pochak, Carolina Varsky y tantos otros deberán estar anoticiándose ahora que en realidad quien creían que era una senadora que peleaba por las ideas y los proyectos más garantistas y progresistas, luego de haber trabajado horas en mi despacho, en realidad era una bandida de la peor calaña.
Sólo me resta decir que ya no hay reparación posible. Como dije, el daño está hecho.
Pero queda una conclusión final y un pedido de disculpas mío. Durante años he leído las columnas de Horacio Verbitsky teniéndolo como una fuente bien informada, seria y responsable. Cada vez que Verbitsky sugería que tal o cual se encontraba incurso en un hecho de corrupción, yo me lo tomaba en serio... Pido disculpas públicas a todos aquellos de quienes tuve malos pensamientos, suponiendo que el periodista era riguroso en sus afirmaciones. Y huelga decirlo, pero lo digo, Verbitsky y ex colaboradores anónimos mediante. En mi vida política cometí una lista larga de errores. Pero aun mis más enfáticos adversarios lo saben: jamás toqué un centavo que no fuera mío.

Horacio Verbitsky.
Cajas negras:

Los jóvenes coordinadores radicales prometían un cambio profundo. Eran la vida y eran la paz. Con el voto de sectores progresistas, Raúl Alfonsín derrotó al anquilosado justicialismo del pacto militar-sindical e impulsó el juicio a los ex comandantes. Enrique Nosiglia se convirtió en el tejedor de acuerdos inconfesables con los grandes grupos económicos, con los acreedores externos, con el más corrupto sindicalismo, con Menem en el pacto de Olivos.
Frente a los carapintada, un liderazgo renovado del justicialismo respaldó la continuidad democrática y resistió las leyes de impunidad. Apenas dos años después, José Luis Manzano respondió a las críticas por la corrupción en el desguace del Estado con la frase histórica “Yo robo para la Corona”. Fue su forma de notificar que junto con los grandes proyectos históricos había caído todo límite moral. Hoy es un poderoso empresario de medios de comunicación que decide quiénes tienen acceso a la pantalla. Como Nosiglia, sigue aceitando en las sombras arreglos contra natura. El Frepaso repudió esas prácticas putrefactas, pero se equivocó de aliados.
Al revelar el más grave hecho de corrupción de los últimos años: los sobornos en el Senado para que se votara la ley de precarización laboral, Joaquín Morales Solá protegió a sus fuentes, tal como lo hago yo ahora. Carlos Alvarez renunció a la vicepresidencia. De aquel Frepaso sólo quedaron en pie Aníbal Ibarra, su hermana Vilma, su hermano Rubén y señora, su cuñado Adrián, su concuñado Juan Carlos, su primo Pablo y varios parientes más, incluidas exposas y ex novias y hasta una hija de la segunda mujer del padre. En Cromañón se quemó una imagen más cuidada en los medios que en la gestión y en la ética cotidiana.
Como fiscal, Ibarra se opuso a los indultos de Menem. Desde la Legislatura y el Gobierno impulsó el Parque de la Memoria y el Museo en la ESMA. Pero creyó que el progresismo y el garantismo que invoca su hermana habilitaban para cualquier cosa, igual que Nosiglia y que Manzano antes que ellos. La militancia dejó paso a la recaudación y a la cooptación por medio del empleo público, del contrato con retorno o el subsidio. No dije que se enriquecieron, sino que financian su aparato en forma espuria. Por eso les cuesta tanto juntar las firmas para su manotón plebiscitario de ahogado. El plazo de un año sería razonable para motivar al 20 por ciento del padrón, de haber causa legítima y movilización popular, que es lenta y requiere organización y conciencia. Pero los tiempos de una verdadera participación no le sirven a quien sólo busca un alivio instantáneo, a cualquier precio, para sí y sus amigos.
Luego de prometer que sin audiencia pública y doble lectura legislativa no permitiría a una empresa que financió su campaña construir un sho-pping y centro de entretenimientos en la Sociedad Rural, Ibarra lo autorizó bajo su sola responsabilidad. Allí funciona un show turístico del escribano Moneta, al que desde el gobierno de la Ciudad derivan clientes. Ibarra lo sabe desde noviembre de 2004, cuando le transmití la denuncia en su despacho, con nombres y apellidos. Sólo comentó: “Qué extraño”. Faltaba un mes para el incendio. No uno sino varios ex funcionarios y también proveedores (que no son anónimos ni para Ibarra ni para mí) cuentan cómo funcionan las cajas negras que sólo se confían a los más íntimos. Por su amistad con Vilma Ibarra, una psicóloga como Fabiana Fiszbin pudo quedar a cargo del descontrol de habilitaciones y desatender las recomendaciones de la Defensoría del Pueblo sobre la seguridad en los boliches. Ahora la hermana del jefe de gobierno pide disculpas a Menem, a Dromi, a Manzano, a Erman y Granillo, a Barrionuevo, a Nosiglia, a Bauzá, a Pedro Pou, a María Julia, a Vicco y Ramón Hernández, a Santibañes. Ella sola se anotó junto a esos probos funcionarios, a quienes dice que difamé. Cada cual elige la compañía que prefiere.

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