EL PAíS › REPORTAJE A MARIO PONTAQUARTO
“De la Rúa sabía que se pagó”
Por Victoria Ginzberg
“Perdón por la demora, pero vengo de Luján y el tránsito estaba insoportable”, dice Mario Pontaquarto al entrar a la sala de reuniones del estudio de su abogado, Hugo Wortman Jofré. El ex secretario parlamentario deja el piloto y el saco sobre una silla y un paquete de cigarrillos sobre la mesa. Acerca un cenicero de vidrio y se sienta. Está tranquilo. Durante la entrevista sólo usará el encendedor dos veces. Hace un año y medio el clima de sus reportajes era otro. Fumaba sin parar y miraba para todos lados. Acababa de confesar que había sido el intermediario entre el gobierno de la Alianza y los senadores peronistas para pagar las coimas de la ley de reforma laboral. Después de eso, el caso tuvo sus altas y bajas. Y revivió el martes pasado, cuando el juez federal Daniel Rafecas procesó a seis ex senadores, el ex jefe de la SIDE Fernando de Santibañes, el ex ministro de Trabajo Alberto Flamarique y al mismo “arrepentido”. Ahora, el magistrado se centrará en investigar el rol del ex presidente Fernando de la Rúa. Pontaquarto no duda: “De la Rúa sabía, estaba al tanto”.
–¿Está conforme con el fallo de Rafecas?
–Sí. Fue tan completo que, aunque fue un auto de procesamiento, parece un fallo con sentencia. Está basado en mi autoincriminación, pero también en un trabajo de investigación extraordinario que hizo el juzgado.
–¿Va a apelar alguno de los aspectos de la resolución?
–Mi abogado dice que es un fallo contundente, pero queda a su criterio. Al principio me chocó, porque antes yo estaba como partícipe secundario y ahora estoy como coautor. Pero la otra vez me trabaron un embargo por 10 millones de pesos, igual que a De Santibañes, (José) Genoud y (Emilio) Cantarero. Ahora me trabaron un embargo menor que a los otros.
–Cuando la Cámara Federal anuló los procesamientos, dijo que pensaba en irse del país. ¿Ahora se siente reivindicado?
–Ese fallo me cayó como un balde de agua fría pero, leyéndolo bien, entendí que había muchas cosas que faltaban investigar.
–Entonces no cree que hubo algo extraño detrás del desprocesamiento de De Santibañes, Genoud, Cantarero y usted.
–Algo extraño hubo y quedó de manifiesto en la resolución de Rafecas. Muchos argumentos de la defensa de De Santibañes fueron tomados por la Cámara, fundamentalmente el famoso informe de las llamadas telefónicas referente a mi recorrido del día 18 de abril. Hoy nos encontramos con que el juez comprobó que fue un informe falso, fraguado. El hecho es tan grave que Rafecas denunció penalmente a los abogados y pidió un sumario para los peritos de la Federal (la causa quedó a cargo del juez Claudio Bonadío). De Santibañes basó su defensa en que el dinero no salió de la SIDE y en que yo no fui a la SIDE. Está comprobado que el dinero salió, están los cheques y el informe de la Sigen. Y también quedó demostrado que yo estuve, aunque quisieron hacer creer que no.
–Según el informe de la defensa de De Santibañes, usted estaba en la zona del hipódromo de Palermo.
–(Se sonríe.) Todo el mundo decía “a Pontaquarto le gustan los caballos de carreras, tuvo caballos de carreras”. Yo fui totalmente sincero. Cuando me enteré, le dije al juez: “Los martes no hay carreras”. Se pidió un informe y efectivamente no había carreras. Además, cuando era secretario de la cámara, los martes, en que había reunión de labor parlamentaria, y los miércoles, en que había sesión, no me podía mover de ahí.
–El juez quiere reconstruir una reunión en la Casa de Gobierno para avanzar hacia De la Rúa. ¿Cómo fue esa reunión?
–Fue en el despacho del Presidente. No supe con precisión establecer el día, pero debería haber sido a fines de marzo o principios de abril. Acudí con José Genoud. Estaban De la Rúa y los senadores (Alberto) Tell y (Augusto) Alasino. A los pocos minutos vino (Alberto) Flamarique. Pensé que yo iba porque querían saber los tiempos del dictamen de la comisión. Me quedé un poco alejado porque De la Rúa era una persona muy especial, tenía un trato soberbio. En un momento de la charla, Genoud dice: “Mire, presidente, el peronismo está necesitando otras cosas para sancionar la ley”. De la Rúa hizo un gesto con la mano y dijo: “Eso arréglenlo con De Santibañes”. Después de unas palabras, se retiró el presidente y nosotros nos quedamos por el espacio de cinco minutos en el cual me decían “pibe, o pendejo –yo era el más joven de todos–, ocupate ahora de ver cómo está el trámite del dictamen”. Me retiré con Genoud y nos trasladamos a su despacho en el Senado. Ahí me explica que el peronismo estaba pidiendo guita para sancionar la ley. Me dice que era una operación riesgosa, pero que había que hacerla.
–¿Fue la primera vez que escuchó hablar de las coimas?
–Sí. Me dijo: “Tenés que estar atento porque vas a ser el encargado de entregarles el dinero a estos tipos”. ¿Podía haber dicho que no? Podía, pero quienes sabían que yo iba a ser el designado eran el presidente de la Nación, el titular de la SIDE, el presidente provisional del Senado y el presidente del bloque justicialista. Por lo tanto me quedaba sin trabajo automáticamente. Y no sé cuál hubiese sido la represalia para una persona que ya conocía que el delito se iba a hacer. En su momento tuve temor. Y no tuve el coraje que tuve después para denunciarlo.
–¿Con esto alcanzará para probar la culpa de De la Rúa?
–Si se comprueba la reunión, no hay otra alternativa. ¿De quién depende la Secretaría de Inteligencia? Conociendo a De la Rúa y conociendo la forma de actuar de su entorno, era imposible que no supiera. Que Genoud y Flamarique tomen una decisión de ese tipo sin que él supiera era imposible. Creo que el juez investigó lo que pudo y habrá que ver si le alcanza. Pero estoy convencido de que De la Rúa sabía, que estaba al tanto.
–Fueron procesados seis senadores, ¿cuántos más están involucrados?
–Todo el bloque peronista, salvo los cuatro que no votaron la ley. No puedo creer que 4 millones 300 mil pesos fueran cobrados por tan pocas personas y conociendo lo que era el bloque justicialista, menos. Pero hay que tener pruebas, y yo no le pagué a cada uno, le entregué el dinero a uno solo. Los llamados al celular de Cantarero esa noche y los llamados del teléfono del departamento de Cantarero son pruebas.
–Entonces los que fueron más cuidadosos zafaron.
–Los que fueron más cuidadosos, los que no usaron el teléfono o a los que se les entregó la plata al otro día. Me llama la atención algo: el 26 salió la ley, el 27 viajábamos a Jordania. Viajaban Genoud, yo, Raúl Galván, Silvia Sapag, Eduardo Menem. Alasino no viajó con nosotros, vino un día después. Se puede pensar que quería coordinar que todo saliera bien y que nadie se quedara con nada de otro.
–Algunos senadores fueron sobreseídos. ¿Comparte esa decisión?
–Las pruebas dan para esto y el tribunal se esforzó mucho para encontrarlas. Hubo senadores que sacaron celulares a nombre de otros. Había que buscar, como buscó el juez, en Villa Gesell, el teléfono de una Sol Rodríguez que resultó ser una mujer cuyo marido alguna vez había trabajado con (Ricardo) Branda en el senado. Branda le sacó un celular a nombre de Sol Rodríguez y esa Rodríguez hizo cinco llamados esa noche desde la celda (que marca la ubicación del departamento) de Cantarero a la casa de Cantarero.
–¿Y los senadores radicales?
–No tuvieron nada que ver. Genoud cobró porque fue el operador político del radicalismo responsable de la operación.
–Entonces no se entiende por qué no le dieron nada a usted.
–Ya lo declaré. El me había prometido que me iba a dar dinero y yo le dije “manejalo vos”. Tenía mucha confianza con él. Pasó un mes, pasaron dos y estalló la bomba. Me olvidé de la plata, lo que quería era no salir en los diarios.
–¿A qué se dedica ahora? ¿Asesora al intendente de Luján?
–El intendente de Luján me dio una mano. Ahora tuve alguna propuesta en el sector privado, que no voy a decir hasta que se concrete.
–¿Sale su libro?
–Ya está listo, pero voy a escribir un capítulo final con la investigación de Rafecas. No cuenta sólo los sobornos sino cómo se hizo política durante 20 años en Argentina. Hace un tiempo me reía porque hablaban de los sobresueldos como si se hubieran descubierto ahora. La política en la década del ’90 iba de la mano de ese tipo de prebendas.
–¿Aportó información a la causa de los sobresueldos?
–Dije que cobré en la SIDE durante siete meses tres mil pesos mientras esperaba que me dieran el puesto famoso en la embajada argentina en París, que no me dieron. En base a eso el juez denunció a (Carlos) Becerra (es una nueva causa que quedó a cargo del juez Jorge Ballestero).
–¿Cómo ve hoy el escenario político? ¿Volvería a militar?
–Hoy no. Esta resolución ha cerrado una etapa de mi vida, pero esto tiene que terminar en un juicio. No quiero comparar, pero si en la década del ’80 fue emblemático el juicio a los comandantes, porque puso fin a una etapa negra de la historia, me parece que sería bueno que debatamos en un juicio oral y público qué pasó con un hecho de corrupción en Argentina y que cada uno sea responsable de lo que hizo.
–¿Confía en que le den una pena menor, excarcelable?
–Acepto lo que decida la Justicia, pero no es una cuestión menor el hecho de que, si yo no me presentaba, esto hubiese quedado en la nada.
–¿Cree que puede haber otros involucrados que se quiebren?
–Nunca hay que descartarlo, a mí me pasó. En un momento te quebrás. Depende de la personalidad de cada uno, pero no podés vivir mucho tiempo con una carga de estas características.
–Parece que hay más de uno que puede.
–Y bueno, muchos de ellos tienen un buen pasar económico y siguen militando en política. A lo mejor están más curtidos. Para ellos no debía ser la primera vez, por eso no se hicieron tanto problema. Pero no se imaginaban que yo iba a hablar.