EL PAíS › SE ENTREGO EL HOMICIDA DE LA PANAMERICANA Y CONFESO QUE TRABAJO EN LA SIDE
El hombre que perdió la inteligencia
Edgardo Petrocchi, el hombre acusado de matar con un arma de guerra a un joven de 18 años tras una pelea de tránsito, quedó preso. Aunque se negó a declarar, contó que fue miembro de la SIDE, para conseguir un trato especial en su detención. Hay sospechas de que pudo haber pertenecido a la Armada.
Por Raúl Kollmann
Edgardo Petrocchi, el hombre que mató a Pablo Piccioli en la Panamericana, durmió anoche en una celda especial de una comisaría de El Palomar que tiene apenas dos calabozos, sólo habilitados para tener como detenidos a integrantes de fuerzas de seguridad, armadas o de inteligencia. El homicida de la Panamericana le hizo saber a la Policía Bonaerense, y ésta a la fiscal del caso, que se desempeñó durante veinte años en la SIDE, por lo que la funcionaria decidió tomar las precauciones del caso y lo alojó en la celda especial. Según trascendió anoche, la SIDE niega que haya sido su agente, pero se barajaban dos variantes. Por un lado, que la central de espías nunca admite si una persona trabaja o no allí (ver aparte). Pero, paralelamente, existe algún indicio de que la verdadera relación de Petro- cchi fue con el Servicio de Inteligencia de la Armada, ya que en los registros marinos existe un Petrocchi, pero fallecido. Paralelamente, la estrategia de Petrocchi es obvia, aunque difícilmente prospere: alegará que mató porque estaba en un estado de emoción violenta y que se defendió, claro que excesivamente, porque los dos hermanos lo patotearon después del incidente de tránsito. O sea una mezcla entre un exceso en la legítima defensa y un momento de locura. Según coinciden los penalistas, la lógica indica que el juicio oral se realizará en 2007, el acusado seguirá preso hasta ese momento y lo más probable es que la condena esté entre los diez y los doce años de prisión.
Tal como era de prever, Petro- cchi se entregó ayer por la tarde, luego de 48 horas en las que estuvo escondido mientras sus familiares cerraban trato con un abogado. Hubo un intento de conseguir que al frente de la defensa se pusiera un conocido penalista, pero se habló de honorarios de 50.000 dólares, debido a la situación más que comprometida que tiene el homicida. Finalmente, asesorado por el defensor que eligió, Mariano Charadía, Petrocchi se negó a declarar, con lo que la fiscal hoy mismo se pondrá a redactar la prisión preventiva.
El caso de la Panamericana deja poco margen de duda sobre cómo ocurrieron los hechos, ya que se presentaron diez testigos a relatar lo que sucedió el domingo a las 19. Los relatos coinciden y, además, nueve de los diez testigos reconocieron a Petrocchi como el hombre que tuvo la discusión con los hermanos Piccioli. Estos se volvieron a su auto cerrando el incidente, pero el homicida sacó la pistola calibre .380, se acercó a la víctima y le pegó un tiro (ver aparte).
Por tener experiencia en materia de seguridad, Petrocchi supo arreglárselas para escapar, juntar sus cosas en su casa de Lomas de Zamora y después permanecer oculto mientras resolvía la cuestión de encontrar un abogado y preparar la entrega a la justicia. Según fuentes policiales, el homicida estuvo en la casa de uno de sus hijos en la Capital Federal, mientras que las negociaciones para designar un abogado corrieron por cuenta de un sobrino. Anoche, finalmente terminó durmiendo en El Palomar a raíz de sus dichos sobre su pertenencia a la SIDE, aunque obviamente la fiscal Vilma Buglioni tomó sus precauciones. Ordenó también una custodia de la Gendarmería.
El objetivo es doble:
- Que Petrocchi no tome contacto con ningún preso común con el que pueda tener alguna trifulca.
- Que se lo vigile de cerca para evitar el riesgo de un suicidio.
Con la convulsión que creó el caso, la fiscal sabe que cualquier cosa que le pase a Petrocchi se convertiría en un verdadero escándalo, más todavía si se trata de un hombre con pasado en el aparato militar, de seguridad o de inteligencia.
La primera estrategia de la defensa consiste en patear las cosas para adelante. En el marco de la conmoción pública que produjo el asesinato, es difícil que cuaje algún argumento defensista, por lo tanto anoche Petrocchi hizo uso de su derecho a no declarar. El doctor Charadía estudiará el expediente y le dijo a la fiscal que su cliente hablará, pero dentro de algunos días o semanas. El próximo paso se empezará a dar hoy: la fiscal Buglioni empezará a redactar la prisión preventiva, para la que tiene un plazo de 15 días, aunque todos dicen que no se demorará mucho. Parece evidente que no necesita nada más para atribuirle el asesinato a Petrocchi.
La defensa del homicida no tiene muchas alternativas y por lo que trascendió, incluso de los diálogos que se mantuvieron cuando estuvo prófugo, el camino principal sería buscar la inimputabilidad por un desequilibrio mental súbito producto del altercado con los hermanos Piccioli. Acceder a esa inimputabilidad no será nada sencillo, porque debe demostrarse que no comprendió –perdió la conciencia– de lo que estaba haciendo. Por las características de lo ocurrido, le dirán que el tiro no fue en el momento de un forcejeo, sino que se produjo después de la discusión, cuando los Piccioli ya se habían retirado y pasaron unos instantes hasta que él sacó el arma de su auto, se bajó, se acercó al otro coche y disparó a quemarropa. A esto hay que agregar que después no se quedó como un zombie dando vueltas sino que con cierta frialdad escapó a los testigos que lo siguieron y articuló una maniobra para estar prófugo casi tres días.
El otro argumento que utilizará la defensa es que Petrocchi se excedió en defenderse, para lo cual dirán que quienes vinieron a encararlo fueron los hermanos Piccioli. Incluso se alega que hubo una patada al Charade de Petrocchi. Sin embargo, también esa estrategia parece endeble porque Petrocchi no se defendió frente a alguien que sacó un arma o le provocó un verdadero riesgo, sino que reaccionó sacando un arma de guerra y disparando cuando ya el incidente había terminado.
Con este cuadro de situación, la secuencia lógica del caso indica que la fiscal pedirá la prisión preventiva, el juez de garantías la convalidará y el caso avanzará en medio de peritajes psiquiátricos, mecánicos y balísticos hasta el juicio oral. Por los turnos que hoy se otorgan, lo más probable es que las audiencias del juicio oral –según admitió el abogado de los Piccioli, José Scelzi– se realicen recién en 2007. En ese momento, Petrocchi será imputado seguramente por homicidio simple, que tiene una pena que va de ocho a 25 años prisión.
Habrá agravantes, porque el crimen fue alevoso, y seguramente actuará como atenuante el hecho que el hombre no tenga antecedentes. Pero el dato de que perteneció a la SIDE le puede jugar también en contra, ya que en ese caso se estaría ante un hombre experimentado, con entrenamiento y supuestamente preparado para manejar un arma. Ese perfil incluso es el que mencionan los testigos, que hablan de que se escapó con mucha habilidad y hasta tuvo la frialdad de parar en un semáforo y mofarse de quienes lo seguían. La mayoría de los penalistas consultados por este diario apuesta a que la pena para Petrocchi estará entre los diez y los doce años de prisión.