EL PAíS › OPINION

Alambradas, palabras y marchas

Por Mario Wainfeld

Treinta y cuatro párrafos incluye el documento final que se discute con minucia desde hace meses y se sigue debatiendo en Mar del Plata al cierre de esta edición. La mayoría de los párrafos están consensuados, pero prosigue abierto el noveno, en el que Estados Unidos y sus aliados procuran incluir una mención lo más enfática posible al ALCA.
La posición de los países que integran el Mercosur, encabezados por Argentina y Brasil, es sólo mencionar al ALCA para expresar que es un proyecto fallido. En tal sentido, en la medianoche del miércoles habían propuesto su versión escrita del párrafo noveno que exaltaba los mecanismos de integración regional, que casi no mentaba al ALCA y que eludía cualquier compromiso concreto al respecto. El bloque Mercosur era, hasta entrada la tarde de ayer, férreo. Necesitaba serlo porque, en un ámbito democrático (al menos en lo formal todos los países valen uno), está en franca minoría numérica. Estados Unidos, México y Canadá conducen el otro sector, al que adscriben Chile y los numerosos países del área del Caribe.
La tesitura más drástica pro ALCA no la llevaba Estados Unidos sino México. “Fox es más bushista que Bush”, parafraseaba un negociador argentino con harto millaje recorrido. Al proyecto argentino-brasileño para la cláusula novena, México opuso uno en el que se aludía expresamente a la continuidad del ALCA, a la necesidad de comedir a las cancillerías a instar las respectivas negociaciones y a comprometer una nueva reunión conjunta antes de abril de 2006.
Los negociadores argentinos, encabezados por el vicecanciller Jorge Taiana, se mantenían en sus trece ayer por la tarde. Sus contrapartes, ni qué decir. La situación estaba empantanada y tensa. El canciller Rafael Bielsa se comunicó entonces con la titular del Departamento de Estado, Condoleezza Rice, quien atendió el teléfono sentada en el Air Force One, el megaavión que traía a Bush. Rice le dijo de todo menos lindo, cuentan fuentes irreprochables del Palacio San Martín, y exigió que la discusión se ciñera al borrador propuesto por el bloque pro ALCA. Bielsa transmitió la presión al presidente Néstor Kirchner, quien tendrá la decisión final, no conocida al cierre de esta edición.

- FMI. Un relato que ha cundido en estos días es que la Argentina está dispuesta a conceder algo en el documento a cambio de un gesto de apoyo de Bush respecto de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Un importante integrante del Gabinete minimizó esa hipótesis. “En una reunión bilateral tal vez podríamos tener gestos más transigentes. Pero en una cumbre en la que somos anfitriones y actuamos en bloque, el Presidente no se puede permitir ceder. Menos con 50.000 personas en la calle.” Esta tarde se sabrá y algo repercutirá en el estadio mundialista.

- ¿Una más y no jodemos más? Las Cumbres se urdieron para plasmar el ALCA, que debía ponerse en acto en este año. La IV Cumbre debía realizarse en Argentina hace años, la obstruyó la crisis de 2001. El proyecto de la potencia hegemónica no ha podido calzar, habida cuenta de las resistencias regionales. Su actual pretensión es menor, mantenerlo con respirador artificial.
La actual es la última Cumbre prevista. Una discusión interesante será la perduración del ámbito en una nueva reunión. La lógica diplomática sugiere que debería ser en Centroamérica o aun más al norte. Para los argentinos sería bueno mantener una instancia en la que los presidentes sureños puedan hablar a la par que el norteamericano.
u Contrastes. El lema de la Cumbre es “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y garantizar la gobernabilidad democrática”. Si el lector intuye una contradicción entre un tratado de libre comercio promovido por una potencia y el argumento de que la gobernabilidad democrática sólo se garantiza con “trabajo decente” y determinados desempeños sociales (como postuló el ministro de Trabajo Carlos Tomada), sencillamente está en lo cierto.
La contradicción se trajina con modos y tiempos diplomáticos. Varios países de la región buscan erosionar el sólido bloque del discurso noventista. Desde el Norte, con cálida acogida en el Sur, se definió entonces una agenda democrática de torpe simplicidad. Podría resumirse (sin resumir mucho) así: los países en desarrollo necesitan inversiones extranjeras, las inversiones dinamizan la economía y producen crecimiento que derrama sus efectos sobre todos los sectores. Para lograr inversiones es necesario que haya libertad económica y transparencia. Sin corrupción y despejados los obstáculos para los capitales, lo demás vendrá por añadidura. La función del Estado es evitar esos ripios, y no mucho más.
Ese discurso simplote es inevitablemente ideológico, aunque sus emisores aseveren lo contrario. Comprobado el fracaso de las políticas del Consenso de Washington, los emisarios de Washington se niegan a poner en polémica o a desactivar aun parcialmente sus premisas.
Para los que se sientan de este lado de la mesa, es central ir instalando una mirada más vasta sobre la gobernabilidad. Puesta en un slogan, afirmar que los problemas de la región no son sólo “los políticos” (a los que se reprocha ser portadores de corrupción y populismo) sino “las políticas”.
Taiana, quien ha tenido a su cargo el armado y la organización de la Cumbre, lideró el grupo redactor argentino desde el vamos. Una mística infrecuente entre funcionarios anima a ese colectivo. “Es importante que nuestro discurso interno concuerde con el que defendemos en foros internacionales. Este gobierno es mucho más keynesiano y más peronista de lo que parece y bien vale que eso se subraye”, se entusiasma un integrante de primer nivel de la delegación argentina para quien “keynesiano” y “peronista” son descripciones a favor.

- En inglés no se consigue. Una anécdota relatada por un representante argentino ilustra acerca de cómo se trabajan estos temas. En algún momento, desde el Mercosur, alguien propuso la fórmula “justicia social” para el documento. Un acreditado norteamericano respondió que eso era inviable, pues obstaba una traba idiomática: la expresión no tiene traducción, no existe, en inglés.
Un funcionario argentino sondeó, horas después, a un par canadiense para corroborar si la dichosa traducción existía. El interlocutor confirmó su sospecha. Sí que existe, aunque no es muy usual. Se dice, sin mayor originalidad ni eufonía, “social justice”. Diz que las palabras nada valen pero el Departamento de Estado, que de realpolitik sabe un montón, no cede nada en ese terreno.

- Chávez, ese demonio. La primera preocupación del gobierno norteamericano es Hugo Chávez. La segunda, Evo Morales. Colombia, que supo ranquear mejor, debe conformarse con el tercer lugar del podio. La litigante y verborrágica presencia del presidente venezolano exaspera, sin matices, a los estadounidenses. Para los diplomáticos argentinos afines al kirchnerismo el hombre es un divertido intríngulis. Desde su óptica, a veces sirve porque tensa la cuerda, de modo de abrir cancha a las posturas de Argentina y Brasil, otras exagera un poco.

- K y su compañero. Una crítica perezosa, abundante en estas pampas feraces, se obstina en preguntarse si Néstor Kirchner aspira a ser un Chávez o un Ricardo Lagos. El principio de identidad desautoriza un simplismo tal: Chile no es Argentina ni ésta es Venezuela. Y una básica percepción de la realidad obliga a añadir que, como se percibe a simple vista, Kirchner quiere ser Kirchner y no ninguno de sus colegas. Para colmo de dificultades, el presidente argentino aprecia a (y confía en) Chávez y Lagos. Las buenas ondas no son tan intensas cuando de Lula se trata.
Chávez, susurra Kirchner ante oídos confidentes, es un gobernante que respeta los pactos y sabe entender las necesidades de sus aliados, así no sean idénticas a las suyas. El Presidente no desea imitarlo, pero lo juzga un aliado de fierro, al que lo vincula una infrecuente calidez de trato. Un teléfono que no es rojo pero funge de tal comunica al argentino y al venezolano. Funciona presto cuando se trata de pactar compra de bonos argentinos. Y será suficiente, la diplomacia local lo da por hecho, para que Chávez (aun de cara al fragor de la tribuna) evite complicarle la vida a Kirchner.

- Marchas, palabras, alambradas. El Muro de Berlín implotó y se desmoronó. El bloque de naciones dominantes que consiguió tamaño éxito, autoapodado “fin de la historia”, atraviesa ahora una derrota paradojal. Deben alambrar permanentemente, en Ceuta o Melilla, en Mar del Plata. Impulsores del libre comercio, del tráfico instantáneo de dinero y de información, reprimen la inmigración. Los muros que yerguen, en aras de la complejidad, no son para impedir éxodos sino integraciones.
No se habla de imperio, pero que lo hay, lo hay, aunque esté cercado como un country. Su tremendo poder habilita las dudas acerca de la eficacia disuasiva o moderadora de cualquier instancia de diálogo. Una visión palaciega de la política puede, a su vez, poner en duda la utilidad de movilizaciones que no tuercen el brazo, acaso ni la mirada, de los que se pretenden dueños del mundo.
Sin embargo, la lucha por las ideas, los valores (hasta las palabras) y la presencia de las masas ha tenido un sentido en la historia humana y nada dice que lo haya perdido. Ni siquiera en el extraño mundo actual. Ese en el que el presidente del país más poderoso de la historia no puede transitar casi ninguna calle del mundo supuestamente unipolar sin exponerse al estentóreo repudio de mucha, muchísima gente de a pie.

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