Viernes, 27 de enero de 2006 | Hoy
“Eramos 70 madres contra 300 milicos que nos insultaban”, recuerda una de las militantes de Madres las primeras protestas durante la dictadura. En 1982 no las dejaron entrar en la Plaza de Mayo. En 2002 fue una de las más concurridas.
Su nombre es Mercedes Meronio pero todos la conocen como Porota. Tiene 80 años y se unió a las Madres hace casi treinta, cuando la dictadura le arrebató a su hija. No necesita hacer memoria para describir cómo fue la primera Marcha de la Resistencia, a la que siente como si hubiera ocurrido ayer. “Eramos setenta Madres contra los 300 milicos que estaban en la Plaza. Fue muy difícil. Estábamos solas y los militares no hacían otra cosa que insultarnos”, recuerda sobre aquel diciembre de 1981 en que comenzaron con la emblemática ronda, que además de símbolo de lucha terminó por transformarse en un espejo de la realidad política del país.
Las Marchas de la Resistencia arrancaron en 1981 bajo la sombra de la dictadura militar. Las Madres habían comenzado las caminatas alrededor de la Pirámide para reclamar por sus hijos desaparecidos cuatro años antes. “La primera vez que vine, me puse a llorar sobre un banco. Entonces apareció una madre, que me dijo: ‘Acá no se viene a llorar. Se viene a luchar’. Y nunca más lloré”, relata Porota sobre aquellas primeras marchas de los jueves. Según recuerda, la decisión de convocar a esas marchas se tomó unánimemente entre las Madres que iban a la Plaza, como un paso más en la reafirmación de su lucha.
“La primera vez no nos acompañó ningún organismo. Eramos sólo setenta madres contra 300 milicos. Recuerdo que nos llagamos los pies, porque caminamos toda la noche descalzas. En un momento nos apagaron la luz y cada vez que una se iba al baño la insultaban.” La voz de Porota se entrecorta a cada minuto, pero no porque no recuerde los hechos sino por la “sensibilidad que la invade” cuando habla de ese día. “¿Si teníamos miedo? No, lo que sentíamos era indignación y la necesidad de encontrar a nuestros hijos. Las organizaciones y el resto de la gente vinieron cuando amaneció y vieron que todavía estábamos vivas”, agrega con un suspiro. Años más tarde, Hebe de Bonafini recordó que la consigna que surgió ese día fue la de “Aparición con vida”. “Era un cuestionamiento al sistema represivo que utilizaron los milicos. Además, en ese entonces estábamos llenas de ilusiones. Nuestro grito era ‘que aparezcan vivos’”, explicó la dirigente.
Veinticinco años y veinticinco marchas transcurrieron desde ese entonces. “No fue sencillo. Siempre había agresiones”, señala Porota sobre aquellos pasos. Si la primera noche fue difícil, el segundo año fue peor. En 1982 los militares no las dejaron entrar a la Plaza. Las Madres entonces comenzaron a caminar y terminaron cortando Avenida de Mayo. Espontáneamente se les fue uniendo la gente y varias organizaciones políticas. Ese año, con la derrota en guerra de Malvinas como telón de fondo, por primera vez la marcha fue masiva. Al año siguiente vino el “Siluetazo”. La Plaza quedó cubierta con imágenes de cartón, como forma para reclamar la presencia de los desaparecidos.
Con el retorno de la democracia, la movilización siguió creciendo y se instituyó como fecha los segundos jueves de diciembre. Las consignas también fueron cambiando cada año. “Cuando todavía no había llegado esta señora rubia y de ojos celestes que se llama democracia, teníamos ilusiones y pedíamos ‘Juicio y Castigo a los Culpables’. Es que creíamos que los juicios traían castigos. Pero como los juicios no trajeron castigo, inmediatamente dijimos ‘Cárcel a los genocidas’. Y después, siempre llenas de esperanzas, dijimos ‘Basta de milicos’. Esa consigna fue muy dura”, resume Bonafini, cuyos discursos vienen encabezando las marchas de los últimos diez años.
Uno de los más recordados fue el de 2002. Ese día la Plaza estuvo llena. “Tenemos que aprovechar esta oportunidad para organizarnos. Las Madres hicimos muchas marchas pero ésta nos pareció única porque fue la más grande y porque nos ha convocado a todos los que estamos convencidos de que la revolución socialista es la única salida”, dijo en ese entonces frente a las filas de los movimientos desocupados que se perdían por Avenida de Mayo. Hacía un año de la caída del gobierno de Fernando De la Rúa y en la Plaza sólo se escuchaba un canto: “Que se vayan todos”.
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