Lunes, 13 de febrero de 2006 | Hoy
EL PAíS › LITO REINOSO, UN VIEJO PETROLERO DE LA ZONA
Por Alejandra Dandan
Carlos “Lito” Reinoso es uno de los obreros más viejos de la “cuenca del petróleo”, el triángulo patagónico formado por Caleta Olivia, Pico Truncado y el pueblo de Las Heras. A lo largo de su vida, “don Lito” escribió varios libros sobre las transformaciones que provocó la fiebre del oro negro en un lugar habitado por ganaderos. Para la década del ’60 habló del florecimiento y de la vitalidad del movimiento petrolero en las páginas de un libro llamado Tiempo de crecer. Pero tres décadas más tarde su mirada había cambiado: Reinoso quedó afuera de la industria, expulsado tras la privatización de YPF. En ese momento, volvió a ponerles tinta a sus emociones y escribió Cementerio de cigüeñas.
La primera veta de petróleo en Santa Cruz se descubrió cuando la provincia aún era territorio nacional. Según los datos de don Lito, sucedió el 26 junio de 1943 cuando se descubrió el hoy legendario Pozo de Observación O-12. La exploración comenzó a darle vida a lo que más tarde sería la nueva industria. “Empezaron a instalarse las carpitas –dice don Lito–, el primer campamento, el segundo campamento, hasta que realmente se hizo ya una conglomeración de pozos de petróleo.” Dos años más tarde, los descubrimientos siguieron en Pico Truncado. Años después aparece el petróleo en Las Heras. “Las Heras era un pueblo importantísimo porque era un pueblo ‘punta de rieles’, donde terminaban los rieles del ferrocarril que venían de Puerto Deseado”, dice el petrolero convertido en historiador. “Los trenes terminaban ahí porque no lo extendieron. Y cuando se descubrió el petróleo, Las Heras era un pueblo pujante sobre todo por los productos laneros. Y a los estancieros no les causó ninguna gracia el descubrimiento de petróleo.”
–¿Por qué?
–¡Se caían en los pozos de drenaje que hacían los petroleros! En ese momento, YPF tomó unas seis manzanas, las rodeó de alambres e instaló carpitas; las carpitas petroleras medían tres por cuatro metros, tenían techos de zinc con piso de madera. Recién muchos años después, en 1989, se voltearon las vallas que separaba la parte petrolera de la del pueblo. La separación que existió durante tantos años entre uno y otro lugar era tan fuerte que parecían dos ciudades.
–¿Tras el descubrimiento de los pozos, cómo crecieron estos pueblos?
–A partir de 1943 muchas empresas extranjeras, especialmente de Estados Unidos, empezaron a pedir permisos de cateo o de exploración de petróleo. En sólo ocho años, desde 1943 a 1950 la población de Caleta Olivia, por ejemplo, creció 2160 por ciento.
–¿Cómo se modificó la población?
–Al comienzo, generalmente eran hijos de extranjeros. Los primeros dueños de las estancias de esta zona eran hijos de alemanes. También estaban los Menéndez Brown, terratenientes famosos en el sur que eran dueños de la mayor parte de la explotación lanera. Cuando llegó el petróleo, que es uno de los generadores de riqueza más grande del mundo, se volcaron todos a la explotación del petróleo. Muchos de los que fueron llegando eran catamarqueños.
–¿Por qué catamarqueños?
–Porque hubo un señor, Cáceres Cano, catamarqueño, que fue enviado a contratar gente en Tinogasta que era un pueblo pujante en Catamarca donde existía pobreza y había mucha desocupación. Entonces, puso un cartel en un viejo hotel, que ahora no está más, en la calle principal de Tinogasta. Puso un cartelito que decía: “Se necesitan obreros para trabajar en YPF”.
–Habló del auge, pero aún no de la crisis.
–La primera crisis llegó con el gobierno de Frondizi, que incrementó la explotación norteamericana en la zona. Esas empresas no dejaron absolutamente nada. Después, los petroleros a partir de enero del año 1991fuimos despedidos masivamente y arbitrariamente, produciendo desocupación y pobreza en Caleta Olivia, Pico Truncado y Las Heras.
Fue el momento de la privatización de YPF. Don Lito se quedó también sin trabajo y, como sus compañeros, inició un juicio contra el Estado, que aún no cobró. “La Corte ya falló a nuestro favor, pero el juicio todavía no se pagó”, explica. Sólo un 5 por ciento de los 2 mil empleados de los yacimientos de Caleta Olivia consiguieron reinsertarse.
–¿Qué pasó con el resto de la gente?
–Trató de entrar a la vejez, de ser comerciante sin saber cómo se maneja un negocio. Y se fue empobreciendo, y se fue quebrando. Y quedó la industria del taxi.
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