Domingo, 26 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Sandra Russo
Este 24 el terrorismo de Estado cayó aniquilado bajo el fuego helado del sentido común. Este 24 en las mesas redondas de la televisión a nadie se le ocurrió invitar a alguien que disintiera con la idea de que el golpe del ’76 inauguró la época más negra e infame de la historia argentina del siglo XX. Este 24 todos los canales, todas las radios y todos los diarios dieron por hecho que en los ’70 no hubo dos demonios, sino organizaciones armadas para cuyo exterminio se hizo necesario también el exterminio de miles de sospechosos que no fueron sometidos a juicio sino secuestrados y asesinados sistemáticamente. Pero no fueron así nuestros 24 de marzo anteriores. Esta verdad que se apoya en miles de testimonios y causas penales no fue aceptada por los medios de comunicación argentinos por la evidencia y el peso de los hechos. Los treinta años y el contexto político hicieron este año que los medios consensuaran la versión que, hasta hace apenas unos años, sólo sostenía Página/12.
Opiné esto en la reunión de edición y se me dijo que “no podemos salir a decir eso de nosotros mismos. Eso ya se sabe”. No estuve de acuerdo. No sé si se sabe, en todo caso sí creo que los lectores fieles de este diario sí lo saben, y son lectores que, precisamente, durante los últimos 19 años tuvieron una referencia para medir la realidad en base a un punto de vista en común, el que une a quienes escriben en Página/12 con quienes lo leen.
Desde su nacimiento, en 1987, este diario cedió espacio para que los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado mantuvieran vivo el recuerdo del horror. Aun en épocas en que Página/12 parecía aguafiestas, porque seguía recordándolos a ellos, a los que cayeron, mientras el país chorreaba la grasa menemista, los derechos humanos fueron prioritarios y uno de los indudables e inequívocos pilares del hormigón ideológico de este diario.
Y muchos de nosotros no hubiéramos podido escribir nuestras opiniones ni dar a conocer nuestras percepciones sin este medio, sin esta herramienta, sin este lugar en el que las computadoras descansan sobre viejas guías telefónicas y los baños distan de parecerse a los de un shopping. Hoy es un 24 diferente, recibido por una sociedad que, más tarde que temprano, se ha decidido a llamar a las cosas por su nombre. Así fue que las llamó Página/12 desde un principio, y es justo y necesario decir que profesionalmente es un orgullo haber estado y seguir estando aquí.
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