EL PAíS › OPINION
Mezzogiorno americano
Por James Neilson
Según los “liberales” locales y foráneos, los artífices del desastre latinoamericano son los populistas irremediablemente corruptos que se negaron a profundizar las reformas iniciadas aquí por Carlos Menem y por sus equivalentes en casi todos los demás países del subcontinente. Según los “progresistas”, todo es culpa del “liberalismo”, del “consenso de Washington” que lo consagró y de los errores perpetrados o consentidos por el FMI. A pesar de sus diferencias, ambos bandos concuerdan en que de haberse optado en serio por otra estrategia la parte sur de América podría ser próspera y equitativa. ¿Lo sería? Es probable que no, que no haya ninguna fórmula, sea esta capitalista o socialista, industrialista o agrícola, que fuera capaz de asegurar que los países latinoamericanos se desarrollaran a un ritmo tal vez modesto pero en última instancia aceptable. Al fin y al cabo, ya es evidente que el capitalismo latinoamericano es un versión intrínsecamente inferior de la estadounidense, europea o japonesa, pero también lo es que las instituciones públicas de la región nunca estarán en condiciones de hacer funcionar de forma adecuada cualquier alternativa estatista concebible.
Puede que para América latina el espejo más fiel sea el sur de Italia, una región que como ella es pródiga en caciques políticos, sindicalistas, abogados, obispos, literatos e intelectuales contestatarios pero no tanto, por desgracia, en científicos, empresarios eficientes y buenos administradores. Aunque el Mezzogiorno ha recibido miles de millones de dólares en ayuda e inversiones politizadas, sigue hundido en la pobreza, motivo por el que sus hijos más ambiciosos suelen emigrar a otros lugares donde a menudo se destacan. De más está decir que los proezas de sicilianos y calabreses en el norte de Italia, en el resto de Europa o en Estados Unidos se semejan mucho a los logros en el exterior de los “exiliados” argentinos.
Para estas sociedades, el futuro, que se verá signado cada vez más por la ciencia, la tecnología y el dinamismo empresarial –o sea, por actividades que les parecen en cierto modo exóticas, “frías” y hasta “inhumanas”– será con toda seguridad deprimente. Sin embargo, mientras que el sur de Italia –y Andalucía– continuará obteniendo subsidios gigantescos del norte y, de todos modos, siempre podrán contar con los aportes de multitudes de turistas norteños tentados por el sol y la historia, hasta nuevo aviso el sur americano tendrá que valerse por sí mismo: aun cuanto el norte se creyera responsable de su destino, el sur rechazaría con indignación y furia el paternalismo así supuesto.