Miércoles, 7 de febrero de 2007 | Hoy
El ex senador radical, víctima de la organización paramilitar, dijo ante la Justicia que no le consta la relación entre Isabel Perón y las AAA.
Por Alejandra Dandan
Era uno de los testigos esperados en la causa de la Triple A. Fue presidente del bloque de senadores radicales durante el gobierno de Isabel Perón y uno de los legisladores que intentó impulsar desde aquel Congreso una temprana investigación sobre la Triple A que nunca se hizo. Sus posiciones le valieron dos amenazas con explosivos en 1975 y un período como detenido desaparecido después del golpe. Ayer relató parte de esa historia durante tres horas ante el juez Norberto Oyarbide con detalles “riquisímos” y “elocuentes”, según el juzgado. Respondió con un “no me consta” cuando le preguntaron por la relación entre la Triple A e Isabel Perón, pero aseguró que no “podía desconocerlo”.
“Fue un testimonio riquísimo en datos, y muy preciso”, dijo Oyarbide. “Muy circunstanciado y muy creíble: los aportes son fundamentales y están en línea con nuestro trabajo.” Enfatizó “en la hipótesis de la intervención policial, y sobre los nombres de las personas que nosotros tenemos detenidas”.
Solari Yrigoyen dejó su casa en Puerto Madryn anteayer para viajar a Buenos Aires, donde lo aguardaba una cita con la causa de la Triple A. El juzgado de Oyarbide investiga la organización dirigida por José López Rega, de la ultraderecha peronista, y es responsable de una de las dos órdenes de detención que mantienen en vilo el futuro de Isabel Perón en España. Aunque no lo recordó hasta que se lo recordaron en el juzgado, Solari Yrigoyen ya había declarado en la causa en 1986, pero los crímenes aún no habían sido declarados imprescriptibles.
El lunes a la noche, según pudo reconstruir este diario, el ex senador visitó al ex presidente Raúl Alfonsín antes de acercarse al juzgado. Durante la reunión, el ex presidente le recordó una anécdota que Solari repitió más tarde en el juzgado. Se trata del caso de las dos habitaciones repletas de armas que encontró Aldo Neri cuando asumió su cargo en el Ministerio de Bienestar Social de la Nación en 1983, el mismo que antiguamente había pertenecido a López Rega. Según los radicales, los militares no habían tocado nunca esas armas y eso podría ser un símbolo de la continuidad de uno y otro mandato.
Fuera de las armas, y de los aportes del ex presidente Alfonsín, que hasta ahora se ha resistido a hablar directamente de la causa, Solari dio cuenta del accionar de la Triple A y de lo que él conoció desde su lugar en el Senado. En ese sentido, le mostró al juez un tomo con parte de su labor parlamentaria documentada. Allí aparecen cinco proyectos de ley de 1975 en los que pidió sin éxito y con la oposición del peronismo la investigación de “grupos irregulares” de policías “de civil”. Con sus proyectos, mostró documentos como una carta de Dardo Cabo con la descripción de las torturas, de los diálogos, de un traslado hacia un centro clandestino y de la situación padecida por otros detenidos. Entre los amenazados de esa u otras denuncias mencionó a Juan Carlos Dante Gullo, Francisco “El Barba” Gutiérrez o Raimundo Ongaro.
En ese contexto, también narró sus dos atentados. El primero del 21 de noviembre de 1974, cuando le estalló una bomba al intentar encender su auto. Solari defendía en ese momento una reforma a un proyecto de ley de la asociación de profesionales para la democratización de los sindicatos. La segunda bomba explotó contra la puerta de su casa de Puerto Madryn, el 15 de abril de 1975, mientras aún seguía convaleciente. Entre una y otra vez, Solari recibió en el hospital la visita de Isabel y, para su sorpresa, de López Rega.
Oyarbide le preguntó por Isabel cuando la declaración concluía. “Fue exactamente la última pregunta”, explica en este caso Eduardo Valdés, que ha decidido acompañar como abogado a Solari, a quien considera esencialmente un “pluralista”. El juez le pidió una opinión basada en su “experiencia” acerca de lo que podía conocer Isabel. “No me consta”, le respondió. Aunque agregó: “Ningún argentino puede alegar que no sabía lo que pasaba entonces, porque salía en todos los diarios”.
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