Lunes, 25 de junio de 2007 | Hoy
EL PAíS › LOS FESTEJOS EN EL BUNKER DEL PRO INCLUYERON REFERENCIAS NACIONALES
Los seguidores del líder de Macri llevaron banderas que decían “Vamos por un país PRO”. El presidente de Boca dijo que el siglo XX fue el de los derechos humanos y que el XXI era el de las “obligaciones ciudadanas”. Las especulaciones de sus escuderos sobre el rol del líder del PRO como “jefe de la oposición”.
Por Werner Pertot
Mauricio Macri es el Jefe. Fue elegido jefe de Gobierno porteño por una diferencia de veinte puntos sobre el candidato K Daniel Filmus. Pero también tendrá que vérselas con ese título que le reservan sus amigos: el “jefe de la oposición”. Nada admitió sobre este sitial, aunque está convocado a ocuparlo por la presión de los votos y de varios de sus socios de la derecha, que ayer se agolparon para abrazarlo. Macri ancló su discurso en lo municipal, aunque sumó algunos planteos de la pelea nacional que comienza. Allí se diferenció de la política de derechos humanos del Gobierno: “No más perseguir fantasmas del pasado, no más resentimiento. ¡Queremos construir para adelante!”, arremetió.
Las viejas caras del menemismo, el duhaldismo residual y la derecha jurásica volvieron a cobijarse bajo el halo triunfante del empresario: estuvieron, listos para cuanta cámara hubiese, el ex ministro de Defensa y Economía de Fernando de la Rúa, Ricardo López Murphy; el ex gobernador menemista Ramón Puerta; el ex secretario de Seguridad de Eduardo Duhalde, Miguel Angel Toma; y el ex candidato a ministro de Economía de Carlos Menem en 2003, Carlos Melconián. El falso ingeniero Juan Carlos Blumberg pasó a saludar, pero se mantuvo lejos de la prensa.
Alejado de todas esas figuras durante la campaña. Con su discurso aséptico, Macri logró superar finalmente su techo de 2003, cuando fue derrotado por Aníbal Ibarra tras ganar la primera vuelta. La diferencia de 22 puntos que consolidó el 3 de junio fue fundamental para lograr su victoria. Lo que capitalizó con los cruces entre Filmus y Telerman le resultó suficiente para saltar el bache del ballottage.
Macri repitió la buena elección en los sectores de clase alta y baja, a la que sumó este año a una porción de la clase media-media. Algo en lo que ayudó la figura-revelación del macrismo: la vicejefa electa Gabriela Michetti. El empresario arrasó en la zona norte –en Recoleta, la diferencia fue de 80 a 20–, mientras que Filmus estrechó la brecha en el sur y en los barrios de clase media, como Caballito. Sin embargo, en el mejor de los casos la distancia no bajó de los 10 puntos.
El frío se colaba en las casas de chapa apretujadas abajo de la autopista, como una mancha gris entre los terrenos rodeados con alambre de púas que se extienden junto al río. Una bandera xeneize colgaba en una de las casitas, a dos cuadras del bunker que eligió Macri: el monumental “Che Tango”, sumergido en La Boca, en medio de fábricas despintadas y conventillos de los que colgaban tiras de ropa multicolor.
Vallados, polícías, seguridad privada, prefectura con perros separaban a esa geografía del epicentro de la victoria macrista. Una vez más, todo estaba dispuesto para una fiesta recargada de opulencia: el galpón gigantesco con las paredes tapizadas con la silueta de los edificios, las luces de discoteca, la pista circular de diez metros de largo, con el logo de PRO estampado en incansable amarillo y los proyectores gigantes que mostraban de la flor gigante de metal hasta la Casa Rosada.
De Puerta a López Murphy los invitados circularon ante las cámaras antes de perderse en el VIP, donde ya afluía el catering: empanaditas, sacramentos de jamón y queso, tortitas de vainilla y chocolate. La comida también circuló entre la tropa PRO, donde el clima tiraba a frío a las 18, cuando Rodríguez Larreta subió a anunciar que estaban “muy contentos, muy satisfechos”. Dos bombas de confetti multicolor explotaron y se dispersaron. Y a seguir con el cóctel.
Los números en las pantallas gigantes fueron arrancando pequeños grititos a los macristas, que más que militantes, parecían fans a la espera de una estrella pop. Ni bombos, ni banderas con nombres de dirigentes: la estética PRO intenta separarse lo más posible de lo que pueda ser identificado como “política”. Pululaban, sí, las remeras que decían: “YA está bueno Buenos Aires”. Más tarde se colaron algunos banderines amarillos y una inexplicable bandera que decía “SAME”. Otra dejaba en claro el futuro: “Vamos por un país PRO”.
Con la mitad de los votos más unos cuantos más, el resultado a favor de Macri implica una derrota para el Gobierno en el distrito más visible del país. La derecha atesorarán este contundente triunfo, y por nada del mundo quiere que se diluya en octubre. Por eso Macri rehuirá a la discusión sobre el reñido título de “jefe de los opositores”, dado que no tiene un candidato que conforme a PRO. En el diccionario PRO, “conformar” se traduce: “medir en las encuestas”, una condición que no cumplen ni López Murphy ni el alejado gobernador neuquino, Jorge Sobisch, quien ya volvió al ruedo.
Hace pocos días, uno de sus aliados se espantaba con los 60 puntos que se anunciaban en las encuestas. “Macri no va a ser el Jefe, porque no va a octubre, pero es el que reparte las cartas. Todos lo van a mirar a él”, confió a Página/12. “Con un resultado arriba de los 60 puntos, tenemos un problema todos”, se preocupaba. “Todos” son el resto de la oposición, que languidece frente al exitismo del Jefe: Roberto Lavagna no parece crecer tras anunciar a su previsible compañero de fórmula, el radical Gerardo Morales; Elisa Carrió, que sufre las consecuencias de haber elegido como aliado al jefe de Gobierno, Jorge Telerman. Aunque el resultado en Tierra del Fuego enciende una llamita que la acerca a las ambiciones de Macri.
En la fragmentación opositora, ninguno parece admitir un “Jefe”, aunque los números y los medios afines lo coloquen a Macri en ese lugar. ¿Qué hará él con ese título? “Va a tender puentes entre opositores”, señalaba un macrista con cintura legislativa. “No puede sumergirse en una derrota en octubre. Lo mejor es la prescindencia”, pedía uno de sus posibles ministros. “Todavía no hay ninguna posición sobre eso. El debate interno recién empieza”, esquivó el jefe de campaña Horacio Rodríguez Larreta. Lo que está claro es que el Jefe no podrá no hacer nada.
Afuera del búnker, una murga contratada amenizaba la noche ante unos pocos vecinos. Adentro, el clima de campaña mermaba cuando entró un grupo de fans que, mientras bailaba al son de Catupecu Machu, empezó a subir la temperatura a puro cantito.
–Un minuto de sileeeeeeeencio... para Kirchner que está muerto– se animaron, mientras agitaban sus porras amarillas. Y después: “Se siente, se siente, Mauricio presidente”. En tanto, el futuro ministro de Educación porteño, Mariano Narodowski, comentaba a este diario que “Kirchner no compitió. Para nosotros perdió Filmus-Heller”.
–Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Kirchner que lo mira por tevé.
En eso estaban cuando subió Macri y los retó (“Eso no es PRO”). Tras atravesar la ola de papeles, Michetti comenzó: “Estamos SUPERcontentos. Gracias a Mauricio. No es fácil contar con jefes que sepan trabajar en equipo”. “A las demás fuerzas políticas les decimos que vamos a trabajar constructivamente. Queremos sumar, no enfrentar”, aseguró.
–Olé, olé, oleeeeeé, Gaby, Gaby –la recibieron.
Macri hizo subir a una mujer de 97 años que sentó a su lado. “De a poquito, María”, la ayudó. Era una votante PRO.
–Olé, olé, oleeeeeeé, Mary, Mary –continuaron los fans.
“Hoy ganó el cambio. No es un cambio como slogan, sino que está lleno de contenido”, advirtió Macri. “El siglo XX fue de los derechos humanos, el siglo XXI debe ser de las obligaciones ciudadanas”, definió. “Les digo que juntos somos más y que nadie se anime a detener el cambio en esta ciudad y en la Argentina entera”, avanzó hacia el terreno nacional. “Para PRO ganar es que toda la Argentina esté de pie”, sostuvo, en un discurso que duró 9 minutos con 17 segundos (todo un logro para él). Luego sacó a María y a Michetti a bailar una vez más sobre la pista. Enseguida, se sumó el resto del equipo de PRO, junto con los periodistas deportivos Fernando Niembro y Marcelo Araujo, que entraron saltando y se unieron en un scraun con Macri, como si hubiesen ganado una copa más. La copa que lo lleva al campeonato de la Rosada. La copa del Jefe.
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