Lunes, 25 de junio de 2007 | Hoy
La gobernadora electa de Tierra del Fuego tiene 43 años, es diputada y graduada en Farmacia. Nació en Rosario y hace apenas dos décadas vive en Ushuaia.
Por M. P.
desde Río Grande
De 43 años, rosarina, farmacéutica y casada desde hace veinte, Fabiana Ríos será la primera mujer que gobernará una provincia argentina tras haber sido electa en las urnas. La recordada Nina Aragonés de Juárez también ocupó una gobernación, lo mismo la puntana Alicia Lemme. Pero las dos lo hicieron tras renuncias de los mandatarios que habían sido electos: Carlos Díaz, en Santiago del Estero, y Adolfo Rodríguez Saá, en San Luis, quien había dado el salto hacia la presidencia tras la renuncia de Fernando de la Rúa. Entre todas las autoridades provinciales, Ríos también será la más joven. Varias novedades encarna esta mujer que llegó a Ushuaia a los 23 años. Como muchos habitantes de la provincia, buscaba nuevos horizontes laborales. Quizá sea ésa, entre otras razones, una de las explicaciones de la súbita identificación surgida entre muchos fueguinos. Aquí, como en toda la Patagonia, la mayoría es inmigrante.
A las 20, cuando Ríos anunció que había una “tendencia imposible de modificar” a favor del ARI y que le llevaban tres puntos de diferencia al Frente para la Victoria, muchas caras comenzaron a enrojecerse. Sus amigas lloraban. Se abrazaban. Lo mismo se había visto, minutos antes, en el bunker del partido de Carrió. “¡Yes! ¡Yes!”, gritaban los fiscales a medida que ingresaban al local, un pequeño comercio ubicado en una esquina. El grito en inglés era una broma interna. Era acompañado con un movimiento brusco de las manos, parecido al de los referís en esa versión algo extraña del rugby australiano. Ya nadie disimulaba el festejo para el que parecían haberse preparado: sobre una de las paredes había una pizarra metálica en la que alguien había escrito con fibra indeleble y en letras de imprenta: “Vamos a ganar, ganamos”. En ese momento, Ríos estaba oculta tras una puerta. Estaba haciendo el último recuento de votos con los informes de los fiscales.
Antes de ser diputada, Ríos trabajó como farmacéutica de la obra social de la provincia. En ese momento colaboró con una investigación sobre supuesto tráfico de niños que eran quitados a sus padres biológicos para venderlos a matrimonios extranjeros que no podían tener hijos. Entonces se llegó a sospechar de maniobras para falsificar estudios de ADN. Ríos tiene dos hijas, Victoria y María Betania (a la que le puso ese nombre por la ciudad en la que nació Lázaro, el personaje bíblico que Jesucristo hizo resucitar). Ayer no se la vio acompañada por sus hijas, pero era notable ver cómo los hijos de sus amigas, niños aún, se morían de ganas de saludarla. “Mi mamá es amiga de ella. Yo la conozco desde hace mucho”, dijo a Página/12 Adrián Sánchez, ocho años, que no se despegaba por nada del mundo del álbum de figuritas del Torneo Clausura.
Muy distinto era lo que se escuchaba de Ríos en la confitería del Hotel Atlántida, uno de los más caros de la ciudad. Pasadas las 22, mientras un televisor mostraba imágenes de Mauricio Macri y Gabriela Michetti, desde una mesa ocupada por cincuentones con pinta de empresarios se escuchó una definición algo burlona. “Es una zurdita.” Paradójicamente, en el festejo del ARI se había escuchado decir que “izquierda y derecha ya no existen más, son categorías viejas”. “Eso dice Lilita”, reforzó la autora de la frase, una colaboradora de Carrió que había llegado desde Buenos Aires.
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