EL PAíS › LA INTERBARRIAL NACIONAL SE REUNIO EN CIENCIAS SOCIALES
Un día en la asamblea
En la reunión de delegados votaron una agenda de resistencia a los aumentos, las elecciones y la militarización de las calles. También se denunció el permanente hostigamiento de policías y punteros a los asambleístas. El problema de los aparatos y la baja de los delegados.
Por Miguel Bonasso
Ya no era el escenario estival y arbóreo donde se produjo el primer encuentro “Interbarrial nacional” de marzo, con los delegados sobre la hierba, alzando la mano como una ola futbolera ante las ambiciosas propuestas de cambiar la sociedad y a quienes habían dejado de representarla. Ahora se trataba del aula 210 de Ciencias Sociales, un vasto salón de concreto, apenas vestido por las mantas de algunas asambleas y los sombríos murales que se encuentran en cualquier universidad, desde Frankfurt a Dar es Salaam. Tampoco había 3000 asambleístas sino, variando en las horas de una jornada maratónica, entre 300 y 500. Mayoritariamente maduros, de entre 40 y 60, con una minoría compacta, visible, de jóvenes en sus primeros veintes. La mayoría de clase media, con un porcentaje abrumador de desocupados. Uno de los “viejos”, delegado “con voz pero sin voto” de su asamblea barrial, militante tenaz de todas las marchas, concentraciones y gomazos, con el bigote cano, amarilleado de tabaco, se acercó al cronista y le explicó al oído: “Es que la gente se siente agarrada de las pelotas por los muchachos del PO y el MST”. Y agregó, para que no cupieran dudas: “Pero igual hay que estar, porque si se acaban las asambleas, estamos jodidos”.
Antes que el del bigote, un delegado que había viajado 15 horas en micro desde Guaymallén (Mendoza) y debía pernoctar entre las columnas de hormigón de “Sociales” antes de regresar y poner al tanto a su Asamblea, mostró la otra cara, la de quienes perdieron la conciencia ingenua el 20 de diciembre. Por él y otros como él, conviene ser cuidadosos a la hora de trazar un balance de esta Segunda Interbarrial Nacional de asambleas populares.
Es indudable que hay un retroceso, un estancamiento del movimiento asambleístico, por lo menos del que se nuclea e identifica como sucesor de los legendarios encuentros de Parque Centenario. Porque algunas asambleas se han salido de este modelo y ensayan nuevas formas de asociación con los protagonistas del drama social, que también merecen ser informadas. Hoy, por ejemplo, se reúne en Parque Avellaneda el Segundo Encuentro de Economía Solidaria en el que participarán asambleístas de 35 barrios porteños, junto con delegados de otras 12 asambleas del Gran Buenos Aires, además de representantes de diversas organizaciones sociales como el MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados), yerbateros de Misiones, productores de Santiago del Estero, trabajadores de Subterráneos y de la industria láctea y cooperativistas de la Vivienda.
Las comparaciones son odiosas, pero hay que hacerlas. En la Primera Interbarrial Nacional, que se llevó a cabo el 17 de marzo último, se decidió que la Segunda se realizara “en Plaza de Mayo.” Terminó en la Facultad de Ciencias Sociales.
A la Primera concurrieron más de 150 asambleas vecinales. A la Segunda, 126 delegados, de los cuales solamente 60 tenían mandato de voto. En el encuentro liminar hubo delegados de Jujuy, Tucumán, San Juan, Córdoba (cinco localidades), Santa Cruz, Salta, Entre Ríos, Chubut y Santa Fe, además de representantes de numerosas localidades bonaerenses, no sólo del Gran Buenos Aires sino del interior de la provincia como Bahía Blanca, Pergamino, Junín, Tandil, Olavarría o Necochea. En la segunda, a las cuatro de la tarde se habían registrado 84 delegados. Del total, 43 pertenecían a asambleas porteñas, (lo que representa el 52 por ciento); 28 del Gran Buenos Aires (34 por ciento); 3 de La Plata; 2 de Rosario; 4 de Mendoza, uno de Córdoba y uno de Río Negro, lo que hace un porcentual de 13 para el interior del país.
Tanto en declaraciones a Página/12, como en sus intervenciones públicas, varios delegados admitieron que había un retroceso y que podía deberse en buena medida a la “aparateada” de algunos partidos de izquierda. Nadieplanteó de manera macartista que estas agrupaciones debían estar fuera de las asambleas, pero todos evocaron con nostalgia una etapa augural en la que “muchos vecinos” se habían sumado espontáneamente al movimiento y luego se habían retraído ante el peso creciente de los aparatos.
Algunos viejos militantes de la década del setenta, que encontraron en las asambleas una vía fresca y creativa para vencer décadas de terror y sucesivas desilusiones, incorporaron otro elemento de análisis nada desdeñable: muchos asambleístas comenzaron por proponerse metas casi abstractas por lo ambiciosas (que se vayan todos, incluido el gobierno de Estados Unidos) y luego fueron descendiendo hacia tareas reivindicativas posibles, prácticas, de solidaridad con las fábricas vaciadas, de ocupación de locales para establecer comedores y realizar actividades de apoyo a los indigentes, de recuperación de espacios públicos, de denuncia de la corrupción existente en todas las instituciones. Actividades que reforzaban la red solidaria y dificultaban tanto el discurso de los sectores más conservadores como la intención oculta de aumentar la represión para criminalizar el conflicto social.
Ahora, según esa interpretación, se reinvertiría el esquema inicial para avanzar desde el apoyo a una fábrica ocupada, o el establecimiento de una imprescindible guardería, hacia la propuesta política estratégica que sigue faltando.
De cualquier manera, pese al retroceso y las críticas que emergían de los propios asambleístas presentes en el encuentro, hay un dato de la realidad que presidió todos los informes y propuestas y que no debe soslayarse: las asambleas sufren una persecución constante por parte de ese gran partido conservador que es el PJ y sus grupos de choque.
Desde la mañana hasta la noche del sábado, en las más de catorce horas que duraron las exposiciones, los datos sobre amenazas, aprietes y golpizas contra asambleístas se reiteraron cubriendo las más variadas geografías: desde la mendocina Godoy Cruz hasta los previsibles municipios bonaerenses, como el de Malvinas Argentinas, cuyo intendente –Jesús Cariglino– fue calificado por el delegado que habló por Grand Bourg, como “el más corrupto del Universo”.
Una terquedad represiva, denunciada oportunamente en estas páginas, que relativizaría los diagnósticos sobre un posible retroceso del debate callejero. Es evidente que muchos dirigentes y punteros del justicialismo consideran que los vecinos en asamblea les disputan la calle y el poder territorial, y alumbran con peligrosa nitidez sus vínculos con la represión policial y la administración partidaria del delito. Un tema dolorosamente de moda a partir del asesinato del joven Diego Peralta y la subsecuente denuncia de Marcelo Saín, viceministro de seguridad de Juan Pablo Cafiero.
El ritual clásico de los tres minutos de exposición, precedido por una de las organizadoras repitiendo la fórmula: “Habla tal, se prepara tal”, incluyó invariablemente otro dato de la realidad, los porcentajes locales de desocupación que en todos los casos desbordan los oficiales del Indec y en algunos (como Grand Bourg) trepan a un aterrador 80 por ciento.
Las propuestas, rubricadas con el canónico “que se vayan todos”, hicieron hincapié en “el repudio total a las elecciones tramposas”; la unidad con el movimiento piquetero, el movimiento obrero, los partidos de izquierda y las organizaciones de derechos humanos. También menudearon las críticas a las privatizadas, el anuncio de un vasto plan de resistencia para enfrentar alzas de tarifas y un claro apoyo a los ahorristas para quienes se exigió “la restitución inmediata de los depósitos”.
Como ocurre últimamente, las críticas no se destinaron en exclusiva a la corporación política sino que se extendieron, por ejemplo, a medios y periodistas que los asambleístas consideran paradigmáticos de la Argentina decadente y represiva, como Daniel Hadad. Los organizadores acreditaron avarios medios, Página/12 entre ellos, pero la asamblea votó que los noticieros televisivos (como el de América TV), sólo podían registrar la apertura y la clausura. El resto sólo podía ser cubierto por los “alternativos”.
El movimiento asambleístico argentino está concitando simpatías a nivel internacional. Página/12 entrevistó a una norteamericana que se radicó en nuestro país y participa activamente en la asamblea de Colegiales. Y a un joven escritor mexicano que encuentra notables similitudes entre la situación argentina y la que está por sufrir –modelo neoliberal mediante- su país.
Anoche, pasadas las diez, la Segunda Interbarrial votó numerosas resoluciones. Las más importantes incluían: la convocatoria a un tercer encuentro en los primeros días de diciembre; movilización a Plaza de Mayo el 20 de diciembre; cacerolazo contra el tarifazo y las “elecciones truchas”; un congreso de organizaciones populares para lograr la unidad en la lucha; manifestación (el 28 de agosto) para que “el PAMI vuelva a ser de los jubilados”; concentración el 12 de octubre (“Día de la Raza”) en contra de la “colonización de ayer y hoy”; denuncia permanente de la militarización de las calles por las fuerzas de seguridad, causantes activas “de los crímenes”; reivindicación junto con el movimiento femenino de la despenalización del aborto; movilización para el 16 de setiembre con universitarios y secundarios por la Noche de los Lápices; campaña nacional contra el ALCA y por la no suspensión de los servicios públicos esenciales a desocupados y jubilados.