EL PAíS

¿Cómo sucedió?

Domingo 28 de octubre de 2007. Es bueno asentar la fecha desde el inicio porque quedará marcada en la historia política argentina. El valor de este día lo dará la historia, pero el calendario quedará marcado: por primera vez tres mujeres se presentan como candidatas a la presidencia. Y es más, una de ellas, según las encuestas, será presidenta. Así, con a al final –aunque se pueda prescindir de este cambio de género para los puristas del lenguaje– muy probablemente habrá que nombrar a quien durante los próximos cuatro años será la máxima autoridad ejecutiva de este país. ¿Cómo sucedió? ¿Estamos frente a una modificación de las relaciones de género o será que la apatía general frente al proceso eleccionario enfrió hasta los posibles chistes misóginos que a diario encuentran otros blancos en los medios de comunicación?

Este hecho no parece despertar siquiera sorpresa, por lo menos en las vísperas. Tal vez porque las dos principales candidatas ya se manifestaron en contra de la despenalización del aborto, un fuerte reclamo del movimiento de mujeres. Sin embargo queda abierta la pregunta sobre las reacciones del día después, cuando un varón ocupe el silencioso segundo lugar de la vicepresidencia; o del “marido de”, un modismo hasta ahora inédito, y millones de niñas que recién arriban a la ciudadanía puedan incorporar a su lista de sueños el de ser algún día presidentas, mirándose en el espejo de la realidad más concreta.

“Sin dudas el contexto internacional hace menos inédito este momento –opina el politólogo y ex director de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA Franco Castiglioni–. Michelle Bachelet está gobernando en Chile, Angela Merkel en Alemania, hay posibilidades para Hillary Clinton en Estados Unidos y ninguna de ellas está identificada con la figura de la ‘dama de hierro’, no se les pide que adopten una impronta masculina con la que se asoció a Margaret Thatcher. De todos modos éste es un país presidencialista y entonces hay una demanda de fortaleza que las principales candidatas encarnan; tampoco se puede olvidar que tenemos un riesgo histórico de gobernabilidad.”

“Yo no sé si la Argentina se transformó tanto en relación con la paridad de género, pero sin embargo hay una modificación bastante interesante de las actitudes.” Dora Barrancos, socióloga, historiadora y doctora en Ciencias Humanas, se muestra moderadamente optimista, sobre todo porque entiende que la presencia de las candidatas se corresponde con un logro concreto del movimiento de mujeres y de la actuación de las mujeres en política que tiene que ver con la ley de cupos que rige desde 1994: “Estamos sobre un ejercicio temporalmente importante de la cuota femenina y yo creo que hay que pensar seriamente en el efecto que tuvo. Las candidatas son políticas que independientemente de su régimen de ideas tienen una experiencia concreta, no son figuras de alquiler –como se llama en Brasil a emergentes funcionales a los partidos tradicionales y de corto alcance–, que han sufrido embates de sus propios partidos en algún momento y así y todo se han sostenido en el tiempo. Si hay una fertilización en el terreno de la política de la presencia de mujeres que no es asombroso es porque ya hay al menos una base de un 30 por ciento que evidentemente van aconteciendo”.

Sorpresas te da la política

Sea porque el contexto internacional es favorable, porque en estos años se ha visto a mujeres en lugares inesperados –en el Ministerio de Economía o en Defensa– y han permanecido ahí hasta incorporarse en el escenario político sin más sorpresas que las que pueden deparar los errores o aciertos de gestión, o por el empuje que otorgó y otorga la cuota femenina; que una mujer vaya a ocupar el principal despacho de la Casa Rosada parece un hecho naturalizado, tanto como el ejercicio democrático. “Hay que señalar que es tal el nivel de separación entre la vida política y la sociedad que a muchos parece no interesarles quién va a gobernar. El desinterés que se manifestó en torno de la campaña es también porque no hay puntos de conflicto tan fuertes en los que esté jugándose un modelo de país; no se llega a pensar en un enfrentamiento entre derecha e izquierda como podría haber en otro momento, y también está la seguridad de que el oficialismo va a ganar –apunta Castiglioni–. Aunque no hay que despreciar que permanece en la memoria social lo acontecido en 2001 y entonces la sociedad sabe que más allá de quién gobierne tiene herramientas para hacerse oír, ya sea a través de cacerolazos o piquetes. La política tiene un cierto límite y la sociedad se guarda para sí la herramienta para imponerlo. No hay un cheque en blanco para nadie.”

¿Es la poca pasión que se pone en juego para elegir representantes la que permite que incluso una mujer sea una de “esos” representantes? “Hay que señalar que la aparición de las mujeres con tanta fuerza coincide con la pérdida de hegemonía de los partidos políticos tradicionales. Es posible que el desapasionamiento frente a las elecciones haya permitido cierta porosidad. No hay una reacción hostilizante frente a la candidatura de mujeres porque tampoco hay una reacción en la política hoy, no hay ninguna oposición excitada, es como que bueno, va a venir lo que va a venir, es la masa apática. La gente va a ir a votar y más allá de ciertos enfrentamientos no hay un estado de deliberación, de excitación”, señala Barrancos.

Es llamativo advertir que las críticas más claramente misóginas llegaron de boca de un viejo caudillo de un viejo partido en disolución como Raúl Alfonsín. El fue quien acusó a Cristina Kirchner de “levantar un puño crispado” al modo de Eva Perón y a Elisa Carrió por su inestabilidad emocional, algo que históricamente se achacó a las mujeres. “El puño crispado de Cristina es un gesto que tendió a moderar en los últimos días, evidentemente no es un momento en que aparezcan como necesarias las demostraciones de fuerza; este gobierno gobernó sin matar piqueteros, sin grandes represiones, se reconoce que se mantuvo la paz social, si no estaríamos viendo cifras de Blumberg o de Patti mucho más altas. A Cristina le vino bien, al contrario, el reportaje que le dio a Mónica Gutiérrez en el que incluso los escépticos la vieron mejor, en un rol más humano, hablando de su hija o de preocupaciones comunes. No es casual que esas preguntas las haya hecho otra mujer”, agrega Franco Castiglioni. Por su parte, la moderación también signó el discurso de la otra principal candidata, Elisa Carrió, que “llegó a decir que la inflación no era preocupante –apunta el politólogo–, evidentemente este país ya no necesita ni anuncios de apocalipsis ni grandes salvadores”.

Pero ¿hablamos de mujeres con nombre y apellido o de Cristina y Lilita, como se las suele reconocer públicamente? Para Dora Barrancos esta operación de pérdida de apellido que sufren las mujeres es un “trasbordar a lo doméstico las figuras públicas que sirven para que la gente las incluya en su intimidad”, aunque no puede dejar de apuntarse que siendo siempre menos, ellas también necesitan menos de su apellido para ser reconocidas. “También hay que decir –agrega Barrancos– que ninguna de las dos apeló al estereotipo hegemónico, Cristina no ha abusado del golpe bajo, de mostrarse con sus hijos, de apelar al rol materno y Carrió tampoco. El papelito del estereotipo clásico parece no correr con tanta fuerza. Es cierto también que algunos sondeos hablan de que las mujeres rechazan la candidatura de Cristina y critican su extremado arreglo. Es que está bien que se despeine un poco, que se le vean las uñas despintadas, en este momento nadie quiere que quien va a gobernar pierda demasiado tiempo en frivolidades.”

El divorcio también existe

Si es un hecho que la figura masculina va a pasar a segundo plano en el Poder Ejecutivo –como vicepresidentes– también es cierto que en el caso de que sea Cristina quien se consagre presidente Néstor Kirchner tendrá un lugar inédito para el que no hay nombre. ¿Y qué pasaría si aconteciera un divorcio? La pregunta, aún hipotética, sirve para graficar hasta qué punto patea el tablero una mujer presidente. Para Castiglioni “una ruptura entre ellos se vería como una ruptura política. Si Cristina es continuidad es porque tiene a su marido y su apellido”. Barrancos, en cambio, no imagina una gran hecatombe en ese caso: “Cristina es una política con luz propia, no creo que un divorcio podría afectar su gobierno, aunque sí hay que advertir que la reacción misógina va a llegar y ella debería tener una alianza de mujeres que más allá de lo estrictamente político o ideológico la defienda de esos embates que no son menores, repensando algunos conceptos algo ancianos que mantiene contra el feminismo. Así como no se puede pensar que las mujeres llegan al poder porque son mejores o menos corruptas, también hay que tener claro que una mujer no es todas las mujeres y me temo que cualquier traspié en su gobierno podría cargarse a todo el género”. En esto coinciden los entrevistados: así como la chance de hacer una gestión que llegue a término –que podría ser sinónimo de bueno si se lo compara con lo sucedido en 2001 y antes– habilitaría la aparición de otras mujeres incluso de partidos de la oposición, una mala gestión podría remedar el escandaloso paso de la última mujer por la presidencia, Isabel Perón. “Este es un momento histórico, no digo que sea un punto que ya no puede inflexionar pero me parece que este momento honra bien algo que las mujeres han hecho siempre en este país y es politizarse, es una historia de un país politizado desde su misma fundación. Por eso deseo que le vaya bien (a la presidenta), aquí no se trata de una apuesta política, se trata de una apuesta que tiene un interés de constituir sentidos más agregados, menos prevenciones contra las mujeres en política”, concluye Barrancos valorando esta fecha que, como se dijo, quedará marcada más allá de su valor político último y lejos todavía –además– de que por sí misma impulse la equidad de género como una política pública.

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