Domingo, 11 de noviembre de 2007 | Hoy
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, buscó desarmar los argumentos uruguayos y cuestionó el cierre de la frontera que dispuso Tabaré Vázquez. El análisis de la Cancillería.
Por Fernando Cibeira
Desde Santiago
El presidente Néstor Kirchner se fue ayer temprano de Santiago y dejó la representación celeste y blanca para el cierre de la Cumbre Iberoamericana en manos del canciller Jorge Taiana y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. El único funcionario entonces que habló en público del conflicto por las papeleras fue el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien apuntó a desbaratar lo que en la comitiva argentina consideraban que era la renovada estrategia del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, por mostrarse en el papel de víctima: el cierre de la frontera en Gualeguaychú por tierra, agua y aire. “Hay una gestualidad desmedida de parte de Uruguay, que busca aparecer como un país agredido cuando en realidad los únicos agredidos somos nosotros. No fuimos nosotros los que violamos un tratado internacional y no fuimos nosotros los que desatendimos permanentemente las normas internacionales en la materia”, sostuvo Fernández.
A lo largo del extenso conflicto, si algo siempre molestó en el gobierno argentino fue la disposición uruguaya de mostrarse como víctima. “El termina saliéndose con la suya. Viola el Estatuto del río Uruguay, habilita las papeleras cuando estaba abierta una mediación y encima busca aparecer como que es atacado”, sostenía ayer una fuente de la Cancillería argentina.
En el análisis, mencionaba que Vázquez había cruzado dos elementos: la puesta en marcha de la papelera –“algo que ya estaba listo y no podíamos evitar”, reconocían– con la Cumbre que debía funcionar, si no como corolario, sí al menos como balance de lo que había resultado el año de mediación (en medio del estallido del conflicto el término “facilitación” parece haber quedado fuera de uso) del rey Juan Carlos. Aseguraba que el desagrado español con la actitud de Vázquez no era un invento argentino, sino que surgía en cada conversación que mantenían con ellos.
Para la prensa resultó difícil conocerlo de primera mano. A cada intento, el canciller Miguel Angel Moratinos se excusaba de hacer comentarios. Más simpático, el embajador Juan Antonio Yáñez Barnuevo se mostró siempre igual de hermético, entrando y saliendo de los ascensores del hotel Sheraton. Lo único que alcanzó a confirmar Yáñez Barnuevo fue el increíble mecanismo uruguayo de informarle que se retiraba de las negociaciones tirándole un sobre con una carta oficial por debajo de la puerta de su habitación mientras dormía.
El jefe de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se mantuvo a una prudente distancia del conflicto durante los días que duró la cumbre. Ayer a la mañana, cuando fue consultado acerca del malestar español con Vázquez, se negó a confirmarlo pero tampoco lo desmintió. “En este momento es mejor no hacer ningún tipo de valoración”, respondió.
“Es lógico que los españoles están enojados. Si Taiana, Moratinos y (el canciller uruguayo, Reinaldo) Gargano estuvieron reunidos hasta dos horas antes de que saliera el decreto habilitando a Botnia y no les dijo nada”, sostenían en la Cancillería.
Mientras, Alberto Fernández se dedicó a cuestionar las decisiones de Tabaré. Sostuvo que no había “ningún argumento bélico” que justificara el cierre de fronteras resuelto por Uruguay. En ese sentido, destacó que los métodos de protesta utilizados por los asambleístas de Gualeguaychú “siempre fueron pacíficos”, aunque aclaró que el Gobierno “nunca los compartió”. El agregado tiene que ver con que Tabaré haya utilizado el saludo de Kirchner a una delegación de asambleístas el jueves como uno de los principales motivos que lo llevaron a acelerar la puesta en marcha de Botnia.
En tanto, resultaba difícil aún vislumbrar los próximos pasos en el conflicto. La atención, ayer al menos, estaba puesta en que no se desmadrara la situación en Gualeguaychú. Para lo demás había que esperar. “Estamos en el momento más crítico desde que comenzó el conflicto. Lo mejor es bajar un poco la tensión, esto sigue en La Haya”, evaluaba un importante funcionario. Las posibilidades de alguna represalia económica o una nueva medida diplomática –como el llamado a consulta al embajador en Uruguay– por ahora caían en el rubro “no sabe, no contesta”. Según las expresiones de Kirchner del viernes cuando habló de alejarse de “los nacionalismos y xenofobias propias del siglo XVI”, había que pensar que no, pero tampoco nadie se animaba a descartarlo.
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