Domingo, 11 de noviembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › EL HOMENAJE DE RODRIGUEZ ZAPATERO A LOS DESAPARECIDOS EN EL RIO
Las sirenas anunciaron su llegada. Con la ansiedad de una hora y media de retraso las personas se amucharon hasta donde los hombres de seguridad les permitían ingresar. Los integrantes de la Comisión Pro Memoria, del otro lado de la valla, estaban a punto de recibir al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, recién llegado de Chile. Una ofrenda floral con lazos de los colores de los dos países fue arrojada al río desde el muelle que culmina los casi nueve mil nombres de desaparecidos inscriptos en las paredes del Parque de la Memoria. “Argentina con este monumento reconoce su pasado, ante todo, para que nunca lo vuelva a repetir”, declaró brevemente a la prensa el primer jefe de Estado extranjero en recorrer el memorial. Lo acompañó el jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman; la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, las Madres Línea Fundadora Tati Almeyda y Nora Cortiñas, entre otras, y funcionarios del gobierno nacional. La vicejefa de gobierno electa, Gabriela Michetti, se fue antes de empezado el acto.
Pasaron las cinco de la tarde cuando unos ocho autos y tres camionetas se adentraron hasta el inicio del recorrido. El sol había decidido no jugar más a las escondidas y fruncía el entrecejo de la mayoría, que no llevaba anteojos negros. De un lado los esperaban algunas Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; del otro, en fila, integrantes de la comisión, Telerman, el senador electo Daniel Filmus, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, y el nieto recuperado Juan Cabandié. De manera desprolija se fueron saludando con el canciller Miguel Angel Moratinos, la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, y el embajador argentino en España, Carlos Bettini.
Durante los pasos protocolares un grito rompió la formalidad: “Treinta mil compañeros desaparecidos... ahora, y siempre”. Rodríguez Zapatero empezó a caminar mirando atento los nombres grabados en las placas de pórfido. El fotógrafo Marcelo Brodsky, exiliado en España durante los ’80, le explicaba la cronología en que fue ordenada la nómina, cuyo inicio era 1969. “En el ’75, con la Triple A”, relataba Brodsky. Cuando se quisieron dar cuenta promediaban el año 1976 y se habían pasado de la placa de “Díaz López, Antonio Adolfo. 26 años”. Un ciudadano español desaparecido en Argentina.
“Fue una cosa tan dulce, tan fuerte, tan sentida de verdad. Se le veían los ojos brillosos –detalló Almeyda, que lo llevó de la mano parte del trayecto–. Este monumento representa memoria pero también dignidad. Dignidad de todas las mujeres que han luchado, que han mantenido la llama viva de la libertad frente a la intimidad. De la democracia frente a la dictadura, del recuerdo frente al olvido intolerable.”
Más temprano el viento obligaba a cambiar de posición y mirar hacia el río. Su imagen, el ruido de los aviones, las placas, los pañuelos blancos. “Le explicábamos que las mamás que no tienen los restos de sus hijos esperan saber dónde están, aunque muchos están en este Río de la Plata y van a ser irrecuperables”, narró Carlotto.
En el muelle las fotos y las flores. El agua recibió la ofrenda. “Que esta atrocidad que se cometió aquí en el Río de la Plata, y en tantos otros lugares de Argentina, sea una página negra, pasada, pero que recuerde todo el pueblo”, concluyó Zapatero.
Informe: Sebastián Abrevaya.
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