“Estoy conforme porque es un paso más, un paso fuerte, pero no siento alegría”, dice Juana Muniz Barreto, hija del desaparecido ex diputado alineado con la Tendencia Peronista Diego Muniz Barreto, una de las víctimas del ex subcomisario detenido ayer. La mujer admite estar conmovida, pero prefirió reservar sus sentimientos para expresarlos ante sus íntimos. “Volví a mi casa, abracé a mi hijo que me estaba esperando, que había visto todo por la tele”, comenta ante la consulta de Página/12.

Desde temprano, Juana Muniz Barreto esperó en una panadería cercana al juzgado, junto a la abogada Ana Oberlin. “Lo vimos pasar caminando por la vereda con los dos hijos y la suegra. Pretendía que le tomaran la declaración más temprano”, recordó. Luego se sentó en un patio del juzgado, donde se había ubicado los días previos. Desde allí había visto pasar a los represores Santiago Riveros y Reynaldo Bignone, entre otros, quienes desfilaron ante el juez Suares Araujo en la megacausa que investiga los delitos cometidos en el centro clandestino de Campo de Mayo. “No estoy para festejar nada. La sensación mía es que la Justicia debe resolver y dio un paso. Escuché que alguien dijo que es un detenido político. Acá no hubo nada de eso, los pedidos de indagatoria fueron luego de las elecciones para que quedara claro eso. Se trata de delitos, y me parece importante que sea la Justicia la que resuelve con lo que le fuimos aportando en estos meses.

–¿Pero verlo preso no le causa ninguna sensación?

–Me parece que cuando alguien actuó al margen de la ley debe rendir cuentas ante la ley. Si no, lo que queda es impunidad, y una democracia asentada en el “acá no pasó nada” no sirve. El otro día el abogado de un milico me dijo “no te parece que 30 años después podríamos estar comiendo un asadito”... Y no, yo no actúo por venganza ni por revancha, e incluso perdono. Pero no olvido. Tiene que haber un arrepentimiento para que uno perdone. Y no puede haber impunidad, si no ¿qué queda para las generaciones que vienen? ¿Qué sociedad se está gestando?

–El festejo de esta decisión puede entenderse por una justicia tan demorada, ¿no le parece?

–Y sí. Años. La suegra de Pa-tti les decía a los Hijos ‘¿están contentos ahora que lo metieron preso?’. Y mi abogado le dijo ‘hace 31 años que están esperando eso’. Estaba a los gritos, en actitud patoteril. Me quedé en el patiecito, llorando con mi hermano, esperando que se fuera. Nos abrazamos con todos, y me puse contenta que la indagatoria fuera por todos los casos. Siento una gran cercanía con los Hijos, aunque no milito.

–¿Cómo fue el secuestro de su padre?

–Mi papá estaba comprando en una carnicería de Escobar con (Juan José) Fernández (su asistente), él se les presentó, los encañonó y se los llevó a la comisaría. Estaba de civil y con un auto particular, todo fue ilegal. Las notas que él mandó desde allí llegaron a destino, por lo que en la familia supimos desde un primer momento que estaba secuestrado. El los venía siguiendo, haciendo inteligencia. De ahí los llevaron a la Unidad Regional de Tigre, y luego los trasladaron a Campo de Mayo. Ahí fue torturado y luego los llevaron a Entre Ríos en el baúl de un auto. Les dieron una inyección, los metieron en el auto y los tiraron al río. A Fernández no le hizo efecto la inyección y se escapó por el parabrisas.

–¿Por qué piensa que la detención de Patti sucede ahora?

–Después del traspié que tuvo en el Congreso, evidentemente tuvo un castigo electoral, la gente no lo votó. Ahora estamos peleando la impugnación a su candidatura a gobernador. Acá hay leyes en las que se amparan para no ir presos. La Justicia electoral exige que haya una condena cuando lo que hubo son 30 años de impunidad en los que la Justicia no actuó. Esto recién empieza. Es muy difícil reconstruir una historia 30 años después, fueron meses de intenso trabajo. Nosotros vamos por una condena, y no sólo por mi papá.