Lunes, 3 de diciembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › LOS ASAMBLEISTAS LLEVARON SU PROTESTA POR AGUA
En unas 20 embarcaciones, ambientalistas de Gualeguaychú llegaron hasta la costa uruguaya para rechazar el funcionamiento de Botnia. Los esperaba un fuerte operativo de seguridad. No hubo incidentes.
Una semana después de lo previsto y luego del bloqueo uruguayo, los asambleístas de Gualeguaychú lograron llegar hasta la playa de Las Cañas en Fray Bentos, en el corazón de la papelera Botnia. Por agua y montados en unas veinte embarcaciones, los vecinos llevaron la protesta contra la fábrica de celulosa finlandesa hasta el borde de Uruguay, a donde no pudieron llegar a pie la semana pasada porque el gobierno oriental cerró los pasos de frontera. Ayer llegaron rodeados por un impresionante operativo de seguridad y con la prohibición de amarre y desembarco. Una especie de valla de redes evitó que los asambleístas se acercaran.
“La costa de la playa uruguaya parecía una fortaleza verde”, contó a Página/12 Rubén Almeyda, un asambleísta que salió a las tres de la tarde de Las Islas Inés en territorio argentino para hacer el recorrido a Uruguay.
Hace años, ese camino era uno de los más frecuentes entre vecinos de uno y otro lado de la frontera, y una línea divisoria entre dos barrios que ahora no está más. José Gómez es uno de los que vivió esos dos momentos. Referente de los asambleístas, ayer siguió la travesía desde tierra. “Uruguay movió a todas las fuerzas de seguridad de Montevideo para evitar que se hicieran los desembarcos”, explicó. “Movieron barcos de prefectura, motos de agua, ¡como si nosotros fuésemos los que vamos a invadir cuando antes íbamos hasta ahí todos los días y nadie nos decía nada porque eso era nuestro lugar de descanso!” Para Gómez, como para otros vecinos, lo que se juega no es una cuestión de fronteras sino de país o de “soberanía”, como le dicen: “Finlandia puso xenofobia en esta cosa, y hasta nos ponen a las fuerzas de seguridad en contra nuestra”.
El conflicto por la instalación de Botnia lleva cuatro años pero se agudizó el 9 de noviembre cuando la planta de celulosa empezó a funcionar. Desde entonces, los vecinos siguieron adelante con sus protestas; con el bloqueo del puente internacional a Fray Bentos para decir de distintos modos que no darán la “licencia social”. El gobierno uruguayo, en cambio, primero cerró la frontera migratoria de Fray Bentos a Gualeguaychú para proteger la producción de la pastera y la semana pasada cortó el paso entre Colón-Paysandú y el puente de Salto-Concordia, cuando la asamblea había programado movilizarse hasta Las Cañas. La movilización, finalmente, se realizó ayer.
A pesar de que el gobierno uruguayo no cerró ni el cruce de Colón ni Salto, los asambleístas dejaron la tierra y optaron por cruzar por el agua con la idea de no desembarcar. Cuando divisaron la costa, entendieron que allí había una especie de inmensa trampera. “Era un tramoyo”, explica Almeyda, nuevamente. “Una red sostenida por boyas con plomo que cae al río como una pared de red; si uno no se da cuenta, la red enreda la hélice de la lancha y te tranca.”
La red estuvo a metros de la costa, y sirvió para evitar el avance de la gente. El gobierno uruguayo ya había prohibido el amarre de las lanchas en cualquier punto de la costa, como en las zonas de cañas donde habitualmente se detienen las barcas. Estableció, en cambio, una zona de exclusión en un club privado conocido como el Club de los Remeros para controlar a aquellos que desearan amarrar. Según la prensa local, la policía uruguaya tenía precisas instrucciones de detener a los asambleístas que tocaran tierra en cualquier punto de la costa uruguaya que no fuera el puerto deportivo de Fray Bentos, aunque además se les impediría realizar la protesta con distintos modos de disuasión como presencia policial en toda la línea de la costa.
“Fue como si nos hubiesen estado esperando”, dice Almeyda. “Había custodias escondidos hasta atrás de los árboles pero no avanzamos porque no nos interesa confrontar con el pueblo uruguayo, queremos reclamarle al gobierno.” Según Almeyda, tres patrulleros de la Prefectura Argentina les están haciendo tareas de “seguimiento” permanentes.
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