Lunes, 28 de enero de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Ruben Dri *
Las siguientes líneas se suman a la polémica iniciada tras las declaraciones del ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, en una entrevista con este diario. El filósofo Rubén Dri propone reflexionar sobre la situación de las ciencias sociales en la Universidad de Buenos Aires.
Para el debate abierto sobre el conocimiento es fundamental preguntarse sobre la situación del conocimiento, la investigación y la docencia en nuestra universidad. Lo que en primer lugar salta a la vista es que la universidad en general, y la Facultad de Ciencias Sociales que aquí nos interesa en particular, aceptaron la lógica del mercado que como un huracán se impuso en nuestro país en la década del ’90. El deterioro académico, que es una percepción generalizada, no es más que su consecuencia. Menester es, pues, que comencemos a realizar un análisis crítico de semejante lógica, a fin de recuperar la facultad como espacio de creación colectiva al servicio de la sociedad.
Todo el mundo sabe que los sueldos que se pagan a los profesores son insuficientes. Para remediar tal situación el neoliberalismo encontró la solución: la categorización y los incentivos.
- La categorización. Una universidad –unidad en la diversidad– es la comunidad, el sujeto colectivo, la producción colectiva de conocimiento, no en el sentido de supresión de las individualidades, sino de afirmación de las mismas en el seno de la comunidad. La comunidad no significa que todos hacen lo mismo o que todas las funciones son exactamente iguales. Hay funciones diferentes, la de profesor titular, la de asociado, la de adjunto, la de auxiliar, pero ello no implica tener profesores de primera, profesores de segunda y profesores de tercera y profesores “parias”. Eso sólo acontece en una sociedad de castas. Mediante los concursos se delinean las funciones en el marco de la comunidad. El “genial” invento de la “categorización” rompe la comunidad, introduce la jerarquización, la competencia, el individualismo, en una palabra la concepción individualista y de guerra a muerte que es propia del neoliberalismo. Se lleva a la práctica de esa manera uno de los principios fundamentales del neoliberalismo, la desigualdad. Esta, efectivamente, para dicha filosofía no sólo es un valor positivo, sino el valor positivo por excelencia, pues incita a la competencia, motor de todo progreso. ¿Cómo se categoriza? Mediante la asignación de puntajes a determinadas actividades que se supone realizan los docentes. Ahora bien, la categorización hace referencia directa a la investigación, teniendo en cuenta también la docencia, pero ésta, de manera subordinada. Los docentes universitarios aparecemos así categorizados como “investigadores de primera”, “de segunda”, “de tercera” y así en adelante. Puedes haber ganado el concurso que sea, eso quedó atrás, lo importante ahora es que te sometas a la categorización.
De esa manera, el concurso queda desvalorizado. De hecho, es la clave para ser designado como profesor regular, pero ello no significa que, por ejemplo, eres apto para desarrollar un proyecto de investigación. Para eso deberás someterte a un tribunal que juzgará si posees tal aptitud. Ahora bien, ¿cuál es el criterio por el cual, por ejemplo, los libros publicados no pueden pasar los 180 puntos? ¿Por qué la docencia en carreras de posgrado puede llegar a los 100 puntos? El único criterio es el “decisionismo”. No puede ser de otra manera cuando se aplican las matemáticas, o sea, lo cuantitativo, a lo cualitativo. Es cierto que esto se aplica al poner determinado puntaje para la aprobación de las materias. La diferencia es que, en este caso, el puntaje está avalado por el conocimiento –al menos eso se supone– que el profesor tiene en relación con el dominio que el alumno posee de la materia. Es decir, lo cuantitativo en este caso es simplemente una manera de significar la aprobación de la materia. En el caso de la categorización el problema es diferente. Efectivamente, aquí no hay ninguna aprobación cualitativa. Todo se reduce al más crudo cuantitativismo: asistencia a los congresos, tantos puntos; artículos en revistas, tantos puntos; y así adelante. Es una verdadera banalización del conocimiento.
El decisionismo que campea en la asignación de puntos a la investigación no puede menos de asombrar al otorgar puntos de investigación a la “gestión” ¿Qué tiene que ver la investigación con la gestión? Esta es una función de política académica. A ella no se llega por méritos académicos, sino por elección. Es bueno que quien ejerce una función política en la universidad posea méritos académicos, pero no necesariamente ni siempre es así. La gestión es una función necesaria que debe ser remunerada con criterios que tienen que ver con el trabajo que implica, pero mezclar la gestión con la investigación, otorgar puntajes de investigación por la gestión es mezclar el agua con el aceite.
Un profesor debe preocuparse por acumular puntaje. Para ello se lanza a acumular títulos, maestrías y doctorados, asistir a congresos, presentar ponencias, publicar artículos pero que sea con “referato”, porque de esa manera tienen mayor puntaje. El invento del referato trae al imaginario la escena de la competencia futbolística.
Una cosa es un artículo publicado con referato y otra, el mismo artículo publicado sin tan importante y trascendente aprobación. Con artículos con referato uno puede llegar a reunir nada menos que 200 puntos. Esos mismos artículos, sin agregar una coma, pero privados de referato sólo pueden arañar unos 50 puntos. El referato le agrega un plus que no se sabe de dónde viene. Es como la “gracia eficaz” de San Agustín, o las palabras mágicas que transforman la realidad material en espiritual.
Los libros publicados por editorial con arbitraje o comité editorial pueden reunir hasta 180 puntos. Pongamos por caso: la Fenomenología del espíritu, la Ciencia de la lógica y la Enciclopedia de las ciencias filosóficas de Hegel no llegarían a reunir esos puntos porque es evidente que no contaron con ningún arbitraje. Con algunas publicaciones que contasen con la “gracia” del referato se pueden reunir hasta 200 puntos y superar a los tres libros de Hegel.
- Los incentivos. En diversas actividades el incentivo está prohibido. Se trata de una práctica que va contra la ética. Ya que la práctica deportiva ha influido en la adopción del referato, se podría haber adoptado también la práctica del deporte en la cuestión del “incentivo”. En ella tal práctica está prohibida y penada.
En la Universidad es práctica loable. Es necesario acumular puntaje, ser categorizado en el nivel más alto posible, para entrar en los incentivos. Los profesores universitarios para trabajar necesitan ser incentivados. Eso sí, se paga en negro.
Suponer que para trabajar se necesita ser incentivado es directamente humillante, pues ello significa que el trabajador es tan irresponsable como para no realizar el trabajo que le corresponde. Si esto puede aplicarse a todo trabajador, con más razón debe aplicarse a profesores universitarios, pues se supone que éstos son “educadores”. Es absurdo pretender serlo si no se es plenamente responsable de su trabajo.
- Los posgrados. La necesidad de acumular títulos para el puntaje con el que puedas acceder a la categorización más alta y así puedas recibir un mayor incentivo lleva a la multiplicidad de los cursos y títulos de posgrado. El grado ha quedado “degradado”, tan degradado que en algunos programas recibidos de las instancias superiores directamente no figura, porque sólo habla de pregrado y posgrado.
Es ésta una grave deficiencia. El tronco de la formación universitaria, aquello en lo que la comunidad universitaria debiera poner sus máximos esfuerzos es en la formación de grado. Para esta instancia de la formación universitaria, la Facultad debe contar con profesores debidamente concursados, con sueldos dignos.
Los profesores con dedicación exclusiva cada año informan sobre sus actividades, tanto de la enseñanza como de la investigación, de modo que no necesitan otra instancia para hacer lo mismo. Tampoco tienen necesidad de incentivo alguno, porque el sueldo que reciben debe ser suficiente para una vida digna y un trabajo eficiente.
Es un mérito de la Facultad de Ciencias Sociales el haber resistido eficazmente a la tentativa de acortamiento de la carrera de grado. Sin embargo, la avalancha de propuestas de posgrado la ha postergado.
- “Informes sobre las investigaciones.” Antaño, cuando no gozábamos de los beneficios de las categorizaciones y los incentivos, el informe que se debía rendir de las investigaciones realizadas era eso, un informe. Ello significa que era necesario sintetizar el cuerpo de la investigación mostrando sus avances, sus dificultades, el cumplimiento de los objetivos, los cambios que el proceso de investigación ha obligado a realizar, etc.
Ahora todo eso cambió. Veamos: “Breve descripción del proyecto (120 palabras)”. A continuación: “Describir las dificultades encontradas en la ejecución del proyecto (120 palabras)”. A tan difícil y severo informe le siguen las “palabras claves”. Eso es todo en cuanto informe del proyecto como tal. Claro que nada de eso es importante. Lo importante viene ahora: Publicación de artículos, presentación en congresos, simposios; realización de conferencias, en una palabra, acumular puntaje.
De esta manera, lo cualitativo ha desaparecido, fagocitado por lo cuantitativo, es decir, por el mercado. Hay que salir a vender el producto, saber presentarlo, independientemente de su calidad. Es necesario saber llenar formularios, tarea que se ha transformado en una de las principales actividades del docente universitario que quiere “progresar”.
* Profesor consulto e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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