Lunes, 28 de enero de 2008 | Hoy
EL PAíS › A TRES MESES DE LA ELECCION, NO SE DEFINIO QUIEN GOBERNARA LA CAPITAL PROVINCIAL
Un candidato radical se habría impuesto por apenas 444 votos a su oponente justicialista para encabezar la intendencia de San Salvador de Jujuy. El resultado fue objetado por aparentes irregularidades y ahora la Corte Suprema debería resolver. Mientras, en la ciudad conviven la intriga, la bronca y la indiferencia.
Desde San Salvador de Jujuy
“Vaya uno a saber qué pasará...”, es lo primero que repiten instintivamente los jujeños cuando se les consulta por su futuro intendente. Luego callan, reflexionan, y quizá se quejan de la iluminación, los baches, la basura o ese incipiente brote de rabia que amenaza hace tiempo la ciudad. Pero la primera reacción es de incertidumbre, tanto dentro como fuera de la destartalada Municipalidad de San Salvador de Jujuy. Ocurre que al día de hoy, justo tres meses después de las elecciones, la capital provincial sigue sin mandamás. En rigor, quien gobierna hasta que se resuelva en la Justicia el dilema que enfrenta al ex justicialista José Raúl Martiarena y al radical Raúl “Chuly” Jorge es el presidente del Concejo Deliberante, Rodolfo Nieto. Mientras, en la calle, la situación genera intriga, malestar, bronca o una contundente indiferencia.
Esta historia comienza el 28 de octubre de 2007. Ese día, como en todo el país, se votó en San Salvador. Se elegía presidente, gobernador e intendente. Cómodamente ganó Cristina Fernández de Kirchner, no tanto el peronista Walter Barrionuevo. La intendencia la disputaban Martiarena, un ex peronista que iba por su reelección, y el “Chuly” (acá todos lo conocen por su apodo), candidato de la UCR por la línea de Gerardo Morales. Las encuestas auguraban un desenlace cerrado. Y así fue. Tanto que la cuestión todavía está esperando una definición de la Corte Suprema de Justicia (ver aparte).
“Esto no puede ser, están violando la voluntad popular”, se indigna Jorge en conversación con Página/12. “Esta situación podría sentar un precedente terrible. Si por lo que pasó acá anulan las elecciones, tendrían que hacer lo mismo en toda la provincia”, desafía. Sin embargo, al Chuly se lo nota confiado. Elogia al nuevo gabinete consensuado con Nieto, se jacta de su despacho ad hoc en la Municipalidad y, desde ahí, se proclama como “el intendente en las sombras”.
Por la calle, al radical la gente lo reconoce. Inés, de más de 70 años, toma té con masitas en un bar del centro. Cuando pasa Jorge no resiste la tentación y lo llama, varias veces. Chuly se le acerca y ella le pregunta, inquisidora: “¿Usted sabe quién soy?”. Como buen político, él evita decir no. Conversan un rato, le da un beso gentil, le regala un manojo de sonrisas y ella se muestra satisfecha. El diálogo con este diario continúa hasta que una mujer desde atrás le pisa los talones: “¡Arquitecto!”, le grita. Forzado, vuelve a sonreír. Le asegura que “están viendo” el tema de la obra social que ella pregunta y le da unas cuantas palmaditas en la espalda. Luego confesará: “Esto de andar dando explicaciones todo el tiempo me tiene loco”. Y eso que no asumió.
De Martiarena no se sabe su paradero. Los rumores son de lo más variados: que está en el interior, que se esconde de la prensa, que se fue del país, que está en Buenos Aires, que está de vacaciones. Página/12 se subió a un taxi y se dirigió hasta su domicilio, en el sofisticado barrio de Los Perales. El palacete luce deshabitado, con boletas de teléfono regadas por el piso y un par de tigres dorados descascarados en la puerta. Una vecina aseveró que hace días no se ve movimiento.
En la actualidad, la imagen pública de Martiarena no parece la mejor. Taxistas, mozos y transeúntes sienten que se trató de una gestión que hizo poco por la ciudad y hablan de corrupción. Las críticas se repiten: baches, iluminación y basura. Ocurre que, desde que en 2007 rompió con el peronismo local para crear su propio partido, Martiarena fue perdiendo paulatinamente aliados. Hoy sus más acérrimos defensores son los vendedores callejeros. Silvia Butkovic, delegada del Frente de vendedores ambulantes de la avenida Dorrego, donde tiene su puestito de venta de juguetes chinos, lo defiende: “Nosotros lo bancamos porque él hizo cosas bonitas por nosotros. Por ejemplo, a los 50 locales que aquí están les puso techo. Con él nunca tuvimos problemas”, argumenta mientras suena de fondo una penetrante cumbia onda reggaetón. Margarita vende CDs truchos de todos los colores y también protege a Martiarena. Pero su euforia es notablemente inferior: “Militábamos por él, pero ahora que se fue, vaya uno a saber qué va a pasar. En el fondo, lo que pase con la intendencia no cambia nada porque, asuma quien asuma, es el mismo baile”.
La Municipalidad de San Salvador de Jujuy es algo muy parecido a lo que un porteño imagina que es la Municipalidad de San Salvador de Jujuy. A unas veinte cuadras del centro, del otro lado del río y sobre la calle Exodo, se levanta el edificio pintado toscamente de varias capas de color salmón. Adentro hay una tele de 20 pulgadas, desde donde una vedette hace declaraciones estridentes que un grupo de mujeres de ruleros y guardapolvo celeste comentan. A un costado, varios hombres entrados en kilos miran al horizonte, silenciosos, aburridos, detrás de su mostrador. El aire que se respira es espeso, causado por esa mezcla que genera la llovizna permanente y el calor húmedo. Un viejo ventilador desvencijado da lucha, pero es derrotado. La poca luz proviene de esos tubos que titilan y cansan la vista.
En el centro del hall de entrada, arrojado sobre su silla, Hugo Palacios masca hojas de coca con desenfado. De 53 años, comenta que hace 15 trabaja en “la Muni” y que “los de la gestión anterior fueron un desastre”. “Cuando se fueron, se llevaron todas las máquinas para usarlas en sus casas y ahora hay un lío enorme porque también se llevaron los rígidos con la información”, agrega. Pero él no le tiene miedo a la incertidumbre, él pertenece a la planta permanente: “Echaron a los que tenían convenios, a los que estaban jornalizados”, explica.
Y, en efecto, de los más de 6500 empleados que pertenecían a la gestión pasada ahora quedan sólo 4 mil. La preocupación de muchos es que esa mano de obra desocupada ahora se vuelque al delito y crezca la inseguridad. Pero, para tantos otros, lo que se abre es una chance. Es el caso de Miguel Angel, quien a sus 25 años proclama que “en política cuando hay un cambio, siempre hay perdedores”. En este juego, obviamente él se postula como ganador: “Yo milito desde chiquito en la UCR, por culpa del padre de un amigo mío que es diputado provincial hace años. Y la verdad es que nunca le había pedido nada al don, pero ahora que ganamos lo llamé por primera vez para ver si puedo enganchar algo en la Municipalidad por la mañanita. Aunque sea ganar 800 pesos”, pide, tímido, mientras saca del horno unas empanadas de carne y papa.
A Roberto, que se declara “oficialista por costumbre”, no le caben dudas. Es peronista, pero está seguro de que van a terminar quedándose los radicales. “Mirá, yo hablo con autoridad, eh. En los años en los que fui capo de una de las hinchadas de Gimnasia y Esgrima de Jujuy conocí a medio mundo. Ahí estaba la gente de Martiarena y la de Milagros Sala. Y te digo más, mirá, le pongo la firma ahora mismo. Acá se queda el Chuly porque si no, vos no sabés el quilombo que se va a armar...”
–¿Por qué? La gente parece estar tranquila –pregunta Página/12.
–Y... es que si no está Sala, que es de la Triple C, va a romper todo.
En realidad, Milagros Sala no es de la Corriente Clasista y Combativa (la CCC que el abuelo, desafiando símbolos, llama Triple C) sino de la Central de los Trabajadores Argentinos. Referente ineludible en la provincia, dirigente de la influyente Organización Barrial Túpac Amaru que cuenta con más de 70 mil afiliados en todo Jujuy, Sala jugó en las últimas elecciones con el candidato del Frente para la Victoria, Pablo Lozano. Pero eso hoy mucho no le importa. Ella, como confirmando a Roberto, asegura que en aquel momento su objetivo era que no ganara “el corrupto de Martiarena” y que ahora también hará lo posible para que eso no ocurra.
Informe: Diego González.
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