Jueves, 24 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › DE VIDO, EL INTERLOCUTOR QUE LOS EMPRESARIOS PRIVILEGIAN POR SU CAPACIDAD DE DECISIóN
Al mundo de los negocios no le sorprendió que el ministro de Planificación siguiera mientras el jefe de Gabinete cae. Consideran que su rol como arquitecto político y negociador es mucho más difícil de reemplazar que el de cualquier otra pieza.
Por Luján Cambariere
“Para aplaudir o para llorar, todos terminamos hablando con Julio De Vido”, se sinceraba ayer un dirigente empresario, aludiendo al estatus de interlocutor privilegiado con el poder económico que tiene el funcionario. Ese rol es, justamente, una de las fortalezas del ministro de Planificación, cuya cabeza reclama recurrentemente la oposición. El otro atributo, igualmente reconocido desde la tribuna patronal, es quizá más relevante a la hora de especular con esa reclamada sustitución: este hombre fuerte del gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, que se consolidó como tal durante la gestión de Néstor K., gestiona con notoria pericia temas delicados y complejos. Un gerente tan eficiente para la política oficial como su subordinado, Ricardo Jaime, quien atraviesa una coyuntura afortunada a pesar de los constantes embates opositores.
Resuelve. Lo que fuere, pero resuelve. Ejecutivamente. Con fuerte aval político, Julio De Vido es uno de los recursos más eficaces para encaminar desde el Estado cuestiones de lo más diversas, que no siempre tienen que ver con su área específica de competencia. Quizá por eso, su acción roza permanentemente la órbita de su par de Economía y se emparienta con esas funciones eclécticas de la Jefatura de Gabinete.
Por el despacho del ministro de Planificación desfilan desde dirigentes de cámaras sectoriales con los que se acuerda alguna desgravación puntual hasta representantes de la Asociación Empresaria de la Argentina, núcleo polirrúbrico de grandes empresas que suelen arrimar al Gobierno ideas globales sobre el rumbo de la economía. Es uno de los principales arquitectos oficiales del acuerdo social en ciernes, caballito de batalla de la gestión de la Presidenta. Los hombres de negocios que se sientan con él lo reconocen como un negociador tan “hábil” como “duro”, pero con un valor clave para definir: tiene poder. Algo que, hasta ayer, el ministro no parecía haber perdido.
“Desde el punto de vista operativo, es más difícil de reemplazar que Alberto Fernández”, conjeturaba ayer un ejecutivo petrolero, en alusión a los complicados temas que maneja el ministro arquitecto. Durante los cinco años al frente de la cartera, montó complejos sistemas de gestión, incluyendo los multimillonarios fondos fiduciarios con los que se subsidia al transporte y a las rutas privatizadas o aquellos que sirven para solventar las ampliaciones de la infraestructura energética, básicamente gasoductos.
La administración de esa maraña de dinero y normas que habilitan sus movimientos no es un paquete fácil de transferir a un eventual sustituto. La investigación judicial por los sobreprecios pagados a Skanska, contratista de la obra para ampliar la capacidad de transporte de gas, surgieron en este marco. Grandes responsabilidades para un De Vido que últimamente luce muy delgado, presumiblemente por los cuidados que exige su diabetes más que por el agobio de aquellas pesadas tareas que está dispuesto a sostener con gusto.
Aquella competencia del ministro también le cabe a su secretario de Transporte, ambos cuestionados por la oposición por los manejos presuntamente opacos de los dineros públicos. Pero por las obvias reglas del juego político, esas exigencias públicas suelen producir el efecto opuesto de consolidar a los funcionarios denostados. Como su jefe en el organigrama, Jaime siempre ha tenido una llegada directa a Néstor Kirchner, lo que le dio aire para resolver ejecutivamente los temas de su área. Y según analizaba ayer un allegado, ahora vive un buen momento. Hay tranquilidad relativa en los temas de la secretaría y su titular ganó mucho protagonismo con la anunciada reestatización de Aerolíneas Argentinas. Mover esta pieza también terminaría desbaratando la comunicación construida con los empresarios del sector.
Los pocos empresarios que ayer se atrevían a hablar en un momento políticamente tan caldeado veían bien el recambio en la Jefatura de Gabinete. No tanto por la sustitución en sí como porque ésta abre para el Gobierno la ocasión de retomar la iniciativa y ocuparse de algunos problemas. Fundamentalmente el de la caída de la actividad, en gran medida producto del conflicto con el campo. Hasta la construcción lamenta que el parate haya ocasionado la pérdida del 2,5 por ciento de la fuerza laboral, revirtiendo la tendencia a tomar empleados los últimos años.
Para el poder económico, el otro aspecto alentador de la sustitución de Alberto Fernández por Sergio Massa es que le suponen a este último buenos vínculos tanto con Cristina (jefa de Estado) como con Néstor (titular del partido gobernante), algo que consideran útil a sus fines: cuanto más armonía haya en el seno del poder, más previsible es el marco. En el mundo de los negocios, la estabilidad es siempre bienvenida, a menos que haya un conflicto severo con algún funcionario cuya cabeza se codicie. No era el caso de Fernández. Y tampoco ese parece ser el anhelo con respecto a De Vido y lo más granado de su equipo.
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