EL PAíS › OPINION

Un mundo aparte

Por Juan De Wandelaer *

Las Fuerzas Armadas son socialmente inútiles. Lo saben, e intentan por varios medios remediar esta situación: repartir comida, educar, intervenir en catástrofes naturales... Son tareas que corresponden a ámbitos civiles. El Presupuesto 2003 otorga, como cada año, una suma mucho más importante para “defensa y seguridad” que para “educación y cultura”, cuando debería ser al contrario.
Argentina no tiene “enemigos” externos, por lo cual estas Fuerzas Armadas son prescindibles. Los “enemigos” actuales son el FMI (22 por ciento del Presupuesto 2003 destinado al pago de una deuda ilegítima), las grandes empresas multinacionales, la apropiación de grandes extensiones de tierras por manos extranjeras. En cuanto al peligro terrorista, el atentado a las Torres Gemelas demostró la incapacidad del mayor poder militar del mundo en evitarlo. Entonces, los cañones no tienen ninguna eficacia contra quienes representan una real amenaza. El pueblo, en cambio, está indefenso, sufriendo el hambre, el desempleo, la falta de educación y atención médica adecuada.
Las Fuerzas Armadas deberían transformarse progresivamente en un cuerpo de “protección civil”, o defensa civil, formado para intervenir eficazmente en caso de inundaciones, incendios forestales, etc... El presupuesto militar debería transferirse progresivamente a cubrir los derechos humanos inalienables como el trabajo y la educación. Y el Estado debería transitar hacia una democracia participativa y real, con respuestas a las numerosas necesidades actuales.
La defensa necesaria de esta sociedad se puede ir preparando paralelamente por medios no violentos, como ser las huelgas, los boicots y la no cooperación y no colaboración con cualquier eventual usurpador, interno o externo (es preciso recordar que las Fuerzas Armadas se enfrentaron casi exclusivamente en el transcurso de su existencia contra su propio pueblo). Cuanto mayor libertad, justicia y democracia haya, mayor será la voluntad de defender estos valores, y de defenderlos con el conjunto de la población, no con una pequeña “elite” armada y violenta. Pero los militares viven en un mundo aparte, encerrados en sus cuarteles, en sus uniformes, en sus verdades. Educados en la obediencia, no pueden emitir opiniones contrarias a sus superiores. Y cuando los superiores máximos son el Gral. Brinzoni y el ministro Jaunarena, que defienden la impunidad, es difícil imaginar que tengan ideas propias, innovadoras y creativas para acercarse al pueblo y reconocer sus crímenes.
* Miembro de la Internacional de Resistentes a la Guerra y militante del Equipo SERPAJ (Servicio Paz y Justicia), Buenos Aires.

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