Miércoles, 1 de julio de 2009 | Hoy
EL PAíS › TOMáS ORDUNA, INFECTóLOGO
Por Adrián Pérez
Aunque el adelanto del receso invernal y su cumplimiento hasta fines de julio se presenta como una medida que las autoridades de la provincia de Buenos Aires y del gobierno de la ciudad tomaron ayer para disminuir la circulación del virus de la influenza A H1N1 entre la población más joven, Tomás Orduna, infectólogo y jefe del Servicio de Patologías regionales y Medicina regional del Hospital Muñiz, hizo hincapié en que el cierre de escuelas para mitigar la cantidad de infectados tiene que venir acompañado por una fuerte concientización de los estudiantes y, principalmente, de los padres: “Si los chicos se reúnen en las casas de sus amiguitos porque se aburren o aprovechan las vacaciones para estar toda la tarde en un cíber con 40 o 50 computadoras, eso sólo será funcional para reproducir el contexto del aula de cualquier escuela, donde comparten habitualmente juegos y material didáctico”. “¿Cómo deben actuar los padres durante este parate?”, le preguntó Página/12. “La exclusión o el aislamiento social –advirtió Orduna– tiene que venir aparejado, necesariamente, de una fuerte responsabilidad social. En mi opinión, cada uno de nosotros debe concientizarse y ser responsable por sí mismo y por los demás, es decir, en caso de presentar sintomatología (catarro, tos, estornudo frecuente) no hay que acudir a eventos masivos y, como estamos recomendando desde hace dos meses, tienen que realizar la consulta médica, evitar la automedicación y hacer el correspondiente autoaislamiento en sus hogares para evitar la propagación de virus.”
–¿Esta impasse en el dictado de clases que comenzó ayer y se extenderá hasta fines de mes debe pensarse como si realmente fueran vacaciones?
–No. En realidad, son medidas de prevención contra la influenza. Si pensamos en la etimología misma de la palabra, las vacaciones se relacionan con el ocio y aquí se está proponiendo otra cosa, que es el aislamiento social.
–Desde el punto de vista epidemiológico, ¿cuál es el sentido de esta resolución?
–Lo que se busca con estas medidas es mitigar y disminuir el contagio. Para decirlo de algún modo, es como cerrar poco a poco la llave de paso de un caño que se rompió y del que sale mucha agua. Pero no hay que confundirse. En el imaginario popular subyace la idea de que paramos las clases, y con eso, paramos la epidemia y esto no es así.
–Pero si las escuelas cierran, también deberían hacerlo los restaurantes, cines, teatros y otros espacios públicos...
–Bueno, el cierre de lugares de ocio y circulación masiva de personas es una medida que presenta, en principio, una serie de interrogantes. Por ejemplo, ¿qué hago con la masa trabajadora que todos los días tiene que trasladarse a sus labores? Si bien no es necesario que el Estado cierre estos espacios, de alguna manera todos debemos ser responsables en cuanto al autoaislamiento. Con los adultos tenemos una situación de difícil resolución porque, a diario, deben trasladarse a sus ocupaciones y trabajos.
–Eso quiere decir que si pensamos en la gripe A y el concepto de pandemia estaríamos hablando de una transformación en el imaginario social sobre la concepción del trabajo...
–Esa es una muy buena observación. Yo creo que sí porque con la llegada del virus de la influenza A H1N1 (su rápida circulación y trasmisión) se rompe con la costumbre de ir a estudiar o a trabajar enfermo, una tradición que ha sido históricamente antisocial. Pienso en la gente que ha ido a trabajar enferma por temor a perder el empleo o a alguna sanción. Creo que ahora vamos a tener una concientización de los empleadores para que cambie ese comportamiento. También está la imagen del workaholic: el “adicto al trabajo”.
–¿Cambia algo en la sociedad con esta nueva influenza?
–Creo que sí. Como aprendizaje, entre las “ganancias” que estamos obteniendo, hay un cambio de comportamiento social que implica pensar en el otro o, al menos, que aquella persona que no lo hizo intente hacerlo. Insisto, la responsabilidad social es fundamental para ésta y otras enfermedades.
–¿El número de afectados estaba en los planes?
–Es evidente que estamos ante una situación que se esperaba, donde tenemos una difusión y dispersión de la gripe en función de la llegada del invierno; a diferencia de lo que ocurre en los países del Hemisferio Norte, donde si bien hay dispersión, la incidencia es menor. Que existan más casos y que próximamente aparezcan más no es algo que tenga que sorprendernos.
–Llama la atención que niños y jóvenes sean los principales afectados. ¿Cómo se explica esto?
–Por ahora, la pregunta sobre por qué hay pacientes sanos jóvenes con estas complicaciones es un interrogante que la ciencia no puede responder con claridad.
–También hay mucha psicosis y miedo en la gente...
–Hay una sensación en la población, y en parte de la comunidad médica, de que todos los cuadros graves se corresponden con la gripe A, pero la realidad es que existen otros diagnósticos. Y, además, subyace en el imaginario que todo el mundo tiene que tomar Tamiflú y esto no es así. La gente no tiene que pedirlo por su cuenta, el farmacéutico no lo puede recetar porque sí y yo lo tengo que medicar a conciencia y con criterio.
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