Aunque no hay estadísticas confiables ni suficientes, una certeza recorre las calles de Buenos Aires. Las personas sin hogar, que viven a la intemperie y soportan las bajas temperaturas de este invierno inclemente, se niegan en muchos casos a dormir en los paradores del gobierno porteño. Paola Fernández dice que la gente en su situación tiene “dos opciones: o vas a un parador y salís a las 7 de la mañana o te quedás donde estás y cuidás lo que tenés en la calle”.

Carlos Lombardi coincide en que el problema son los objetos personales que cada familia logró conservar trabajosamente debajo de un puente, en una plaza o como la mayoría, cobijándose en la traza de la Autopista 25 de Mayo. “No nos llevan con las cosas y ése es el principal problema. Tenemos que dejar todo. Por empezar, nuestras criaturas están bien y a veces nos meten en un parador con gente que tiene barbijo o con muchas enfermedades. Hubo una noche en que nos llevaron con María Esther al parador de Costanera Sur y había una nena que devolvía todo el tiempo. Nadie vino a atenderla. Ni la madre ni el padre, ni los que estaban ahí durmiendo. Y encima a las 7 de la mañana hay que agarrar todas las cosas y volver a la calle. Y a las 4 de la tarde estar en el mismo lugar de nuevo para sacar un turno y pasar la noche otra vez.”