Lunes, 16 de agosto de 2010 | Hoy
EL PAíS › ESTELA DíAZ, RECONOCIDA ACTIVISTA POR LOS DERECHOS DE LAS MUJERES
La coordinadora del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo de la Argentina (Cemyt), que acaba de abrirse en el marco de la CTA, explica aquí los hallazgos del estudio y propone las claves para reducir la brecha de género.
Por Mariana Carbajal
“A pesar de haber mejorado significativamente los indicadores de empleo, formalidad y aumentos salariales, todavía en cualquiera de las variables que se analicen sigue habiendo resultados desfavorables para las mujeres”, advierte Estela Díaz, coordinadora del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo de la Argentina (Cemyt), que acaba de abrirse en el marco de la CTA. Para Díaz, es “importante fortalecer el liderazgo y la participación de las mujeres en el movimiento sindical”.
Díaz, reconocida activista por los derechos de las mujeres, con larga trayectoria en el ámbito gremial, es la candidata de la lista que encabeza Yasky para las próximas elecciones de la central sindical, a ocupar la secretaría de Género de la CTA, un cargo que ya desempeñó entre 2003-2006.
–¿Cómo analiza el hecho de que la brecha de participación laboral femenina sea tan marcada? –le preguntó Página/12.
–El crecimiento sostenido de la tasa de actividad de las mujeres durante los ’90, que se produjo en condiciones de precariedad para compensar la reducción de ingreso del hogar, a partir de la posconvertibilidad –año 2002– se detuvo o comenzó a crecer más pausadamente. Interesa este dato porque puede leerse de varias formas. Por un lado, se trataría de un indicador positivo ya que da cuenta de que las razones que llevaron a las mujeres al mercado de trabajo en los años del neoliberalismo, ya no están presentes. Han mejorado los ingresos de los varones o de otros integrantes del hogar, más los planes como la asignación por hijo/a, la moratoria jubilatoria, entre otras, y entonces, se podría afirmar que son factores que influyen en la “elección” de las mujeres por las tareas domésticas. Pero, la pregunta inmediata que deberíamos hacernos es por los factores que están condicionando esta “elección”. ¿Qué empleos se están ofreciendo a las mujeres con menor calificación que prefieren no buscar trabajo remunerado? ¿Hay opciones para que se resuelva la contradicción entre las tareas domésticas, de cuidado y la salida laboral? Para responder este interrogante es necesario mirar lo que sucede incluyendo nuevas perspectivas como la de género y reflexionar sobre el devenir de la brecha de la participación laboral de la mujer, porque la experiencia demuestra que puede reducirse y hasta igualarse, por ejemplo en las personas con estudios universitarios. Entonces, debemos preguntarnos por qué no ocurre lo mismo entre las mujeres con menos estudios y de sectores más pobres. La discriminación salarial es una de las más persistentes a nivel internacional y atraviesa todos los niveles socioeconómicos, sin embargo, la tasa de actividad no tiene el mismo comportamiento. Hay evidencias de que puede reducirse prácticamente hasta su desaparición. Cuando las mujeres tienen oportunidades laborales y se les ofrecen empleos de calidad, en general optan por insertarse en el mercado de trabajo y esto influye en la autonomía personal y también en los indicadores de pobreza y desarrollo.
–¿Qué políticas y qué legislación son necesarias para mejorar la condición de las mujeres en el trabajo?
–Resulta imprescindible avanzar en la consideración del mundo del trabajo de manera inclusiva, que contemple el trabajo productivo -–remunerado– y reproductivo, no reconocido como trabajo ni remunerado. La promoción de las responsabilidades familiares compartidas, que involucren a los varones, y de políticas públicas de cuidado infantil y de personas dependientes, resulta fundamental. Para esto necesitamos realizar reformas en la Ley de Contrato de Trabajo, avanzar en la noción de licencias parentales; aumentar significativamente la licencia por nacimiento, adopción, por cuidados de familiares para los varones y en los empleos especialmente de la industria que ocupan mayoritariamente a varones, y promover guarderías en esos lugares.
–El Senado acaba de dar media sanción a un proyecto que amplía a cinco días la licencia para los varones por nacimiento de un hijo. ¿Qué le parece?
–Es totalmente insuficiente. Ese mínimo aumento sigue poniendo la responsabilidad del cuidado de los hijos e hijas en las mujeres. No sirve de nada ese cambio. Hay aspectos estructurales del mercado laboral que requieren de cambios no sólo materiales, también de profundos cambios culturales. Hay brechas que se van a reducir en la medida en que cambiemos miradas estereotipadas de lo masculino y lo femenino. En este aspecto tienen un papel muy importante la educación y la formación profesional. Facilitar el acceso de las mujeres a puestos no tradicionales. Todavía hay una gran distancia entre la participación política y social de las mujeres y las posibilidades de inserción con equidad en el mundo laboral. El retraso en este sentido es evidente. Cuando se entienda que cuidar a las personas no es un tema de mujeres, seguramente habremos dado muchos pasos adelante.
–¿Cuáles son los ejes más críticos que revela el estudio?
–Además de la reducida participación femenina en el mercado de trabajo en comparación a los varones, la segmentación del mercado de trabajo, que desplaza a las mujeres hacia sectores de bajos ingresos; y la discriminación salarial que indica que las mujeres perciben menores remuneraciones cuando desempeñan tareas similares a los varones. En las mujeres de hogares de bajos ingresos las discriminaciones son más notorias: hay menor participación, y mayor segmentación horizontal, con una amplia ocupación en el servicio doméstico, principalmente, con mayor precariedad laboral, y a la vez mayor desocupación.
–Hay una ley de cupo sindical. ¿Se cumple?
–En general, en las listas sindicales se cumple, pero no es tan claro que así sea en todos los niveles, ni en las federaciones ni confederaciones. Donde claramente hay un déficit muy grande es en las paritarias. La ley indica que haya como mínimo un 30 por ciento de mujeres en las mesas de discusiones o una proporción de la cantidad de empadronadas. Pero prácticamente no se aplica. El propio Ministerio de Trabajo no ejerce el control debido y tampoco desde las mismas organizaciones sindicales las mujeres han llevado adelante reclamos en ese sentido, como sí han hecho mujeres de la política, con el apoyo del movimiento de mujeres, que han llegado incluso a instancias internacionales para que se cumpla la ley de cupo. Y hoy estamos cercanas casi a la paridad en el Congreso. En este sentido es importante fortalecer el liderazgo y la participación de las mujeres en el movimiento sindical.
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