Jueves, 17 de noviembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
El segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner empezó, de facto, al día siguiente de la elección. Sin distraerse ni para celebrar, comenzó a delinear la agenda del 2012 y, aun, la de los próximos años. Un solo tema del repertorio fue introducido extramuros del oficialismo: el conflicto con un gremio de pilotos de Aerolíneas Argentinas. Los demás, incluida “la batalla del dólar” (que produjo reacciones y contraofensivas de alto voltaje), fueron propuestos desde la Casa Rosada. Los recortes a subsidios anunciados ayer por el ministro Julio De Vido y su colega (también vicepresidente electo) Amado Boudou corroboran la regla y la tradicional iniciativa hiperquinética del kirchnerismo.
En este caso no es aplicable un clásico refrán: el hilo (hasta aquí y ahora) no se corta por lo más delgado. Los subsidios cuya supresión lisa y llana se anunció beneficiaban a grandes empresas o a usuarios particulares con elevada capacidad patrimonial. Capitalistas poderosos o felices propietarios en parajes cinco estrellas que trasuntan (hasta ostentan o alardean) prosperidad. El único reproche serio imaginable es que debió efectivizarse antes.
Comenzar con quienes no tienen derecho al pataleo es un modo sagaz de incursionar en un terreno en el que existen zonas más grises, complejas. Lo será la ampliación a otros usuarios, a quienes se consultará por escrito si quieren seguir siendo subsidiados por el Estado. La falta de respuesta se considerará renuncia. La metodología propuesta parece sencilla, no hay que ser muy agorero para predecir que tendrá sus bemoles. Un universo mucho más numeroso y variado que el VIP al que se sisó ayer requerirá una implementación refinada. La nueva etapa del kirchnerismo exigirá sintonía fina en la gestión. He aquí uno de los primeros ejemplos y un caso piloto. La legitimidad electoral de la Presidenta le sobra para acallar protestas de los ricos, famosos y prebendados. Un porcentual, no menor, de los subsidios quedará podado de un saque. Aunque los cálculos oficiales o periodísticos son aproximados, cuando no a ojímetro, nadie parece discutir que comienza un ahorro fiscal de miles de millones de pesos. Un avance, una señal, cifras dignas de mención. No es poco, para los primeros días.
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Millones de no millonarios: Frente a las gentes de a pie, la labor será muy otra. En el medio, por así decir, hay una sociedad civil activa y celosa de sus derechos.
El cronista, abogado él aunque con mandato cumplido, destaca que una renuncia de usuarios-consumidores-ciudadanos debe gozar de un marco legal respetuoso de sus derechos. Por lo pronto, será de interpretación restrictiva, a favor de la parte débil del contrato, que es el usuario. El documento tendrá que ser explicado con detalle y transparentarse cuáles serán las tarifas que se pagarán en caso de cambiar la situación actual. Nadie puede ser intimado a asumir que puede pagar un costo mientras ignore de cuánto se trata.
Las asociaciones de consumidores se harán oír. La experiencia comprueba, reversionando otro refrán, que quien siembra vientos, cosecha recursos de amparo. Habrá quien judicialice la cuestión y los Tribunales rebosan magistrados con el “amparo fácil”, siempre dispuestos a frenar la acción ejecutiva, así fuera en base a demandas mal fundadas y peor resueltas.
La casuística de millones de “no millonarios” que no habitan Puerto Madero, ni Barrio Parque ni countries es interminable. Por imaginar un ejemplo: quien habilita una ventanilla para apearse de un beneficio debería abrir otra para que se reenganchen personas cuyo patrimonio o su patrimonio o su situación laboral empeorarán más adelante.
En promedio, el Gobierno comprueba que está al tanto de la necesidad de modificar ejes del “modelo”. Para conseguir objetivos similares a los concretados desde 2003 o para profundizarlos, es forzoso apelar a nuevas herramientas o aggiornar otras.
El modo de plantear la salida, empezando por los sectores de mayores recursos económicos, es un mensaje acerca de las prioridades oficiales. Conjugarlas con una realización acorde, otro de sus desafíos inminentes.
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De azul, pintado de azul: Nobleza obliga: apodar “azul” al dólar traficado ilegalmente es un dechado de corrección política. Basta de apostrofar al “negro” como sinónimo de malo, marginal o delictivo. El cronista supone que serán pocos los que juzguen discriminatoria la nueva elección de color. ¿Quién puede sentirse estigmatizado por el uso del “azul”? Los policías, acaso. ¿Los hinchas de seleccionados deportivos franceses (aunque éstos apoyan al “bleu”)?
Bromas de lado, el tratamiento mediático a las vicisitudes del dólar en estas semanas da material para los comunicólogos, cuyo principal problema en estas pampas es la abundancia de insumos. El aumento de la demanda, las correrías del “blue” fueron tapas de diarios y azote de los televidentes. La baja abrupta del dólar ilegal, en cambio, confirmó los proverbios de Andy Warhol: su cuarto de hora de fama tocaba a su fin, cuando menos en este capítulo.
La edición on line del diario Clarín del martes a la noche prodigaba un modesto record: las peripecias de la City colaban muy, muy abajo en la pantalla. La caída vertiginosa en el ranking lo posicionaba como menos interesante que la reconciliación de Martín Redrado con la vedette Luciana Salazar. El Golden Boy, otro que gozó de las mieles de los medios durante un ratito, podría reescribir otro refrán: “Desafortunado en el juego (político), afortunado en el amor”. Perdón, habíamos prometido no bromear, pero las tentaciones son demasiadas. No lo haremos en lo sucesivo, retornemos al buen tono.
Las repercusiones y operaciones ulteriores a las medidas de control de la AFIP fueron tremendas y lograron impacto en el “chiquitaje”. Las usinas de rumores de las cuarenta manzanas amañaron versiones apocalípticas, trazando semejanzas inverosímiles con tiempos diferentes. Algo arraigaron, de todas formas. El Gobierno pulseó fuerte, no se dejó prepear y definió la lid cuando puso a la vista una parva de millones de billetes verdes. En el camino quedaron informaciones capciosas sobre el “mercado paralelo” (¿cómo se calcula cuánta plata gira en un circuito ilegal? interroga este escriba, profano en esos saberes), sobre los reflejos de la City de Montevideo, sobre el entrañable blue.
A río revuelto, ganancia de especuladores, cabe concluir. También deslizar que el episodio es la punta de un iceberg: una serie de problemas de mayor calado, que no se desentrañan solo con decisionismo y muñeca fuerte.
Acrecentar las reservas, mejorar las cuentas fiscales en la etapa del purgatorio es otro reto de los años por venir. El oficialismo lo sabe, por eso empieza el nuevo período, restringiendo algunos gastos pero también apuntando a la recaudación. Para que haya “caja” debe haber un Estado capaz de fiscalizar y cobrar. La querella de los dólares insinuó la necesidad de seguir (perdón) “blanqueando” la economía y las resistencias contra lo que es un deber del Estado. Bastante se hizo a partir de 2003, pero no lo suficiente: queda un enorme camino pendiente por recorrer.
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Temporada de diciembre: El Estado tiene fortaleza financiera, la presidencia ha relegitimado poder democrático. Las bancadas parlamentarias del Frente para la Victoria engrosarán sus filas a partir del 10 de diciembre y se aprestan para un comienzo a todo trapo de la temporada de verano. Cristina Kirchner elegirá si prorroga las sesiones ordinarias o convoca a extraordinarias, la diferencia entrambas no es tan grande cuando el oficialismo y sus aliados tendrán mayoría.
Los compañeros diputados aspiran a conformar las Comisiones, proponer y aprobar dictámenes, llevar varias leyes al recinto, tenerlas aprobadas antes de que lleguen las fiestas. El Presupuesto, las prórrogas de la emergencia económica y los impuestos a las transferencias financieras son los pilares del paquete económico. La regulación de la producción y venta del papel para diarios, otro tema en carpeta. Esa perspectiva explica, en parte, movidas financieras de las semanas recientes. En ellas, se adujo capciosamente que el pronunciamiento de “los mercados” era similar (y contradictorio en su sentido) al voto popular. Un disparate mayúsculo, anti republicano e ideológico por donde se lo mire. Una expresión de deseos y una propuesta de la única oposición (los poderes fácticos) que no se interroga internamente por qué fue goleada en octubre. La dirigencia política cavila, trata de renovar liderazgos desautorizados por el veredicto popular. Ciertas corporaciones no se permiten la introspección, esa jactancia de los racionales.
“No aceptan que ganamos la elección –razona un operador oficialista, de esos que aguantaron los trapos en trances arduos, apenas ayer–, ya se van a enterar.” “El poder desgasta al que no lo tiene”, ironizó (observador, pragmático o cínico) un político italiano, años ha. También, glosa el cronista, a quien no lo ejerce, que de ese modo lo deja diluir. Ese riesgo no acecha al kirchnerismo. Ni lo tienta la ambición de encauzar la economía en base al recetario noventista o al que está en boga en la Unión Europea.
Lo que sí lo desafía es mantener la aprobación ciudadana. Es una tarea enorme, plagada de escollos y contradicciones. En los dos primeros gobiernos, el kirchnerismo lo consiguió, con alzas, bajas y momentos en que se preanunció su caída. Habrá que ver cómo le va en el tercer período que, como se mentó al principio, empezó ante tempus, el 24 de octubre.
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