EL PAíS

El juez, el cliente

 Por Marta Dillon

Si Andrea Darrosa, según el testimonio de Susana Trimarco, se sentía sin salida hasta que pudo liberarse del circuito de explotación, fue porque en los ocho años que estuvo cautiva fue testigo de las relaciones entre los proxenetas y los policías, incluso los jueces. La primera vez que fue invitada a declarar después del allanamiento en el Candilejas, el burdel propiedad de Irma Medina, ella se negó. Más tarde le confesó a Susana Trimarco que no había ninguna posibilidad de declarar ante el juez Walter Moreno, que intervenía en la causa. “Me lo dijo muy clarito –dice Trimarco–. ‘¿Cómo voy a declarar ante un juez con el que me he acostado?’. Ese tipo iba a los locales de Chenga y Medina y a las chicas las hacían poner en fila para que elija.” Moreno es acusado por la mamá de Marita de rechazar los exhortos que enviaba la Justicia tucumana y de frenar los allanamientos que podrían haber dado con el paradero de su hija.

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