EL PAíS › LA SITUACION DE LAS PEQUEÑAS EMPRESAS FAMILIARES
Las quiebras de la economía
Por C. R.
Desde Santa Fe
Las pequeñas empresas familiares que forman parte de una clase media santafesina que nunca supo de evacuaciones, han sido golpeadas por la inusitada llegada de las aguas. Tal el caso de los propietarios de la firma Franck, Ricardo Heit y Gladys Bourdein, a los que virtualmente se les hundió la flota de micros con los que cumplían servicios regulares de media distancia entre las ciudades de Santa Fe, Rafaela y precisamente Franck, localidad ubicada a 25 kilómetros de aquí y que sólo cuenta con ese medio para llegar a la capital provincial. Seis de los nueve micros han quedado bajo las aguas, en el barrio Alfonso, y esto significa un golpe a la economía de unas 25 familias que dependen del emprendimiento. Ricardo Heit estuvo a punto de quedar atrapado en el interior de uno de los coletivos y tuvo que salir –lo salvó la Prefectura– por la claraboya del techo.
“Yo cuento lo que nos pasa porque mis padres están quebrados, no pueden ni reaccionar.” Soledad Heit es una de las tres hijas del matrimonio y la acompaña su novio Germán, que trabaja en la empresa cuyos servicios quedaron interrumpidos por motivos de fuerza mayor. “Los micros están en los galpones, al lado de las oficinas, donde están todas las herramientas de los talleres”. Se presume que la doble chapa de las carrocerías han acumulado tanto óxido que es probable que en poco tiempo, si se recuperan los motores, se empiecen a destartalar. Las oficinas y galpones están en el cruce de Juan de Garay y Juan Díaz de Solís, dos que llegaron por agua, precisamente.
“Les queremos avisar a los clientes que, ni bien podamos llegar a las oficinas, vamos a empezar a funcionar con los tres micros que se salvaron. Para nosotros es un desastre, pero también para todos los que dependían de nuestra pequeña empresa. Los vehículos están asegurados, pero hasta que podamos cobrar algo va a pasar mucho tiempo”. A Ricardo Heit lo tuvo que sacar la Prefectura, por la fuerza, porque se negaba a abandonar el colectivo, ahora convertido en barco hundido. “No quería salir, estaba muy mal, y al final lo sacaron por la claraboya porque el agua subió en unos minutos. Se salvó de casualidad.”