Domingo, 5 de agosto de 2012 | Hoy
Por Mario Wainfeld
El primer mundial de fútbol transmitido en directo por tevé para la Argentina fue el de 1970. Hasta entonces, la radio informaba esas justas: las imágenes llegaban días después, cuando ya estaba “fijada” la interpretación de los hechos. Eran infrecuentes las transmisiones en vivo del fútbol local y las escasas repeticiones adolecían de limitaciones técnicas severas. Esos datos, olvidados, ayudan a entender la influencia de los relatores radiales. José María Muñoz era el más reconocido y popular. Oficialista de todos los gobiernos, se pasó de la raya con la dictadura genocida, que defendió a capa y espada.
La llegada de Víctor Hugo Morales, en los primeros ’80, fue más que un alivio para los oyentes. Instaló una alternativa, que trascendía el metier del relato futbolero, en el que siempre descolló. Opuso un vocabulario rico a la pobreza retórica de Muñoz, un decir diferente, una opción cultural que incluía, claro, otra mirada política.
Víctor Hugo fue desde entonces una agradable mezcla de rutina y bandera. Y una extendida costumbre ponerlo en la radio para acompañar a los partidos emitidos en vivo. Imposible medirlo pero habrán (habremos) sido multitud los argentinos que vimos en la pantalla el gol de Maradona a los ingleses oyendo en paralelo su inolvidable relato que hoy es la banda de sonido de las repeticiones de ese golazo.
Vale remontarse a tres décadas atrás porque de una trayectoria hablamos. Un periodista que supo expresarse en variados registros, ganándose un lugar envidiable merced a su coherencia y profesionalidad. Discutir si siempre “dijo la justa” en materia política es un simplismo trivial. Nadie está exento de contradicciones o deslices, si tal cosa existe. La coherencia, empero, no se manchó. Ese capital se tradujo en la calidad y cantidad de adhesiones que recibió en estos días ante una campaña de difamación. Un ejemplo para cualquier estudioso que quiera adentrarse en cómo pueden coordinarse medios aparentemente independientes entre sí. Contradicción flagrante de quienes se autorretratan como únicos abanderados del pluralismo periodístico.
Aluden a su pasado porque quieren amordazarlo ahora. La réplica del damnificado y de quienes piensan parecido fue la lógica: responder a los infundios. Claro que eso no basta: es necesario insistir en la agenda alternativa a la dominante, costumbre que enfurece a los medios hegemónicos y sus portavoces. El desafío es sobrellevar las campañas y no entrar del todo en su juego. Hay un mundo fuera de las narrativas dominantes y de eso debe hablarse.
Víctor Hugo lo hizo y lo hace. He ahí el detonante de la campaña que lo atacó y de los apoyos que recibió. Este es uno más en el tropel. De quien es su admirador desde hace décadas y su colega desde hace bastante menos tiempo.
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