Sábado, 10 de noviembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › ENTUBAMIENTO DE ARROYOS, ASFALTO MASIVO, TORRES EN LA RIBERA
Cada día, Buenos Aires acentúa un poco más su perfil como ciudad inundable. El entubamiento de los arroyos de llanura cuyos cauces no pueden contenerse enteramente, la construcción de torres siguiendo la costa del Río de la Plata y otras, las sucesivas renovaciones de capas asfálticas que elevan el nivel de la calzada hasta el de la vereda son sólo algunos de los rasgos que parecen asegurar un horizonte de inundaciones recurrentes. Las soluciones técnicas que prometen los canales aliviadores y el boom indiscriminado de la construcción también, según señalaron a este diario los arquitectos Osvaldo Guerrica Echevarría y Rodolfo Livingston, quienes coincidieron en el diagnóstico: la única manera de evitar las inundaciones es rever el modo en que se construye cada día la ciudad.
“La única solución es terminar de construir. Y sin embargo no paran”, evaluó Guerrica Echevarría, de la Asociación Amigos del Lago de Palermo. “Todo lo que se hace es para acentuar el problema”, razonó. En la ciudad de Buenos Aires, “los arroyos son de llanura, por lo que hay muy poca diferencia de nivel entre el arroyo y el terreno. Todo río, todo cauce de agua, necesita un desnivel pronunciado para acelerar la salida del agua. Cuanta menos diferencia hay, más lento es el desagote”. Entubados, los arroyos porteños dependen de “aliviadores que van a mucha profundidad y tienen que levantar el nivel del agua para que salga al río”, que, por otra parte, cada vez queda más lejos: con el terreno ganado al río, la ciudad vuelve cada vez más distantes las desembocaduras.
“Negar los arroyos, negar los ríos” es uno de los problemas “históricos” de la ciudad, señaló el arquitecto Rodolfo Livingston, quien recuerda que “el Maldonado fue un río que ha tenido márgenes verdes, que atraviesa la ciudad como el Támesis atraviesa Londres y el Sena, París”. “Una visión de que la naturaleza está para ser dominada llevó a meter el agua en un caño. A los ríos no les gusta que los metan en caño. Y no tienen cauces uniformes. Tienen un cauce. Ese error cometido con el arroyo Maldonado se repite con el arroyo Vega y todos los otros de la ciudad”. Se trata de “cuencas hídricas sometidas”.
Pero prever el crecimiento de los cauces y la posibilidad de respetarlos, o evaluar el modo de aprovecharlos en lugar de pretender domesticarlos, coincidieron Guerrica Echevarría y Livingston, no es el único impedimento para restar factores a la posibilidad de inundación. Guerrica Echevarría señala que existe una lista de “impedimientos al escurrimiento” de agua caída, en la cual la profusión permanente de construcciones juega un rol fundamental. “Se impermeabiliza, se construye y todo a niveles más altos que las calles”, señala al explicar que el pozo necesario para la construcción de una torre usualmente se impermeabiliza, lo que evita el escurrimiento.
“De algún modo, todas las bases de las torres se convierten en impedimentos para que escurran las aguas. Son 20, 30, 40 metros impermeabilizados hacia abajo. Cuanto más alta la torre, más profundo el pozo donde está metido. Sobre la costa, hay toda una barrera de torres, empezando por Puerto Madero, el microcentro, Retiro, Recoleta, Belgrano. Ese cordón de torres, subterráneamente, constituye el dique al escurrimiento subterráneo de las aguas”, explicó Guerrica Echevarría.
Por otra parte, Livingston acotó que “la ciudad tiene una capa impermeabilizadora, que es el cemento”. “El hecho de que todo el piso urbano sea impermeable” facilita las inundaciones. “Se puede inventar un pavimento que sea resistente y duro y, a la vez, permita escurrir parte del agua. Los adoquines hacían eso. No se pueden proponer ahora, porque los automovilistas se quejarían, y además los adoquines, como se entierran sobre arena, no soportarían los pesos de los camiones”, explica. Sin embargo, sí “se podría inventar un piso” capaz de resistir y a la vez absorber parte del agua, “o que todas las calles tengan los bordes del pavimento de adoquines” y allí pueda derivar el agua. Entretanto, las sucesivas capas asfálticas, aplicadas una sobre otra, con un fresado previo que quita lo más superficial de la capa previa, “hicieron que las calles asfaltadas estén muy por sobre el nivel de las veredas”, observó Guerrica Echevarría. “Las bocas de tormenta siempre quedan por debajo del nivel, se las ve en las esquinas. En los últimos veinte, treinta años, las calzadas subieron de nivel y eso favorece que, cuando llueve mucho, el agua entre en las casas.”
Hoy día, “sobre el cauce de los arroyos está edificada parte de la ciudad, aun en las zonas que naturalmente son más bajas. Todo lo edificado a los costados de la avenida Juan B. Justo, que es el Maldonado entubado, está construido en zona baja. Tiende a inundarse porque hacia allí van las aguas de los lados más altos”. En los alrededores, para remediar eso, hay zonas que “podrían ser absorbentes, como la playa ferroviaria de Palermo, que podría convertirse enteramente en terreno para eso si también se eliminaran los paredones a los costados”.
Sin embargo, allí “se está haciendo lo contrario. Hay playas de estacionamiento y están empezando a construir, hay también hectáreas concesionadas para hacer una canchita de fútbol con césped artificial”. Un viejo proyecto vecinal, que alguna vez ingresó en la Legislatura porteña acompañado “con más de cinco mil firmas”, proponía “hacer un parque en la playa ferroviaria de Palermo, el proyecto ‘Lago Pacífico’”, pero nunca avanzó. “El mayor problema era que resultaba muy barato”, aventuró Guerrica Echevarría.
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