Lunes, 6 de mayo de 2013 | Hoy
EL PAíS › DETALLES DE UNA INVESTIGACIóN INTERNA EN LA ARMADA
Por Alejandra Dandan
Uno de los lugares de acceso a la información más complicado fue el archivo de la Armada. Ya en democracia, la Armada prescribió cómo responder pedidos de los juzgados a cargo de las investigaciones de la dictadura. Indicó que debía ser aplicado el “principio de des-cortesía”: no dar direcciones y no responder pedidos cuando existan errores, por ejemplo una letra en un nombre.
Eso sucedió, por ejemplo, con el represor Adolfo Donda, al comienzo nombrado por algunos sobrevivientes como “Dundo”. Otro ejemplo de las dificultades se conoció el año pasado durante el juicio por la Masacre de Trelew. Los investigadores creyeron durante meses que tenían todo el archivo a disposición, pero un día vieron a una persona de mantenimiento abrir la puerta de algo parecido a un pequeño depósito de pintura. Adentro observaron cajas con la palabra “secreto”. Luego supieron que había otro cuarto en el piso de abajo. Allí la Armada había guardado “todo lo que no quiso mostrar”: un diario escrito a mano por el contraalmirante Isaac Rojas sobre el “tirano prófugo”. Y entre otros documentos que aún están bajo reserva, un sumario contra Alfredo Astiz de 1998 por la entrevista que publicó Gabriela Cerruti como tapa de la revista trespuntos. El sumario que está en este momento en el juzgado es sugestivo porque su contenido parece sólo un trámite burocrático, pero como la mayoría de los documentos tiene “huellas” de la represión.
El sumario interno a Astiz por aquella entrevista en la que reconoció los secuestros, torturas y asesinatos empezó por pedido del jefe de la Armada de entonces, que ordenó un juicio “especial”, al frente del cual quedó el vicealmirante (R) Carlos Luis Alfonso, para investigar las “manifestaciones atribuidas al señor Astiz en una publicación”. En su declaración, Astiz dijo “que la reunión con la periodista se hizo a instancias del capitán de navío (Carlos Aurelio) Martínez” y agregó: “Me manifestó que conocía a la periodista y que ésta no tenía malos sentimientos hacia mi persona”. Inmediatamente fue convocado el capitán de navío Martínez. El “juez” preguntó si evaluó “las graves consecuencias que dicha reunión (con Cerruti) podía causar a nivel nacional, institucional y particularmente a Astiz”. La respuesta de Martínez es la que aporta mayor información: “Si yo considero que a los 23 años (Astiz) se infiltró en una organización subversiva; si considero también que actuó en la guerra de Malvinas, que llegó al grado de capitán de fragata y que está cerca de cumplir los 50 años, sin negar mi responsabilidad en la entrevista, yo nunca podría creer que Astiz fuese a ser tan ingenuo para decirle a la periodista lo que dijo”. La idea era que, de concretarse la entrevista, Astiz “aprovechara para blanquear su imagen”.
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