Jueves, 16 de mayo de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Raúl Dellatorre
Este año, en particular, la negociación salarial representaba un desafío que ayer pareció haber sido superado. Con los convenios firmados hasta el presente, son aproximadamente 2,2 millones de trabajadores que han quedado involucrados en subas salariales que rondan el 24 por ciento, con incrementos adicionales para las franjas de ingresos menores y correcciones convencionales que mejoran las condiciones laborales de los alcanzados. La cifra de aumento puede ser menor o mayor a la que resulte de considerar la inflación con un grupo de productos u otro, pero de lo que no se puede dudar es de que las paritarias vuelven a ser la principal trinchera de defensa para el poder adquisitivo del salario.
Mucho se había especulado acerca de la presión que iba a ejercer el gobierno nacional sobre los gremios para contener la demanda salarial. Se habló de un techo, se mencionó una cifra del 19 por ciento, se sostuvo que ese límite sería la clave para evitar una estampida inflacionaria. Pero los resultados de las negociaciones entre sindicatos y cámaras empresarias no se correspondieron con tales especulaciones, sino que fueron el resultado de una puja distributiva en la cual el Gobierno ofició de árbitro y custodio a la vez del instrumento: la convención colectiva.
Las negociaciones salariales de este año venían teñidas de componentes negativos que no existían en años anteriores. Es verdad que no es la primera vez que se llega a una paritaria en año electoral, o con la CGT dividida. Cada vez que esto ocurrió, se especuló sobre si esos elementos no iban a dotar de mayor conflictividad a la puja entre el capital y el trabajo. Pero había otros elementos que conformaban un escenario “recargado”. A las tensiones precedentes se agregaba este año un alineamiento del titular de la CGT disidente abiertamente en un partido de oposición, junto a varios de sus acompañantes de la escindida central sindical. La situación económica está contaminada por una sensación de incertidumbre impregnada por acciones especulativas desde el flanco financiero y cambiario, pero muy bien abonada por campañas mediáticas. Adicionalmente, la oposición política se ha cargado de un discurso descalificante más que propositivo, que encaja muy bien con sectores patronales que se entusiasman con la posibilidad de hacer fracasar las negociaciones de partes. Haber alcanzado acuerdos salariales representativos en ese marco no es poco. Es el triunfo de una institución, las paritarias, que hay que cuidar y preservar para que en la economía también exista democracia.
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