Domingo, 9 de febrero de 2014 | Hoy
Por Mario Wainfeld
La reflexión siguiente fue formulada por el economista Aldo Ferrer, luminoso a sus ochenta y tantos años. Fue expresada durante una extensa entrevista realizada en el programa Gente de a pie que se emite por RNA Radio Nacional (AM 870). Alude a la compleja relación entre el vivaz sistema democrático argentino y la posibilidad de producir cambios estructurales en la economía, entre otras cuestiones. Ahí va:
En otros países de América latina el poder está más estructurado.
Somos el país en el que la política no tiene andariveles: se puede pasar de (Carlos) Menem a (Néstor) Kirchner. La variabilidad de la política en la Argentina tiene un grado de dispersión mayor que en otros lados. Por otra parte, hemos tenido un largo período de inestabilidad institucional...
Es decir, que la política tiene enorme capacidad de transformación... Piensen que se resolvió el problema de la deuda como se hizo: en contra de la posición del mercado financiero internacional y del FMI. Se nacionalizaron las AFJP, el petróleo... incluso la ley de medios. Una serie de decisiones con un impacto fenomenal en el sistema de poder.
Y esto lo hace un gobierno democrático, legítimo... es muy poco frecuente en otros lados. El caso brasileño es interesante. Cuando el presidente Lula llega al gobierno la paridad estaba alrededor de 4 reales por dólar. (Tras sus primeras medidas) se armó un desorden en el campo financiero. (Solo) lo resolvió poniendo en la conducción del Banco Central a alguien del sector financiero.
Diría que tenemos una capacidad de transformación que, al mismo tiempo, es un rasgo de inestabilidad muy grande. Tal vez allí se puede encontrar parte de la respuesta a por qué hemos convivido tanto tiempo con tanta inflación. En el siglo pasado tuvimos el record mundial, con varias híper incluidas.
La Argentina es, yo creo, el país más democrático de América latina desde el punto de vista de la participación política y de la capacidad del sistema político de influir en la realidad. Pero el tema es cómo administramos ese potencial político para construir proyectos viables. Porque ya nos ha pasado, hemos tenido en otros tiempos proyectos nacionales y populares que (por infinidad de factores) se desestabilizan y abren la puerta para que vuelva el pasado. Y no es solo que el pasado tenga tanto poder de bloqueo para que el cambio no sea posible porque, si fuera así, no tendríamos alternativa. Creo que hay que observar en la propia conducta de los sectores nacionales y populares: qué es lo que hacemos mal para no poder terminar de consumar una transformación profunda.
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