EL PAíS › EL PERFIL DE ALVAREZ

De mago a militante

 Por Irina Hauser

El común de la gente cree que Julián Alvarez le debe su nombre al prócer. “Es más simple –explica él–, me llamo Alejandro Julián, pero me llaman por el segundo.” Su mamá, Mirta, y su papá, Guillermo, tuvieron otros matrimonios antes de juntarse. El primer marido de ella fue asesinado en un robo en Lanús. Guillermo se convirtió en abogado de Mirta y terminaron casándose. “Después nací yo, es muy loco, porque si no hubiera pasado esa tragedia no hubiera existido”, cuenta Alvarez y asocia su relato con Néstor Kirchner. “¿Y si no hubiera muerto Néstor? ¿Qué hubiese pasado? Porque ahí se aceleró todo el proceso de la juventud (kirchnerista). La muerte trae vida muchas veces, ¿no?”

Alvarez se confiesa supersticioso y no pasa debajo de escaleras. Son creencias de su infancia en Lanús. Siempre pensó que por algo de más chico le dio por aprender magia. Tenía 18 cuando salió a buscar trabajo por los juzgados de la zona. Su papá era abogado, pero no le tendía muchos puentes. “Es un abogado de barrio –lo pinta– que vivía de la clientela del almacén de mi abuelo. Después vino la crisis de 2001. Cerró el almacén, con un supermercado Disco ahí nomás, y el estudio se vino abajo.” En un juzgado laboral de Lanús a Alvarez lo aceptaron como meritorio en el 2000. Al tercer día un compañero cumplía años e hizo un show de magia con su especialidad, los trucos de cartas y hacer desaparecer monedas. “Ahí me nombraron audiencista, y empecé a tomar las audiencias orales.” Cada vez que hacía algún show dudaba sobre su vocación. Un año y medio después empezó a trabajar en un estudio de abogados.

A su gran amigo Eduardo “Wado” de Pedro lo conoció haciendo magia, en un asado de compañeros de Derecho de la UBA, donde estudiaban ambos. Solía sentirse solo en la facultad, hasta que empezó a militar en la agrupación NBI. Nunca antes había militado. No era una tradición familiar ni nada. “Ahí conocí a un montón de hijos de desaparecidos y me partió la cabeza; me atraía mucho el nivel de discusión política”, dice. Con Norberto Berner armaron una comisión de pensamiento jurídico alternativo y se puso a estudiar Filosofía. Cuando empezó a dar clases, casualidades otra vez, le tocó junto con un profesor, Rolando Chirico, “que resultó ser el que escribía para René Lavand”.

Alvarez trabajó en la Subsecretaría de Turismo porteña y terminó montando un estudio con De Pedro. En 2003 empezaron las discusiones en NBI por el surgimiento del kirchernismo. La agrupación se partió. “Yo me hice kirchnerista. Fundamos La Cámpora después de la aparición de Juan Cabandié, a quien Wado acompañaba a pedido de Estela de Carlotto. Néstor y Máximo Kirchner empezaron a buscar entre los HIJOS gente para armar una agrupación. El Cuervo Larroque venía de tener la Juventud Presente. En 2006 ya estábamos consolidados”, dice y revela que, más allá de su amistad con Máximo, nunca tuvo demasiado trato con su padre.

Cuenta que trabaja casi de sol a sol, que a duras penas tiene vida social, que ya ni va a la cancha a ver a Talleres de Escalada y apenas ve a su beba de cuatro meses. Alvarez da una explicación academicista para derivar en que, según Cristina Kirchner, se puede ser un cuadro técnico y político a la vez. “Yo soy eso, por eso quiero ser intendente de Lanús, no quiero ser juez. Es la clave de esta generación.”

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