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El rebote

1. Todavía hay que levantar nivel

Antes del Mundial se decía que a este equipo había que verlo con los ojos abiertos cuando atacaba y con los ojos cerrados cuando defendía. Ayer se pareció bastante a ese cuadro que provocaba ilusiones y temores en cantidades parecidas. En ataque tuvo primero que nada a Messi y más allá del pibe genio mostró algunas variantes, tuvo movilidad, intentó algunas paredes, pateó al arco (bien Di María) y se las ingenió para generar algunos espacios, independientemente de que Nigeria no se cerró como Irán. La entrada de Lavezzi, quien metió algunos desbordes, es otro dato a favor. En defensa tuvo distracciones, cometió errores elementales (¿por qué se metió adentro Zabaleta en el pase al hombre que entraba por la izquierda en el primer gol?) e indecisiones en el momento de sacar la pelota de la troya que pudieron costar más caras que los dos goles nigerianos. Se mejoró mucho respecto de Irán, pero es imprescindible levantar el nivel mucho más en lo que se viene.

2. Notorias mejorías

Los dos goles tempraneros parecían presagiar algo parecido a lo que se dio durante el primer tiempo hasta el segundo de Argentina en tiempo adicionado y que, aun sin un desempeño sobresaliente, jugaba notoriamente mejor que contra Bosnia y contra Irán. Es que Nigeria jugaba mejor que bosnios y nigerianos y jugar mejor, en este caso, no significa no dejar jugar al adversario. Por eso, la Selección Argentina mejoró notoriamente la pobreza futbolera que la llevó a ganar y nada más en los dos primeros partidos. Además de la multiplicidad de Mascherano, Zabaleta y Di María justificaron plenamente no sólo sus convocatorias, sino sus ratificaciones como titulares, y Messi, sin demasiada compañía, pero más que en los dos partidos anteriores, fue una vez más el gran argumento ofensivo del equipo nacional. Muy resistido en sus dos primeras presentaciones, y ahora todavía sin resolver todas las dudas pero con notorias mejorías, la selección justificó su paso a los octavos de final.

3. ¿Lavezzi para titular?

Además del infortunado gol en contra del bosnio Kolasinac y de la pelota que pegó en la rodilla de Rojo y entró, la Selección Argentina sólo tiene a Lionel Messi como carta exclusiva de gol. Y más allá de ese obvio beneficio, preocupa el bajo nivel de los otros dos delanteros titulares, Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín, que llevan ya 201 y 211 minutos en el Mundial, respectivamente, sin convertir y parecen estar pagando muy caras sus lesiones de final de temporada. Antes de irse demasiado pronto por una molestia muscular, Agüero mostró apenas destellos de su clase; Higuaín, en cambio, demuestra estar muy poco fino para definir con éxito las situaciones que se le plantearon (una clara en cada tiempo). Sabella ya explicitó su renuencia a cambiar a los titulares, pero quizá deba planteárselo para lo que viene. Lavezzi es hoy más titular que ellos. Un equipo cuya baza principal es su evidente poder ofensivo necesita ganar los partidos por algo más de un gol de diferencia.

4. La coartada perfecta

Es muy posible que ahora que comienza el cruel pero apasionante gana-pierde del Mundial, el 4-3-3 que llevó hasta aquí a la Selección les dé paso a otros dibujos. Acaso la lesión de Agüero y el positivo ingreso de Lavezzi le hayan dado a Sabella la coartada perfecta para salir de aquel esquema hiperofensivo y a menudo desbalanceado, sin recaer en la cautela del 5-3-2 que tanto disgustó a los jugadores. El 4-4-2 que se armó ayer con Lavezzi bajando a la posición de volante por la derecha cuando el equipo no tenía la pelota y soltándose como extremo por ese sector cuando atacaba, puede dejar satisfechas a ambas partes. Con los dos medios centros (Mascherano y Gago) y un externo más, se conseguiría el equilibrio que tanto obsesiona al técnico. Y no se debería perder profundidad si Lavezzi (o Palacio) tienen resto como para ser, además del cuarto volante, el tercer delantero. Algo de eso cavilaba Sabella en las horas muertas de la concentración de Belo Horizonte. Ahora, le quedan 72 horas para poner sus ideas en movimiento.

5. Di María, insustituible

Messi es insustituible, claro. Pero ¿y Di María? En este momento del seleccionado, se muestra tan imprescindible como el astro del Barcelona. Con la lentitud que están exhibiendo los delanteros de punta, la dinámica que el escurridizo jugador del Real Madrid le da al equipo argentino una frescura que se necesita cuando Messi hace la pausa o se ausenta para distraer y sorprender. Aprendió la receta (reclamada ante Irán) de patear al arco: de ese recurso vino el primer gol de Messi; es salida permanente desde el medio, una estación de descarga para Gago y se complementa para tapar el costado izquierdo y evitar que a Rojo le hagan el 2-1 en ataque (lo que no hace Gago al otro lado y deja a Zabaleta desguarnecido). A Messi, que lo saque Sabella, pero que al Fideo lo sostenga todo lo que pueda.

6. El peso de ser un candidato

Argentina debe tomar riesgos y bancarse el peso de ser candidato. Lo hizo ayer contra Nigeria. Quedó muy claro que se había propuesto lo contrario con Bosnia. Es también, por demás obvia, la propuesta que se ajusta más a nuestro juego y jugadores. Esa idiosincrasia definida por el ADN futbolero. La pregunta entonces es: ¿cómo se toman los riesgos? Una máxima acuñada por Marcelo Bielsa dice que “el problema es atacar en espacios reducidos y defender en espacios amplios”. La Selección tiene la receta para resolver lo primero, y es difícil que solucione lo segundo. Messi puede abrir cualquier catenaccio y sus salieris también. Les costó mucho contra el disciplinado y ultradefensivo Irán, pero casi nada contra una Nigeria franca, aventurera. Por eso salieron los partidos que salieron. Y está muy claro qué nos conviene más, a sabiendas de que al equipo puedan lastimarlo.

7. Noqueador noqueable

Ni la timorata ante Bosnia ni la apática ante Irán. La verdadera Selección Argentina de este ciclo se asemeja bastante a la versión que se vio ayer ante Nigeria, con sus virtudes reconocibles y sus defectos palpables. Un equipo que tiene su paralelismo con esos boxeadores explosivos con mandíbula de cristal. Esos noqueadores capaces de voltear a cualquier muñeco por su poder de fuego, pero que pueden sufrir una caída ante un probador veterano por su escasa absorción al castigo. Y con esa doble personalidad tendrá que convivir en el Mundial. A ganar o perder por nocaut, a fajarse, a prenderse en el golpe por golpe, en el palo por palo, como diría el relator Osvaldo Príncipi. No es lo ideal, pero es lo real. Claro que hay un dato no menor: nadie en el mundo tiene la mano tan pesada con el pie izquierdo de Lionel Messi.

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