EL PAíS › TESTIMONIO DE LA CHICA PROSTITUIDA CON EL CONOCIMIENTO DE SUS PADRES
“Ellos a mí me destruyeron la vida”
Por A. F.
Tiene una historia llena de horrores en su espalda, pero la mirada de Paula no lo refleja. Está decidida a dejar atrás ese pasado: dice que para ella sus padres están muertos y que lo único que ahora importa es el futuro que pretende construir para sí y para su hermana. Cursa cuarto año en un secundario porteño y entre sus planes se incluyen estudios de magisterio y la carrera de Psicología. Paula (su nombre ha sido cambiado para proteger su identidad), protagonista de un novedoso fallo que la convierte en querellante siendo menor de edad, aceptó hablar con Página/12 en el hogar donde vive.
Desde el principio las cosas fueron difíciles. Paula vivía con su madre y a su padre –sargento de la Policía Federal– sólo lo veía de vez en cuando, ya que él tenía otra familia. Una vez, cuando tenía siete años, cuenta, la policía las recogió a ella y a su madre en una plaza. “Esa vez estuve un mes en el instituto Otamendi. La policía dijo que mi mamá estaba borracha, drogada o loca. El juez le dio mi tenencia a mis abuelos, pero no tuvieron en cuenta que mi abuelo era alcohólico y mi abuela tenía demencia senil. Ahí me mandaron.”
Tras unos meses con sus abuelos pasó a vivir con una tía y después otra vez con su madre. Paula habla de al menos dos episodios de abuso en ese período: de un ex novio de su tía y del amante de su madre. Cuenta que una vez a los ocho años decidió escapar de su casa, pero “volví a las dos horas porque me dio miedo”.
–¿Cuándo te mandaron a trabajar?
–Yo tenía 13, casi 14 y empezaba segundo año. Todo fue porque en mi casa no había dinero para nada, no había comida, no había leche para mi hermanita –que tenía un año y medio– ni pañales, ni nada. Mi papá no nos podía dar dinero porque tenía otra familia y dijo que yo tenía que trabajar cuidando dos nenes. Después de una gran discusión que hubo en casa, él me dio una dirección de un departamento para ir. Era el 14 de marzo de 2001.
–¿Y estaban los chicos que tenías que cuidar?
–El primer día había chicos, pero después no los vi más. Es que en realidad yo no tenía que cuidar chicos, nunca los cuidé. Llegué ahí y un hombre me llevó a una habitación. Esa noche empezó todo.
–¿Qué empezó?
–Todo. No sé cómo explicarlo.
–El hombre abusó de vos.
–Sí. Cuando yo me negaba, él me pegaba. Después me hizo usar drogas también.
–¿Te las hacía tomar a la fuerza?
–Sí. Más adelante me llevó a trabajar a dos departamentos privados. Todo terminó cuando yo denuncié lo que estaba sucediendo en el colegio.
–¿Cuánto duró todo esto?
–El año de colegio. Empezó en marzo y terminó en noviembre.
–¿En los departamentos a los que ibas había otras chicas?
–Sí, varias. Yo era la más chica. Había algunas extranjeras. Aparte de mí, las más chicas eran de 17, 18 y la mayor tenía 30.
–¿Tenías que dormir ahí?
–A veces dormía ahí, otras veces volvía al departamento. El hombre de ahí a veces me iba a ver.
–¿Y seguías yendo al colegio?
–Sí, iba al colegio y dos veces por mes iba a ver a mi mamá y le llevaba plata.
–¿Qué decía tu mamá?
–Ella me dijo que si yo no le daba plata, mi hermanita iba a pagar las consecuencias. En esa época ella estaba por cumplir dos años.
–¿Pero tu mamá tenía conciencia de lo que vos hacías?
–Sí, claro.
–¿Quién te pagaba?
–Me pagaba Antonio. Así le decían al hombre del departamento. Y lo que yo trabajaba, me daban un porcentaje. Cuando no la veía a mi mamá le mandaba plata por mis primos, que iban al mismo colegio que yo.
–Es decir que toda la familia sabía.
–Sí, yo le daba plata a mi papá, a mi mamá, a mi tía.
–¿Tu mamá no trabajaba?
–No (Paula se ríe), ella nunca hizo nada.
–¿Cómo te decidiste a denunciarlo? ¿Lo pensaste mucho?
–No, actué por impulso. Si lo pensaba no lo hacía, por mi hermanita y porque tenía miedo. Pero en ese momento estaba mal, y en un impulso hablé con una profesora del colegio. Ellos llamaron a la Defensoría de Flores. Ese día ya no volví al departamento.
–¿Qué pasó a partir de la denuncia?
–Me llevaron a un hogar. Y en mi casa hicieron un allanamiento policías de civil y se llevaron a mi hermanita, porque mi mamá le pegaba mucho a ella. Cuando lloraba la encerraba en el baño con la luz apagada. Yo no podía hacer nada, porque me pegaban también a mí. Cuando ya no vivía ahí y volvía, veía que mi hermanita estaba con moretones.
–Ahora sos querellante en la causa. ¿Qué te parece?
–Supongo que es muy importante. En un momento yo tenía mucho interés por la causa. Pero ahora no me interesa tanto, lo que me importa es que estemos bien mi hermanita y yo. Lo que pase con ellos, tema de ellos.
–¿Por qué cambió tu actitud?
–Porque desde que nací hasta que me fui, ellos a mí me destruyeron la vida, entonces no quiero que me la sigan destruyendo. Ni quiero llenarme de odio por personas que no valen la pena. Estuve dos años empeñada en que pasara algo con la causa y no pasaba nada, toda la vida no voy a estar esperando.
–¿Qué expectativas tenés?
–Quiero irme a vivir con mi hermanita lo más pronto posible. Seguir estudiando, quiero ser psicóloga y trabajar.
–No debe ser fácil seguir adelante. ¿A veces podés olvidarte de lo que pasó?
–Antes siempre pensaba, ahora no. Para mí ellos no existen más: es como si se hubieran muerto.