EL PAíS › CLASE DE ARSLANIAN A LA NUEVA POLICIA

Contra el abuso de poder

Por Horacio Cecchi
@“La impericia o la torpeza pueden transformar el acto heroico de un policía en un delito. En ese caso, la responsabilidad en la falta de formación es del Estado.” Lo sostuvo el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, durante la apertura del ciclo lectivo para el ingreso a la Policía de Buenos Aires II, en la Universidad de La Matanza. Los primeros 500 aspirantes presentes supieron también que “el policía está dotado de un poder reglado y de un arma. El ejercicio abusivo de ese poder y de esa arma es lo que los transformará de policías en delincuentes”. Cualquier alusión al homicidio de Lisandro Barrau, a manos de un agente de la Federal de la comisaría 31ª, es pura casualidad. Aunque no lo sea.
La inauguración del ciclo lectivo de la Policía II era un hecho anunciado desde hace al menos una semana, una vez que estuvieron seleccionados los primeros 502 postulantes que aprobaron los exámenes psicofísicos y todas las exigencias de inscripción.
Ayer, finalmente, se dio inicio al ciclo lectivo.
Por la tarde, los alumnos debieron hacer horas extras para presenciar el acto de inauguración del ciclo. El acto se realizó en el Patio de las Américas, de la Universidad Nacional de La Matanza. Junto a Arslanian se sentaron el rector de la UNLM, Daniel Martínez, la subsecretaria Haydée Barletta, y el director general de Coordinación Operativa, comisario general Ernesto Lamardo. Entre los presentes se encontraba el intendente de La Matanza, Alberto Balestrini, y los subsecretarios ministeriales Martín Arias Duval y Roberto Vásquez, de Seguridad y de Prevención del Delito.
Arslanian hizo un extenso preámbulo sobre los motivos de la creación de la Policía II, sobre la necesidad de organizar una fuerza que interactuara en el primer cinturón del conurbano con las fuerzas federales, y detalló algunas de las características específicas del área de funciones de la Policía II: “En el 1,7 por ciento del territorio bonaerense se concentra el 62 por ciento de la población y el 60 por ciento de los delitos”.
También sostuvo que “hemos cifrado grandes esperanzas en la Policía II. Por ser nueva, es más fácil encausarla en los lineamientos más modernos”. Arslanian dijo que “será una policía sin comisarías, con una dinámica de trabajo desburocratizada, con mandos ágiles y pocos grados jerárquicos, dedicada a la seguridad y nada más”. No fueron casuales las características citadas: las comisarías son el primer escalón del cobro de coimas, peajes y negociados; la dinámica de trabajo de la vieja estructura es burocrática; y sus mandos son poco propensos a la agilidad. Y en su dedicación, la seguridad es un rubro más.
En pocas palabras, todo lo que una no pudo ser, lo será la otra. Y dada la imposibilidad de disolver de un golpe una estructura corrupta, el camino elegido fue reemplazarla paulatinamente por una fuerza totalmente nueva: la Buenaerense.
Hacia el final, Arslanian se dirigió a los 502 aspirantes en forma directa. No se trató de un saludo formal al estilo de “ustedes, hombres de la patria...”, ni nada semejante, sino un cross directo y realista: “Ustedes asumen hoy una grave responsabilidad –sostuvo el ministro–. Cada uno de ustedes va a estar dotado de un poder reglado, y de un arma. Si el ejercicio de ese poder es bueno, hará de ustedes grandes policías. Pero el ejercicio abusivo de ese poder hará de ustedes delincuentes. La responsabilidad de que ustedes sean grandes policías es del Estado”.
Y agregó una frase con connotaciones de última actualidad: “El uso del arma, por impericia o por torpeza, puede transformar lo que es un acto heroico de un policía en un delito. La Academia policial es la que les va a enseñar el uso criterioso del arma, en qué situaciones puede ser utilizada y cómo. Si esa enseñanza no se logra, si la Academia no resuelve el problema (el paso del acto heroico al delito) será responsabilidad del Estado”. Aunque está claro que Arslanian no se refería a ningún acontecimiento en particular, y que en la provincia sobran los casos de gatillo fácil como para necesitar extenderse fuera del territorio, ayer, la impericia, la torpeza, el uso abusivo del poder y del arma, y las responsabilidades del Estado en la mala formación de un policía estaban en el aire: a unos 20 kilómetros de allí, en el barrio de Palermo, la comisaría 31ª era prácticamente sitiada por familiares, amigos y vecinos de Lisandro Barrau, el joven muerto de un balazo por el agente Matías Tarditi, de la Federal.

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