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La multitud de detalles que dio Telleldín sobre la forma en la que se le pagaron los 400.000 dólares prácticamente no dejan margen de duda de que efectivamente hubo un pago a cambio de su declaración, aunque quedó en claro que fue para que –en gran parte– diga la verdad.
Para la mayoría de los juristas consultados por este diario, pagarle a un imputado, al que tenía a su nombre el motor que explotó en Pasteur 633, no tiene nada que ver con el espíritu de la recompensa que se estableció para el caso AMIA. Y tal vez lo más serio es que ese pago nunca se blanqueó, pese a que Página/12 transcribió reiteradamente que Telleldín admitía que había recibido dinero.
Nunca se oficializó el pago en un expediente judicial y, es más, se le ocultó a las demás partes. Además, se le habrían pagado fianzas a Telleldín y a su esposa en otras causas y –esto tal vez es lo peor– a cambio de sus declaraciones se le brindó una especie de inmunidad a otros integrantes de la banda del Enano.
Seguramente los familiares, en especial los de Memoria Activa, vivieron la jornada con sabor amargo. Ellos y sus abogados denunciaron desde un principio las irregularidades que ahora saltan a la vista, pero pocos les creyeron. En la causa judicial que ya se le sigue al juez Galeano, seguramente las cosas se le complicarán, pero no hay que perder de vista que el trasfondo fue la nula voluntad política del menemismo por investigar el atentado y las maniobras destinadas a ocultar el trasfondo del ataque.