EL PAíS › LOS MOTIVOS QUE ESGRIMEN EN LA
CASA ROSADA PARA CARGAR CONTRA SHELL

“Nosotros queremos que bajen los precios”

Por Sergio Moreno y Martín Piqué

“Nosotros queremos que bajen los precios. No hay motivos económicos para que Shell haga este aumento. Sabemos que han venido gerentes extranjeros a imponer la suba. Bueno, nosotros daremos la pelea, que ha decidido encabezarla el propio Presidente.” Así explicaron ayer en la Casa Rosada a este diario las motivaciones de la avanzada contra la petrolera angloholandesa, que ayer fue profundizada por Néstor Kirchner a la mañana y ratificada al caer la tarde desde Misiones. La decisión de darle la pelea a la petrolera fue conversada en la mesa chica del Presidente durante el miércoles y también ayer. También fueron convocados a escuchar las iras presidenciales contra Shell los grupos piqueteros que ayer mismo bloquearon estaciones de servicio. La protesta fue monitoreada desde el despacho presidencial: los dirigentes sociales que la impulsaron contaron a Página/12 que recibieron llamados del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; del ministro de Planificación, Julio De Vido, y del propio Kirchner (ver página 2).
Anoche, durante una visita oficial a Misiones, el Presidente siguió con su ofensiva. “La empresa Shell cree que se manda y se dirige sola. Pero acá en la Argentina hay un gobierno y un pueblo que están dispuestos a ponerse de pie. Les pido a los argentinos que hagamos valer el poder del pueblo y nadie le compre nafta porque las otras empresas no han aumentado. Hagamos un boicot llamando a la conciencia nacional”, cargó desde Posadas. La respuesta del Gobierno fue la más dura que se le conozca hasta el momento: además de las acusaciones explícitas de Kirchner, las protestas contra la petrolera incluyeron movilización callejera de los grupos cercanos al oficialismo (ver página 2). “Es la primera vez que el Presidente nos llama para ganar la calle”, comentaba, exultante, un dirigente transversal.
En la Rosada explicaban que con la respuesta a Shell habían querido dar una “medida ejemplificadora”. “Ya ha ocurrido que nos apretaron y Kirchner les respondió. Pasó con los banqueros, a quienes les dijo en la cara que debían bajar las tasas. Pasó con Repsol, con el gas, con los pozos que eran tapados. Pasó con Aguas y con Suez. Ahora pasa con Shell”, analizó ante Página/12 un miembro del gabinete.
La respuesta contra esta petrolera tuvo tal dimensión que alimentó versiones acerca de las intenciones del Gobierno. En el sector de hidrocarburos se especuló con que el objetivo podría ser forzar a Shell para que se retire del mercado. En la Rosada lo desmintieron. “Lo que queremos es que bajen los precios y no influyan sobre la inflación. Si Shell decide irse, será una decisión empresaria de ellos”, aseguró un funcionario con oficinas en el primer piso de Balcarce 50.
La tirantez entre Shell y la gestión K no es ninguna novedad. El último episodio que los distanció se produjo hace poco más de un mes, cuando el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, visitó el país para inaugurar la primera estación de servicio de Pdvsa-Enarsa. En su corta estadía en Buenos Aires, Chávez anunció que Pdvsa compraría activos de la petrolera. Por aquellos días los medios económicos anticipaban un “retiro estratégico” de Shell de América latina. Eso parecía coherente con la supuesta compra por parte de la compañía estatal venezolana. Sin embargo, al día siguiente que Chávez partiera a Caracas, los directivos argentinos de Shell desmintieron una eventual venta y dijeron que la empresa tenía decidido quedarse.
Con ese antecedente, era inevitable que Kirchner se enojara mucho ante el aumento unilateral de precios. “Ellos podían comprar el crudo para refinar en el mercado interno, donde las retenciones hacen que el precio no se contamine del valor internacional del barril. ¿Qué tiene que hacer el Presidente? ¿Callarse? No, se va a poner al frente, porque así entiende la política y la defensa del interés nacional”, explicaban en la Rosada, mostrando la lógica con que se mueve el Presidente. Para eso, recordabanuna anécdota del Perón de los ‘40, cuando se permitía disgustar a los norteamericanos hasta con un mate demasiado caliente.

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